BARRA DE VALIZAS.- No hay un cartel, tampoco un monolito, ni siquiera alguna foto gastada por el paso del tiempo y las inclemencias propias de una zona costera, que recuerden que allí, cuatro años atrás, fue encontrada muerta y semienterrada en un médano la adolescente argentina Lola Chomnalez , en el verano de 2014.
Sin detenidos y con la causa en una virtual parálisis, Valizas, uno de los parajes preferidos por los turistas que buscan evitar la exposición y el glamour esteño, comenzó una nueva temporada con la calma que caracteriza el lugar.
La casa donde estaba la joven con familiares, el lugar donde fue encontrado su frágil cuerpo y los caminos que recorrieron cientos de veces durante su búsqueda, parecen haber quedado atrás y la sensación de que "acá no pasó nada" es la que reina cuando alguien pregunta sobre el crimen que continúa impune .
La pequeña plaza en la que desemboca la calle principal ahora cuenta con una escuela de circo donde jóvenes muestran sus destrezas y recogen algunas monedas ante cada pirueta mientras, a unos 50 metros, se puede observar el techo de la casa donde se alojó Lola aquel verano.
Ese techo ya no es de paja y madera. Ahora luce chapas de zinc. También el pequeño balcón que mira de costado al mar sufrió modificaciones. La causa, en cambio, parece detenida en el tiempo.
La vigilia de la familia
El abogado de la familia de Lola, Jorge Barrera, se lamentó ante LA NACION de la falta de novedades respecto del crimen. "Han pasado cuatro años de investigaciones, testigos, pruebas, indagados, informes periciales y no hay avances lo suficientemente contundentes para darle la respuesta que la familia merece y espera pacientemente".
"No podemos decir que no se ha trabajado porque la causa tiene un número de cuerpos que avalan los esfuerzos que se han hecho desde la Fiscalía, la Justicia y nuestro patrocinio pero ni siquiera el cotejo del ADN encontrado con el banco de ADN que existe en el país dio resultados positivos", agregó el letrado y remarcó: "De todas formas, tanto la familia como nosotros no vamos a abandonar la búsqueda de la verdad ni permitir que el caso continúe impune".
Adriana Belmonte, la madre de Lola, había cuestionado que la Justicia fuera tan lenta. "La distancia suma y colabora a esa lentitud", dijo el año pasado la mujer. Mientras, la familia de Lola viajó en tres oportunidades durante el 2018 a Rocha para poder seguir de cerca el expediente.
El caso
Lola tenía 15 años cuando a las dos de la tarde del 28 de diciembre de 2014, mientras estaba alojada en la casa que su madrina había alquilado en Valizas, decidió salir a caminar por un sector costero de 6 kilómetros que une ese paraje con el balneario Aguas Dulces.
La adolescente saludó a sus familiares y salió con su mochila rosa cargada con una botella de agua, un libro de Julio Cortázar y 2500 pesos uruguayos. Sería la última imagen con vida que se tendría de Lola, que fue encontrada muerta 48 horas después por un pescador en un monte apartado a unos 100 metros de la línea de playa.
El crimen habría ocurrido minutos después de su salida y la causa de la muerte fue "asfixia por compresión" contra la arena. El cuerpo presentaba cortes en el cuello, un brazo y no había signos de una agresión sexual.
Lo que seguiría sería una frenética ronda de más de 10 detenciones que durarían pocas horas, lo que complicaría aún más la causa que cambió de magistrado en tres oportunidades. La compleja investigación primero apuntaría a la familia de la adolescente de Palermo, luego a gente de la zona, pero nunca con una pista firme.
El primer sospechoso que se buscó fue "un hombre delgado, alto, canoso y de unos 40 años" a quien un testigo vio cerca de Lola caminando en la misma dirección que la adolescente porteña.
El primer detenido con ese perfil sería "el Conejo" Richard Gutiérrez, a quien se liberó días después al no ser identificado en el juzgado por las dos personas que dieron testimonio para armar el identikit.
Gutiérrez había quedado complicado, más allá del parecido al identikit, por encontrarse trabajando junto a un compañero, Juan Sosa, en un techo de una casa casi al final de la playa de Valizas, en dirección a Aguas Dulces, desde donde se podía ver el recorrido que hizo Lola.
Según Sosa, "el Conejo" había desaparecido de su lugar de trabajo por unos minutos y, más tarde, reapareció con dinero.
Sin embargo, Sosa no sostuvo firme su posición en el careo y la madre de Gutierrez aseguró que fue ella quien le dio dinero durante las horas del crimen. Esta liberación significaría la salida de la primera jueza interviniente.
A pesar de que las fojas y libros dentro del expediente se van acumulando, las certezas aún no llegan a la investigación.
Tres juezas en 10 días
Entre las dificultados que tuvo la investigación se encuentra que el cambio de jueces en dos oportunidades. Quien dirigió el caso los primeros nueve días, fue Marcela López, que subrogaba a Silvia Urioste Torres.
La gran presión y repercusión que tuvo el caso llevó a que López pidiera apartarse de la investigación el 9 de enero "por estrés", antes de terminar la subrogancia. La causa quedaría en manos de una jueza de paz durante cuatro días en los que se paralizaría. Recién el 13 de enero asumiría la titular del juzgado de Segundo Turno de Rocha, Urioste Torres. Un día después encontrarían la mochila de Lola y comenzaría un nuevo interrogante.
Cuando habían pasado 16 días del crimen y a menos de 50 metros de donde estaba el cuerpo de Lola, se halló la mochila que estaba enterrada. Según informó en ese momento el Ministerio del Interior uruguayo, a cargo de la seguridad en el país vecino, "se procedió a la apertura del objeto hallado, constatándose que le pertenecía de acuerdo a los objetos encontrados en la misma".
"La Justicia y los investigadores del caso continúan en la búsqueda de más pruebas que puedan develar al autor del crimen", decía el comunicado del 14 de enero de 2015 y agregaba que se trataba de "un importante avance hacia la resolución del caso".
Dentro de la mochila, color rosa chicle, se encontrarían todas las pertenencias de la víctima: la billetera con el DNI, un libro y un pareo. Lo único que no estaba era el dinero que llevaba cuando salió de la casa que compartía con su madrina. En total eran alrededor de 100 dólares los que tenía Lola en su poder. Ese sería el punto de partida para una nueva hipótesis en la causa: el robo seguido de muerte.
A pesar de que el peritaje determinó que la mochila estuvo en ese lugar más de 14 días y soportó una intensa tormenta, eso no disipó las dudas sobre si el objeto no fue "plantado" en el lugar.
Esto se debió a que la zona donde apareció el cuerpo no fue resguardada por López. Cualquier persona podía recorrer el lugar al día siguiente del hallazgo. Nunca hubo custodia, ni rastrillaje permanente hasta el cambio de magistrada.
Una semana después de hallar la mochila, se conoció el resultado de los peritajes que arrojarían una pista que, al día de hoy, es la más firme, pero que sigue sin respuestas. Se encontraron manchas de sangre en el pareo dentro de la mochila que son de un hombre.
Las mismas fueron cotejadas con las muestras de los detenidos y liberados. No coincidió con nadie aún. A partir de este momento, la causa comenzó a naufragar. En total fueron cerca de 40 los sospechosos investigados a lo largo de estos años. Además se hicieron cotejos de ADN cuyo resultado fue el mismo: ninguno era el asesino de Lola.
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