Piratas del río: obtenían fortunas por lo que pescaban a mansalva y, de paso, contrabandeaban fernet a Uruguay
Operaban frente a la cancha de River, cerca de la isla Martín García y en el río Uruguay, al sur de Gualeguaychú; con el arrastre de sus redes llenaban sus embarcaciones con sábalos y navegaban de noche hasta un punto en medio del agua para entregar su mercancía, por la que cobraban hasta 4800 dólares por día; usan lanchas nuevas de casi 10 metros y motores de 250 HP; ya hay cuatro presos; en escuchas, invocaron la protección política de un senador provincial
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Por la noche, el Río de la Plata es como un desierto oscuro. Más si no hay luna. Son menos de dos horas y media para cruzar hacia Uruguay, con la lancha cargada hasta los bordes de pescado o cajas de fernet. Van sin luces, pero rápido, con un tracker de 8,5 metros nuevo, sin lujos, que lleva montado un poderoso motor Honda de 250 HP fuera de borda, recién adquirido. El intercambio de dólares por el pescado y la bebida se produce en medio del río, frente a la boya Oyarbide, cerca de la Isla Martín García, otras veces directamente frente a la costa uruguaya, pero de este lado del canal, ante Nueva Palmira o Riachuelo, a cinco kilómetros de Colonia. Lo del desierto no es una licencia poética: los propios pescadores llaman así al río en sus charlas, porque les permite ver de lejos al Guardacostas de Prefectura, para acelerar a fondo y salir planeando, si hiciera falta.
Así operan los piratas del sábalo y el fernet. Pescan en la desembocadura de los arroyos Maldonado y Medrano, frente a la cancha de River, donde los sábalos “lomean” sobre la superficie. Ahí “hierve” de esos peces, que se alimentan de materia orgánica de desecho. Sin los sábalos el ecosistema colapsaría. Lo saben los dorados, que van allí a alimentarse. Cuando son atacados por los dorados, hacen un borbollón sobre el agua, que se calma recién cuando se extiende la mancha de aceite que dejan sobre el río, señal de que fueron cazados. Pero se ve cada menos dorados, porque los piratas del río están depredando a los sábalos.
Estos pescadores extienden su zona de pesca hasta Quilmes, más al sur, y sobre el Río Uruguay, en la desembocadura del Guazú. Actúan con recelo de la ley, pero invocan la protección política de un senador provincial peronista de Entre Ríos, que habría intercedido por ellos. Llevan hasta 16.000 kilos de pescado por semana en sus trackers cargados. Unos 12.800 dólares en efectivo a la semana.
Días atrás, un semirígido de la Prefectura Naval, sin luces, y con el motor silencioso, regulando, al ralentí, se acercó al amparo de la noche a unos pescadores que estaban contra los malecones del Puerto de Buenos Aires, frente a la usina de Puerto Nuevo, buscando surubíes, atraídos por el agua tibia, encarnando con anguila. Los sorprendieron y les dieron la voz de alto. Los pescadores se asustaron y los hombres de Prefectura los echaron, no sin antes advertirles que no los estaban siguiendo a ellos, sino a los trasmalleros, dijo a LA NACION un testigo de la escena.
En una buena jornada, con el contrabando del pescado y el fernet a Uruguay sacan hasta US$4800 dólares en un solo día. Tantos son los billetes que cambian por pesos, que compraron, en pocas semanas terrenos, televisores de 55 pulgadas electrodomésticos, hornos de microondas, autos usados y hasta una caja fuerte para guardar los billetes que cobraban de los acopiadores uruguayos que les compraban las cargas.
El sábalo casi no es consumido en Argentina. El 90 % se exporta a Brasil, Colombia y África, donde se lo utiliza para hacer harina de pescado o aceite de pescado, que es utilizado en la elaboración de alimentos balanceados. Los cupos de exportación se redujeron en el último año a poco mas de 6000 toneladas por la bajante del Paraná.
Parte de esta actividad ilegal fue revelada a LA NACION por pescadores artesanales del Río de la Plata y navegantes frecuentes que los ven asiduamente pescando con trasmallos que, muchas veces, se enredan en sus hélices. Otros usuarios del río fueron amenazados por estos pescadores furtivos.
La otra parte de esta actividad fue corroborada por una investigación del juez federal de Gualeguaychú Hernán Viri, que detuvo y procesó con prisión preventiva a cuatro personas por contrabando triplemente calificado. Los detenidos son Leonardo Fabián Ceballo, Maricel Soria, Sergio Gabriel Ceballo y Walter Manuel Cano, procesados con las agravantes que implican el número de personas que intervinieron en la maniobra, el hecho de que su mercadería puede afectar la salud pública, y por el valor de la mercadería, que llega a los 30 millones de pesos.
