"Del coronavirus vengo zafando; lo que me tiene a maltraer es la diabetes", confiesa Luis "el Gordo" Valor, aquel líder de la mítica "superbanda", que entre mediados de los años 80 y fines de los 90 asaltó 23 bancos y 18 camiones blindados a punta de 9 milímetros, ametralladora y FAL.
Se acaban de cumplir dos años de que quedó en libertad tras purgar su última condena a cuatro años de encierro por eludir, en 2014, un control policial en Bella Vista, en una Renault Kangoo de la que se secuestraron tres armas largas. Antes de eso, su prontuario reza que fue sentenciado a 24 años por una serie de asaltos; a 20, por un golpe frustrado a un camión blindado en La Reja, en el que murieron un policía y dos delincuentes -del que niega haber participado-, y a 7, por fugarse de la cárcel de Villa Devoto, en 1994.
De este último episodio arranca hablando Valor, que recibe a LA NACION en su casaquinta de Villa Rosa, Pilar, mientras no para de escribir, "a la antigua, con lápiz y papel", como él mismo define, lo que será el contenido de su libro, en el que contará cómo huyó de aquel penal junto a cuatro secuaces.
Hoy, a los 66 años, afirma que está "retirado" del delito y "arrepentido" de su vida como ladrón. Está más preocupado por los valores de su glucosa y de su presión arterial que por otros que ya forman parte de un pasado oscuro, como los de los calibres de las armas que blandía en cada asalto. "Ando mal de salud. La diabetes me llegó a 530 y el médico logró bajármela a 160. La presión la tenía en 15/8. Me dio una pastillita, así que estoy más tranquilo. En 2019 le escapé a una 'brava'", explica.
"La brava" a la que se refiere Valor fue una neumonía que lo obligó, el año pasado, a estar dos semanas internado en el Hospital de Pilar, donde llegó a estar en coma. Tan mal lo pasó que, como en sus viejos tiempos, recurrió a María, una vidente a la que supo consultar en otros tiempos.
"Siempre me ayudó en mi vida. Los médicos, enfermeras y el personal del hospital me atendieron de primera, me salvaron, porque me iba para arriba, eh. Pero ella vino, me habló, y después de estar casi liquidado a las dos semanas andaba vivito y coleando. 'Creer o reventar', decía mi vieja", explica el Gordo.
Pide a LA NACION que, por favor, en la entrevista quede muy claro que está arrepentido y que está muy mal robar: "Me van a decir que me di cuenta tarde, pero peor es no hacerlo nunca. Lo que me deja tranquilo es que nunca maté; lo mío era llevarme la plata de los bancos o de los blindados sin lastimar ni matar a nadie. Tenía códigos. Hoy disfruto de la libertad, de tomar unos mates y comer unas empanadas caseras con Nancy, mi compañera, que me banca desde hace tres décadas. Pasé 33 años preso, la mitad de mi vida, y no valió la pena. A todos los pibes que me cruzo les digo que estudien, porque la calle no es buena".
Valor es consciente de que en aquellos años "pesados" escapó de milagro de la policía bonaerense. "Eran bravísimos los Pata Negra", recuerda. Cuando se le pregunta por su primer robo, cuenta: "Fue a los 20. Militaba en la JP Montoneros, en la resistencia. Estuve clandestino casi un año. Conocí a varios: Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía... También a Galimberti, Dardo Cabo, a Dante Gullo, los pibes del ala de izquierda. Robaba autos para sobrevivir, porque como me perseguían por la política estaba oculto. Yo no lo tomaba como un afano porque lo usaba para comer, pero la Justicia sí. La cana 'me puso' armas y bombas molotov para subirme la condena. Me dieron seis años por robo y seis por armas, y así seguí, un tiempo tras las rejas y otro afuera".
Y se sincera: "Nunca fue vida, por eso insisto en que no hay que caer en el 'choreo'. Te gastás toda la plata en abogados y perdés a tu familia".
Su abogado, el penalista Santiago Bermúdez, aclara que Valor ya no tiene cuentas pendientes con la Justicia: "Cumplió su última condena el 5 de julio de 2018. Desde ese día es un hombre libre. Lo conocí hace un año por intermedio del productor Roberto Valerstein y juntos no pararon de sumar proyectos; la película Bandido, con la participación de Andrés Calamaro en los libros, dirección de Pablo Bucca y producción de Esteban Mentasti y Hernán Findling. Y Luis también firmó contrato con La Flia Contenidos, la productora de Marcelo Tinelli, que junto a Pampa Films y a los hermanos Pablo y Agustín Bossi harán la serie en 2021", aclara el letrado.
A propósito, Calamaro escribió, con relación al film: "Valor tiene un valor agregado; no es anónimo, pero está vivo. Y 60 años de Luis son 600 años en la vida de un actor de cine. En el cine la realidad no es realista. Es el impulso de la propia obra de su realizador y creador".
