Los videos claves que incriminan a la empleada doméstica del ingeniero asesinado en el country La Delfina
Rosalía Soledad Paniagua está acusada de matar a Roberto Eduardo Wolfenson Band, un ingeniero de 71 años; la mujer se negó a declarar
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Triangulación de antenas de celulares y una serie de videos, que arrancan a las 13.53 del jueves 22 de febrero y que sigue por 70 minutos a Rosalía Soledad Paniagua fueron claves para que la empleada doméstica de Roberto Eduardo Wolfenson Band, un ingeniero de 71 años asesinado en su casa en el country La Delfina, fuera detenida esta madrugada como sospechosa del crimen ocurrido hace un mes.
Las imágenes, a las que accedió LA NACION, muestran cómo Paniagua pasó de ser una testigo clave, por ser la última persona que vio con vida a la víctima, a ser la acusada del crimen. La mujer fue apresada por detectives de la SubDelegación Departamental de Investigaciones (SubDDI) de Pilar de la policía bonaerense.
Las claves para detener a la sospechosa fueron las cámaras de seguridad instaladas a la salida del country y por la empresa Trenes Argentinos en la estación Derqui del tren San Martín y la activación del teléfono celular de la víctima, que habría sido manipulado por Paniagua, mientras esperaba la formación.
Además, en la casa donde fue detenida Paniagua se secuestró un parlante con conexión bluetooth que había desaparecido de la casa de la víctima. También se secuestraron un cuchillo, la ropa que tenía puesta ese día, la mochila y la SUBE. “Hay sospechas fundadas para detener a Paniagua. Hay prueba suficiente para avanzar en la investigación”, había detallado a LA NACION una calificada fuente judicial que detalló que el día del crimen era la última jornada en la que Paniagua iba a trabajar en la casa de la víctima, ya que, estaba haciendo una suplencia.
La investigación a cargo del fiscal Germán Camafreita tuvo un aporte valioso del equipo de trabajo de la Unidad Fiscal Especializada en Investigaciones de Ciberdelito (Ufeic) del Departamento Judicial de San Isidro, conducida por el fiscal Alejandro Musso, que a partir de un análisis tecnológico determinó que el teléfono celular de la víctima se activó a las 14.22 del 22 de febrero pasado.
“Las antenas determinaron que el teléfono celular de la víctima, que todavía no apareció, se activó en la zona de la estación de Derqui. En ese mismo lugar fue captado el móvil de la sospechosa. Una filmación de las cámaras de seguridad de la estación de trenes registró a la empleada doméstica sentada en un banco del andén y se puede observar cómo manipula dos teléfonos celulares”, sostuvo una calificada fuente del caso.
Los investigadores sospechan, a partir de esa filmación, que cuando ese jueves 22 de febrero, Paniagua llegó a la estación Derqui intentó vender el teléfono celular de la víctima. Eso también quedó grabado en una de las cámaras de la estación.
Ese jueves 22 de febrero, día del crimen, Paniagua se retiró del country La Delfina a las 13.53. “En la guardia no le habrían revisado la mochila”, explicó un detective del caso. Estuvo unos 20 minutos frente al country esperando un colectivo para ir a la estación Derqui y viajar hasta William Morris, en Hurlingham, donde llegó a las 15.03.
Tras la detención de esta madrugada y ya en calidad de sospechosa, la mujer se negó a declarar ante el fiscal Germán Camafreita.
Según la autopsia, el ingeniero en electrónica fue ahorcado con un elemento fino. Los investigadores suponen que se trató de una soga o de un cable que aún no fueron localizados. Otra de las revelaciones de la necropsia es que Wolfenson Band intentó defenderse; tenía lesiones en brazos y manos, además de un corte en la parte posterior del cuello.
Las lesiones descriptas por la médica forense Silvina Aguirre del Cuerpo Médico Forense (CMF) de Policía Científica de San Isidro, son “varios surcos de ahorcadura delgados, como si hubiera habido un ‘tira y afloje’, y lesiones de defensa, que también son compatibles con que la víctima luchó e intentó aflojarse el lazo con el que lo estrangulaban”.
En ese sentido, el protocolo de autopsia describió lesiones cortantes en la palma y en cuatro de los dedos de la mano izquierda que tienen entre 0,5 y 1 milímetro de profundidad.
