Los policías bonaerenses, atrapados por la grieta de la política nacional
La sanción a cientos de oficiales de distintos rangos por su eventual participación en las protestas policiales de septiembre pasado es el emergente de una nueva batalla política entre el oficialismo y la oposición (en la Nación y en la provincia), peligrosa porque el escenario es la seguridad de los habitantes bonaerenses.
En términos formales, la resolución fue el epílogo del sumario de Asuntos Internos por los episodios del 8 al 10 de septiembre de 2020, en el que se calificó como “acto de insubordinación” el hecho de que los policías hayan realizado su protesta por un genuino reclamo de mejoras salariales y laborales en horario de servicio, a bordo de móviles de la fuerza y con “la clara intención de perjudicar la imagen” del ministro Sergio Berni y del gobernador Axel Kicillof.
En los hechos, en cambio, la decisión es el emergente de lo que parece ser una “operación de falsa bandera” cruzada: hechos y decisiones pergeñadas en las sombras por unos para atribuírselas a otros a quien se quiere, en definitiva, perjudicar. En esta puja, de ambos lados de la grieta se imputan la responsabilidad de la maniobra.
A la luz de los acontecimientos, es posible advertir que aquel episodio del 22 de enero pasado, en el que un grupo de efectivos de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI), a paso marcial, entró en un local de Villa Gesell donde se realizaba un mitin partidario de Cambiemos y se formó para hacer la venia y saludar a la exministra de Seguridad de Macri, Patricia Bullrich, es el punto de partida.
Aunque muchos creen que Berni es el alter ego de Bullrich tanto en las formas como en la visión “dura” de la seguridad, para los policías no son lo mismo, en absoluto.
Lo dijo ayer Luis Tonil, policía de la provincia y defensor ad-hoc de los derechos de sus pares: “Berni no nos representa”. Ponía de resalto, así, una certeza entre los uniformados de rango medio y bajo: que luego de la sublevación de septiembre -y más con el incumplimiento del acuerdo que le puso fin a la protesta- se rompió la cadena de mando, y el ministro y el jefe y subjefe de la Bonaerense perdieron la capacidad de liderazgo de la tropa.
Como contrapartida, aquella escena de “respeto a la investidura” de la exministra en el bar de la Costa -espontánea o premeditada-, expone que Bullrich sí los representa. Así lo sienten desde que ella defendió públicamente a su camarada, el suboficial bonaerense Luis Chocobar.
En el Poder Ejecutivo provincial sostienen, por lo bajo, que Berni apuró aquella medida para mostrar cuál será el destino que les depararía a los policías que se plieguen a una eventual nueva protesta uniformada convocada a través de las redes sociales. Desde el entorno de Kicillof acusan a Cambiemos de promover la insurrección.
La oposición, a su vez, aguijonea al gobierno provincial por el aumento de la inseguridad, y le señala permanentemente el destrato hacia los uniformados. Marca, así, una diferencia que deja huella en las filas de la fuerza y, también, en el electorado.
Los policías se ven, por estas horas, atrapados en esa grieta. Creen que Berni montó una operación política con fines aún inextricables, pero en la que se entrevén varios objetivos: intentar recuperar la autoridad perdida, desarticular los nuevos reclamos de los uniformados, provocarlos para que reaccionen y se subleven y, en consecuencia, poder señalar al macrismo como promotores de un gigantesco acto de sedición.
Tonil fue más allá: en una entrevista en el noticiero +INFO, de LN+, deslizó su sospecha de que aquella protesta de septiembre -nacida, como la anunciada en las redes para este jueves, de la misma página de Facebook (Policía autoconvocado)- también fue orquestada desde el Ministerio de Seguridad. ¿El fin inconfesable?: aprovechar la demanda genuina de los uniformados y acicatearlos para lanzarlos a la calle, desatar la crisis y “resolverla” con una decisión de honda significación y consecuencias políticas: quitarle una gran tajada de la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires, el distrito que conduce Horacio Rodríguez Larreta y en el que Cambiemos construyó su poder y su identidad.
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