La fuga
El Gordo está entusiasmado con este presente que, para él, define un futuro opuesto al de su pasado, aunque se apalanque en él: "Hace rato que está todo definido en los dos proyectos. Cuando pase la pandemia le vamos a dar manija a la película. De la miniserie no puedo hablar mucho por contrato. No conocí a Tinelli, pero está todo firmado. Ahora hay que esperar que se arregle lo de la cuarentena y la economía. Aproveché este tiempo para seguir escribiendo el libro de mi fuga, que va a salir por una nueva editorial. Me escapé el 16 de septiembre del 94, después de haber estado en varios motines y huelgas. Tenía 41 años, esperaba el juicio y sabía que me iban a dar muchos años. Además, como había estado metido en la política y me la tenían jurada por ser ladrón, la mala poli iba a aprovechar cualquier traslado mío para cruzarme en el camino y darme de baja. Creí que la mejor idea era irme, pero le pifié. Porque a los pocos meses varios que estaban presos conmigo se fueron por derecha, y a mí a los ocho meses me encanaron de nuevo".
-¿Algún guardiacárcel corrupto "colaboró" para que se pudiera concretar la fuga?
-No, a mí "me invitaron" a fugarme, eran cuatro más. Fue muy difícil. Yo estaba en un séptimo piso. Hicimos la toma del hospital, algunos nos pusimos guardapolvo de médico, otro el uniforme de un penitenciario; caminamos por una calle interna, después subimos y nos descolgamos con sábanas. Salté una pared de siete metros. A mí era al que más buscaban, en la isla del Tigre, donde vivía mi familia, pero yo a las horas ya estaba en la ciudad de Córdoba, después, en Villa María, en Carlos Paz...
-Se dice que la Garza Sosa no se portó muy bien al fugarse, que fue el primero en pisar la calle, se fue con los dos autos de apoyo y dejó al resto de a pie, ¿fue así?
-Eso "ya fue", como dicen los pibes. Cómo será que dos ya murieron: Julio Pacheco y Emilio Nielsen. Carlos Paolillo debe estar cerca de los 80 años. Del otro prefiero no hablar. Cada uno sabe el rol que tuvo y los códigos que maneja. Mi camino ahora es portarme bien. Me arrepiento de haberme metido a delincuente, me equivoqué, como le puede pasar a mucha gente. Hoy miro las cosas de otra manera. Ahora disfruto de estar con Nancy, a la que le prometí casarnos. La libertad no tiene precio. Me quiero ir a vivir a la isla del Tigre, que es más tranquilo.
-¿Por qué su banda se dedicó casi exclusivamente a robar bancos y camiones blindados?
-Por dos motivos: porque en los dos había siempre mucha guita, pero el principal fue porque estudiamos que en las garitas de las sucursales cuidaba un solo policía. Y en los blindados viajaban un chofer y un custodio. Nosotros éramos varios y asustando nada más nos llevábamos todo. Casi siempre nos íbamos sin disparar un tiro. Eso sí, nunca asaltamos un Nación o un Provincia, porque eran fondos de argentinos. Siempre nos metíamos con los bancos extranjeros. Hoy, con los monitoreos satelitales y las cámaras que hay por todos lados sería imposible. La verdad es que tuve mucha guita en mis manos, pero no me sirvió de nada. Por eso digo que no es negocio ser ladrón: acabás preso, muerto o sin un peso, como yo.
El recuerdo de un policía que se enfrentó a la "superbanda"
Jorge "Noni" Avesani era oficial principal en el servicio nocturno de la comisaría de Munro, la 3a. de Vicente López, cuando le tocó enfrentar a la superbanda de Luis "el Gordo" Valor y Héctor "Cacho la Garza" Sosa, hace más de tres décadas.
Así lo relata este policía con gran experiencia de calle, que se retiró como comisario y también fue actor en las películas Vladimir en Buenos Aires y Comodines, y que tuvo un rol y colaboró en el guion de la mítica serie de TV Poliladron: "Eran pesados todos, pululaban por la Villa Melo, de Martelli. A Valor nunca lo vi tirando, tenía más chamuyo que otra cosa. A mí me perdonó la vida Santos Chávez, alias Quico, pero yo también se la perdoné a él".
"Un día iba en la moto con el sargento Agustín Lotto y me los crucé. Valor estaba en un auto con Quico y Fernando Fernández Almirón, alias Moco. Y en otro venía Cacho la Garza. Iban a 'hacer' un banco. Los vi y los seguí. Sosa tenía un FAL y Chávez, varios 'fierros'. Nos enfrentamos en Ugarte y Rosetti. Le pegué un tiro en el pecho a Quico, que cayó. El Gordo escapó y Cacho la Garza me metió dos cohetazos de FAL en la moto. Podría haberlo rematado a Quico, pero no lo hice. Llamé a una ambulancia. Y Sosa siempre me reconoció que le perdoné la vida.
"Chávez fue preso, pero Gustavo Semorile, el abogado que había sido de Montoneros, lo 'despegó' y salió. Al tiempo se volvió a tirotear y lo detuvieron. Lo fui a ver, me recibió; lo miré, le pregunté cómo andaba, se rio y me dijo: 'Vos y yo somos iguales'. Le contesté: 'No, vos sos chorro y yo, cana'. Y me retrucó: 'Pero los dos somos aventureros de la vida. A vos te hubiese costado encontrarme, pero yo sabía dónde trabajabas y qué horarios tenías'. Con eso quiso dejarme claro que pudo haber ido a buscarme, pero no me quería matar. Eran tipos que se la aguantaban, y yo también. Con Valor no tengo cuentas pendientes ni le guardo rencor. Hoy no sé si el delincuente era él o los dueños de los bancos".
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