Lola Chomnalez: un detenido por un ADN que había sido prometido hace más de siete años
El sospechoso, con antecedente de una condena por violación, fue arrestado tras hallarse la coincidencia entre su huella genética y el rastro hallado dentro de la mochila de la adolescente
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Lola Chomnalez fue asesinada el 28 de diciembre de 2014 mientras caminaba en la playa del balneario uruguayo de Barra de Valizas. La muerte de esa adolescente de 15 años causó una fuerte conmoción social en la Argentina, pero la investigación en el departamento de Rocha avanzó a paso lento. Pocas semanas después del crimen, los detectives habían anticipado que se cotejaría la base de datos de detenidos por ataques sexuales con el rastro de ADN hallado en pertenencias de la menor. Luego de más de siete años –y un mes después de otra visita de los padres de Lola a las autoridades judiciales de Uruguay– fue detenido un sospechoso cuya huella genética habría coincidido con el perfil buscado.
Ese hombre de 39 años fue arrestado en la localidad de Chuy, en la frontera con Brasil, y registra antecedente de una condena por violación en 2009 y otra por agresiones en 2003. Fue trasladado a la fiscalía de Rocha, donde será informado de la acusación.
En las próximas horas será indagado por la fiscal del caso, Jéssica Pereira; y el juez de Primera Instancia de esa jurisdicción, Juan Manuel Jiménez Vera. Se dictó su procesamiento por el homicidio.
Los familiares de Lola se habían reunido hace pocas semanas con el fiscal general de La Corte, Juan Gómez, para reclamar avances en la investigación sobre el crimen. Se presume que esa reunión agilizó los cotejos de ADN entre las muestras obtenidas en el caso Chomnalez y registros de otros expedientes de crímenes violentos o de índole sexual.
El director de Comunicación de la Fiscalía de Uruguay, Javier Benech, confirmó la información en diálogo con TN: “Es una noticia que está en pleno desarrollo. La fiscal de Rocha me transmitió que, efectivamente, hay una persona detenida y que estamos hablando del presunto autor del homicidio. Obviamente, hay que profundizar en la investigación, faltaba encontrar al autor”.
En 2019, la Justicia había procesado a Ángel Moreira, conocido como Cachila, por coautoría de homicidio, por pedido del fiscal que en ese momento intervenía en el caso, Jorge Vaz. Ante la Justicia, este cuidacoches y vendedor de estampitas, de 36 años, admitió que había estado con la adolescente en el momento en que murió, y que incluso le había tomado el pulso para corroborar si había muerto, tras lo cual huyó del lugar porque “tuvo miedo”. El mismo año un Tribunal de Apelaciones ratificó el procesamiento.
Sin embargo, a fines de abril de este año, la fiscal del departamento de Rocha Jéssica Pereira solicitó ante el juez de Primera Instancia de esa jurisdicción, Juan Manuel Jiménez Vera, que se condene a Moreira a diez años de prisión por encubrimiento. El perfil genético de Cachila fue uno de los 40 que, a lo largo de la investigación, se descartó por no coincidir con los rastros biológicos del presunto asesino, que quedaron en el DNI y en una toalla que estaba dentro de la mochila de Lola. Esas pertenencias se encontraron enterradas en el médano donde fue hallado el cuerpo de Lola.
Un sorpresivo hallazgo
El trabajo de los peritos que estuvieron en ese lugar –luego de 48 horas de búsqueda de la adolescente argentina–había ignorado una prueba que, finalmente, resultaría clave por el hallazgo de ADN masculino. Ni siquiera encontraron en ese momento la mochila, sino que fue hallada dos semanas después, cuando la escena del crimen ya había quedado sin custodia en una situación que la justicia uruguaya no pudo explicar.
La mochila, cuyo contenido es hoy fundamental para el arresto del sospechoso, fue encontrada un día después de que dejase la causa la jueza Marcela López, que tras ordenar que los periodistas argentinos no se acercasen a menos de 200 metros de su juzgado pidió una licencia médica. Fue ese el primer reemplazo de funcionarios judiciales de los muchos que suma esta causa.