”Ha quedado acreditado en las probanzas recolectadas en el marco de la presente investigación que pudo haberse logrado un patrimonio valuado en más de 30 millones de pesos, contando para ello con embarcaciones y logística para mover miles de kilos de pescado de contrabando, obteniendo así ganancias en dólares, sin poder justificar, ninguno de sus integrantes, capacidad económica registrada para acreditar legalmente dicho nivel patrimonial”, afirmó el juez Viri en su procesamiento.
Doble problema
El problema es criminal, pero también ambiental. Silvio Arenas, inspector de la Dirección General de Fiscalización de Entre Ríos, le dijo al juez federal Viri que las normas de la zona donde actúa la organización permiten pescar hasta 100 sábalos, boga y tararira diarios con redes que no pueden exceder de los 250 metros de paño y un nudo o mayor a los 15 centímetros, para que los peces más pequeños puedan escapar. Arenas dijo que el tipo de pesca de la organización era “predatorio” y “descontrolado”.
Favorece a los pescadores furtivos la técnica que usan: el lanceo. Una vez que la ecosonda de la embarcación detecta el cardumen, se fondea la punta de un trasmallo y se gira en círculo, mientras se golpea el agua para que los peces, asustados, vayan hacia la red. “Este tipo pesca no está permitido”, dijo Arena, quien sostuvo que “es una actividad predatoria, e incontrolable, que afecta de manera grave el recurso natural ictícola, ya que realizan este tipo de lanceo entre dos o tres veces por día capturando los cardúmenes, sobre todo en época reproductiva que va desde octubre a marzo”.
La Prefectura Naval dijo a LA NACION que hace operativos y envió información sobre el decomiso de redes y trasmallos en Quilmes y Ensenada; se explicó que fueron labradas infracciones administrativas por falta de matrícula o elementos de seguridad. La excepción es la investigación entrerriana, donde la Prefectura hizo seguimientos a oscuras, vigilancias en la noche, discretas averiguaciones entre pescadores y vendedores mayoristas de fernet. Así dieron con los contrabandistas.
El detalle de las operaciones
Las fuentes conocedoras del Río de la Plata describieron las maniobras de estos pescadores clandestinos: los que antes eran unos “desarrapados” del río ahora se presentaban como pescadores poderosos, que se dedicaban a la pesca indiscriminada, encargando trackers nuevos en los astilleros y pagándolos US$ 60.000 en efectivo, cruzando a Uruguay. Hasta identificaron una casa en la zona de La Barquita, donde se mezclan las islas del Delta, salvajes, agrestes, con los bajos, y se confunde el límite entre Buenos Aires, Entre Ríos, la Argentina y Uruguay. Suelen pescar también boga en la boca del Guazú, ya casi llegando al Río Uruguay; se paga mucho mejor.
Estos datos sueltos de las fuentes que recorren el río encontraron corroboración en la investigación federal del juez Hernán Viri. Los investigadores realizaron escuchas telefónicas sobre los sospechosos. Sus conversaciones revelaron cómo se manejaba la organización y cómo lavaban la lluvia de dólares, inesperada, que recibían y que los llevaba a cambiar totalmente su tren de vida.
Por ejemplo, uno de los detenidos, Sergio Ceballo, conversa con un colega, al que llama Perrín, y le cuenta su negocio. “¿En dónde estabas sacando? ¿Estabas en la Martín García, vos?”, le pregunta Perrín, a lo que Ceballo respondió: “Claro… sacábamos cerca de la cancha de River más o menos, frente ahí al puerto de Buenos Aires, ahí donde se termina el puerto, vio? El último canal, canal sur”. Perrín le volvió a preguntar: “Y eso va todo al Uruguay?”, a lo que Ceballo respondió: “Todo al Uruguay, sí; a veces lo entregamos en Conchillas. Y el que pesca realmente sábalo directamente se lo lleva al Uruguay, está 87 pesos casi”. Perrin quiere saber: “¿Lo llevas vos? ¿O te lo buscan ahí? O sea, ¿te lo viene a buscar el tipo de Conchillas?”. Ceballo le aclara: “No yo se lo llevó hasta el canal; ahí viene la canoa, se lo carga y se lo lleva. Laburamos así, viste. No, a la costa no me arrimo ni loco”. A Perrín le preocupa la Prefectura: “No, allá no, porque allá es un desierto el río, es tan ancho. Si hay un guardacostas que viene lo ves de lejos por el canal y bueno, marchás… ponés en marcha y nos vamos para adentro, o sea, como si fueras para la costa uruguaya, y… no hay bola”, respondió Ceballo.
