Los argumentos de la fiscal para exculpar a dos de los diez imputados por el crimen de Fernando Báez Sosa
MAR DEL PLATA. La fiscal Verónica Zamboni, a cargo de la investigación del asesinato de Fernando Báez Sosa, cometido en enero último cuando salía de un local bailable de Villa Gesell, ratificó en su elevación a juicio que no tiene elementos para vincular a Juan Pedro Guarino y Alejo Milanesi, dos de los diez imputados, como partícipes del crimen.
Así se había insinuado pasadas tres semanas del crimen, cuando la ausencia de pruebas contundentes llevaron al juez de Garantías David Mancinelli a atender el pedido de la defensa y disponer la libertad de ambos jóvenes, aun cuando seguirían ligados a la causa.
La titular de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N°5 de Villa Gesell consideró que sí tiene pruebas relevantes para demostrar responsabilidad y culpabilidad de Máximo Thomsen, Ciro, Luciano y Lucas Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli y Ayrton Viollaz, que tenían entre 18 y 21 años al momento del aberrante hecho. Por eso pidió su enjuiciamiento bajo los cargos de homicidio doblemente agravado por alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas. Todos ellos cumplen prisión preventiva en la Unidad Penal de Melchor Romero, en La Plata.
La brutal acción de los involucrados fue registrada por cámaras de seguridad tanto del local bailable como las instaladas en vía pública, lo que permitió reconstruir en buena medida los movimientos de cada uno de los acusados y sus responsabilidades. También fue fundamental para esa recreación de los hechos el aporte de testigos, tanto en sus relatos como en las rondas de reconocimiento.
Zamboni dedicó buena parte de su requerimiento de elevación a juicio a citar el cúmulo de pruebas que involucran a los ocho que considera autores del homicidio, con sus distintos roles. Y postuló el sobreseimiento de Guarino y Milanesi a partir de la reconstrucción de sus movimientos durante la madrugada del 18 de enero último, cuando los ubicó primero dentro de Le Brique, donde el grupo protagonizó algunos incidentes que derivaron en su expulsión del lugar, decidida por custodios que controlaban la discoteca puertas adentro.
"Las esenciales pericias que arrojarían claridad sobre la participación o no de Guarino y Milanesi en el suceso, han arrojado resultado negativo", sostuvo la fiscal, que en el tramo final de su elevación a juicio aclaró que "el estar allí con su grupo de amigos o resultar con lesiones (en el caso de Guarino, por una posible quemadura, y en el caso de Milanesi, por presentar lesiones menores) no habilitan, por sí, a mantener una imputación penal por homicidio".
Destacó que los registros de cámaras de seguridad permiten divisar a Guarino y a Milanesi en la zona de Avenida 3 y Buenos Aires, a unos 50 metros del lugar del hecho. "Lo cierto es que los mismos no han podido tampoco ser ubicados, por las secuencias fílmicas, en el lugar directo de la agresión a Fernando, sino solo en inmediaciones y alejados de la víctima", afirmó.
Pero, por sobre todo, valoró que en los estudios de ADN realizados sobre sus propias prendas de vestir no hay indicios genéticos que sean compatibles con las muestras tomadas sobre la víctima. Tampoco hay restos de piel de ambos jóvenes bajo las uñas de Fernando Báez Sosa, que había llegado a defenderse y, en ese intento, rasguñó a alguno de sus atacantes. Además, los testigos tampoco los involucraron en el ataque directo.
Por último, la fiscal Zamboni concluyó que si bien Guarino y Milanesi pasaban sus vacaciones en Villa Gesell en la misma finca que los otros ocho acusados, "no menos cierto es que ello no permite por sí, y por el solo hecho de compartir un espacio físico para residir transitoriamente, afirmar que resultan partícipes del hecho".
A Fernando Báez Sosa, de 18 años, lo mataron a golpes frente al boliche Le Brique, sobre la Avenida 3. Quedó tendido sobre la vereda, ensangrentado e inconsciente. Tenían lesiones internas gravísimas que derivaron en su muerte, varias de ellas en el rostro. Entre ellas, algunas patadas que dejaron huellas de una de las zapatillas de los agresores. Un estudio determinó que esa suela pertenecía al calzado de Máximo Thomsen.
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