La causa está bajo el régimen del viejo Código Procesal Penal uruguayo –en 2017 hubo una reforma–, por lo que los padres de Lola debieron sortear varios obstáculos y aceptar, entre otras cosas, que muchos de los trámites sean por escrito y que no se les permita estar en las audiencias, que no son orales ni públicas.
“Esta etapa de la investigación es reservada y la fiscal en estas horas va a resolver efectivamente qué es lo que sucede. Si la fiscal solicitó la orden de detención es porque tiene elementos suficientes como para proceder”, agregó Benech, director de Comunicación de la Fiscalía de Uruguay.
“Hay que tener rigor científico y jurídico y dar las respuestas a la familia después de tanto tiempo. Las evaluaciones las haremos cuando terminen las diligencias de hoy (por ayer)”, dijo a Télam el abogado Juan Barrera, que representa en el expediente a la familia Chomnalez, junto a su colega Juan Williman.
El nuevo detenido, cuya identidad no trascendió oficialmente, tendría un perfil similar al hombre conocido como Cachila, ya que en ambos casos se habrían movido en Valizas en el verano de 2014/15 como cuidacoches y changarines. Cachila siempre estuvo cerca de los investigadores, ya que fue un identikit muy similar a su rostro el que circuló como potencial sospechoso en los primeros días de la pesquisa. En abril de 2015 fue detenido, confesó el crimen, luego se retractó y solo aceptó haberse cruzado con Lola mientras ella intentaba caminar los cinco kilómetros que separan los balnearios de Valizas de Aguas Dulces.
Esa zona de playa no tiene paradores y los paseos en ese tramo eran entonces habituales entre los turistas, pero una vez que se avanza un par de kilómetros el caminante queda fuera de la vista de quienes disfrutan de la playa en la zona céntrica de esos de por sí pequeños balnearios.
La escena del crimen
Lola había llegado dos días antes a Valizas para pasar sus vacaciones con su madrina, Claudia Fernández; la pareja, Hernán Tuzinkevich, y el hijo de ese hombre, que en ese momento tenía 14 años. A pocos minutos de iniciar su caminata, la adolescente cruzó una asentamiento situado directamente en la playa. Se lo conocía como barrio Islas Malvinas y era refugio de pescadores, buscavidas y maleantes. Cachila vivía allí en ese trágico verano. Se sospecha que el nuevo detenido también se albergaba en esas construcciones de maderas e hierros alcanzados por la marea. El cuerpo de Lola fue encontrado a poco menos de dos kilómetros de allí. Y la escena del crimen no podía dejar dudas de que se trataba de atacantes que conocían muy bien el lugar. No solo llevaron a la adolescente a una zona de médanos que ocultaba lo sucedido ante potenciales caminantes a orillas del mar, sino que dejaba a los asesinos a pocos metros de una huella usada en cabalgatas para paseos en un tupido monte. El lugar de la emboscada no parece haber sido elegido al azar.
El cuerpo de Lola reveló cortes y heridas punzantes en un brazo. También un fuerte golpe. La autopsia señaló que murió asfixiada al ser presionada su cara contra la arena. El móvil del crimen no fue aún aclarado. Si el objetivo fue el contenido de la mochila rosa se trataría de un homicidio derivado del robo inicial. Pero la mochila apareció en el lugar del hecho. Dos semanas después de que supuestamente la zona hubiese sido rastrillada en busca de pruebas. Esos peritos no se dieron cuenta, al menos, de que una mochila estaba enterrada en la arena. Y adentro estaban el DNI de Lola y una toalla.
En ambos elementos se encontró el rastro de ADN que más de siete años después generó el arresto que, para las autoridades judiciales uruguayas, podría poner fin al misterio de un caso que desde su inicio tuvo que superar múltiples fallas en la investigación.
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