Una fuente judicial citada por la agencia Télam había revelado que la autopsia también detallaba que “hay un corte grande en la nuca, de unos 7 centímetros de largo”, que se investigaba si fue producido por el mismo elemento fino y filoso con el que estrangularon o con otro tipo de elemento.
El cuerpo presentaba golpes en la cara, más precisamente en una ceja, la frente y hasta un corte en un pómulo, un fuerte golpe en la nariz y un corte interior producto de otro golpe en la boca, con una lesión en la parte interna de una de las mejillas.
Eduardo Wolfenson Band apareció tirado en el dormitorio de servicio, “boca arriba, contra un rincón y con la cabeza abajo de un radiador”.
“No resuelve el caso”
En tanto, los hijos de la víctima emitieron un comunicado tras la detención de la empleada en el que expresaron: “A un mes de la muerte de Roberto Eduardo Wolfenson Band, se ordenó la detención de su empleada doméstica, última persona que lo vio con vida”.
“Esa detención se encuentra respaldada en contundentes elementos probatorios, pero no resuelve el caso: no se ha revelado aún el móvil del homicidio ni se han descubierto a los probables coautores y/o partícipes”, expresaron los herederos en el documento que lleva la firma de su abogado, Tomás Farini Duggan, y agregaron: “Para ello solicité –y fue ordenada- una pericia que expondrá la forma en que ocurrió el homicidio. Esa medida permitirá definir, entre otras cosas, las características físicas del autor, si en el hecho intervino más de una persona y el lugar en el que se perpetró el homicidio”.
También recordaron: “Ante un posible móvil económico fueron aportados todos los datos y elementos que los hijos del señor Wolfenson pudieron recopilar sobre las cuentas bancarias de su padre. El movimiento de esas cuentas permitirá exponer a la persona que pudo haberse apropiado de los fondos allí depositados”.
“Además, se aportaron celulares y se solicitó el secuestro de otros para que se determine -entre otras cosas- si los ingresos remotos al teléfono de Wolfenson, luego de su muerte, tenían por finalidad eliminar conversaciones que revelen tanto el móvil como al autor del crimen”, suma el texto que cierra: “Con esa prueba, y otras medidas en curso de producción, los hijos de Roberto Wolfenson esperan lograr que se haga justicia”.
Pistas falsas
La semana pasada, en su cuarta declaración, Paniagua hizo un repaso de todo lo que sucedió entre las 8 y las 13.53 del 22 de febrero pasado, es decir, de las horas en las que trabajó en la casa de la víctima. Lo primero que contó es que sus días laborales en la propiedad situada en el lote 498 del country La Delfina eran martes y jueves.
“La empleada doméstica sostuvo que cuando ella llegó, el ingeniero preparaba yogurt en una máquina que estaba en la cocina. Y que al mediodía le dio para probar, pero le dijo que todavía no estaba hecho. No es un dato menor, porque el 23 de febrero pasado, cuando fue hallado el cuerpo de la víctima, la máquina todavía estaba encendida”, había explicado a LA NACION un detective judicial.
La información para los investigadores era importante porque podría hacer cambiar la data de muerte. Hasta el momento, por los datos que surgieron en la autopsia, se creía que Wolfenson Band había sido asesinado en las primeras horas de la tarde del 23 de febrero pasado. Es decir, después del mediodía.
“La elaboración del yogurt podía demandar unas ocho horas. ¿Por qué no fue apagada la máquina? Puede ser que al ingeniero lo hayan asesinado cuando todavía no había terminado de hacerse el yogurt y por eso la máquina quedó encendida”, especuló un investigador.
En una anterior declaración, Paniagua había contado un detalle que no pasó por alto para los investigadores: el día que encontraron muerto al ingeniero vestía la misma ropa con la que estaba vestido el jueves 22 de febrero cuando ella trabajó en la casa: una chomba anaranjada, pantalón tipo jogging azulado y calzaba unas Crocs.
Ese dato se sumó a lo que contó un amigo de la víctima que se presentó espontáneamente a declarar y afirmó que el ingeniero “era una persona muy prolija y coqueta y que para él es muy poco probable que dos días seguidos se vistiera igual”.
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