La pesca llovía como maná del cielo: “Ustedes están en la gloria, con el pescado en el Uruguay están en la gloria”, le dijo Perrín a Ceballo, que le contestó “Sí, sí. Esta semana, en cuatro días sacamos 16.000 kilos, sacamos allá y lo vendemos todo sin problemas. Y si podíamos traer más le traíamos más… pero rebién, y sí”.
Protección política
En otra conversación hablan de la protección que necesitan para evitar a la Prefectura: “Che, escúchame… mañana tenemos que estar en la municipalidad, ¿vos decís que nos van a dar bola en la Municipalidad de…”, y uno de sus interlocutores interrumpe: “Yo hablo con el senador, Leo”, a lo que Ceballo recrimina: “Pero ya tendrías que haberle mandado un mensaje al senador, boludo”. Su interlocutor explicó: “No puedo hablar con el senador sin ir para allá primero a preguntar si me lo dan”.
La Prefectura infirió que Ceballo se presentaría en la municipalidad de Islas del Ibicuy para conseguir que cesen allí los controles de la Prefectura, ya que les aplicaron multas, por lo que tenían que conseguir un permiso municipal para trabajar en la zona, motivo por el cual habían utilizado “influencias políticas” a través de un senador provincial de nombre Daniel, que supuestamente intercedió por ellos ante el gobierno comunal. La Justicia federal investigó al senador provincial, siguió esa pista, pero sin encontrar nada que lo ligue al caso, por ahora.
La organización buscó protección en la municipalidad porque ya había chocado con la Prefectura de Villa Paranacito y la de Ibicuy. Además, buscaban hablar con el senador provincial que ya los había ayudado, dado que tendría mucho “empuje político” para interceder ante el jefe de la Prefectura local, utilizando influencias a su favor para presionar y salir impunes de infracciones. La organización había alquilado una casa en el arroyo La Barquita, en el Delta, para cuando se trasladaban a pescar en esa zona.
En las escuchas se habla de operaciones de cambio de más de US$ 5000, de la compra de más lanchas y de abrir la exPesquería Galli, centro de operaciones de la organización, sobre la costa del Río Uruguay, como un balneario para lavar el dinero del negocio.
Negocio secundario
El fernet era un agregado, para cuando bajaba el volumen de la pesca. Compraban entre 20 y 60 cajas de 12 botellas cada una, que pagaban aproximadamente a 3 dólares en Gualeguaychú, y las vendían al doble en Uruguay. Un complemento del pescado.
De las escuchas surge que Maricel Soria, por ejemplo, se interesa en comprar una casa nueva y que adquirió un terreno. Y Leonardo Ceballo estaba averiguando por una Jeep Renegade, un motor fuera de borda nuevo, y dejó un adelanto de US$ 3000 para un barco nuevo que le estaban armando en un astillero para ir a pescar corvina en abril . Incluso se fueron de vacaciones en el verano a Miramar, a una casa alquilada en $ 55.000.
El movimiento de dinero es tal que necesitaban una caja fuerte para guardar los dólares. El 19 de enero pasado, Leonardo Ceballo llamó a un vendedor: “Hola que tal, recién te mande mensaje yo, me pasaste tu número”, y el hombre le respondió: “sí, sí... exacto. Por las cajas fuertes...”. Ceballo le dijo “Ajá, sí, ehmmm... escúchame, ¿y ahora en la mañana se podrá ir a ver?”. El diligente vendedor pactó un encuentro para ese día. La compra se concretó y la caja fuerte fue encontrada y secuestrada en la casa de Leonardo Ceballo y su mujer, Maricel Soria.
Ella, al parecer, ahorraba dólares en paralelo, a espaldas de su marido, y le comentó a sus amigas: “Me compré la trituradora que me faltaba, me compré el microondas, que más, me compré el tele de 55… el tele de 32, y un equipo”. Su amiga le dijo: “Ja, te compraste una banda”. Maricel le contestó: “Y, sí, porque viste que yo tenía eso ahorrado... Mirá, yo estoy pagando 1200 dólares, todo en efectivo”.
No podía contenerse. Su amiga Candela le comentó: “Ah, bien, bueno, capaz que te caguen a pedos un cachito, no más, pero bueno, ya está comprado”. Maricel le respondió: “Ya sé, pero con mis ahorros, con mis ahorros, Cande”. A la lista de compras le agregó un auto usado, un colchón nuevo y la habitación completa de algarrobo para su hija.
Tan bien le iban las cosas que pensó que le hacía falta algo más: “Una máquina de contar la plata me iba a comprar, porque si no te volvés pelotuda. Pero sí, seguro mañana a la tarde me la compro, porque viste que yo tengo que pagar acá en el campo a un montón de gente y el pescado”.
La buena les duró unos meses, entre el 14 de noviembre de 2019 y el 5 de marzo pasado, cuando los allanaron y los detuvieron.
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