Locura e impunidad. Los dos menores presos por el asesinato de Andrés Blaquier quisieron fugarse y casi matan a los celadores
Ocurrió cuando viajaban a 100 kilómetros por hora por la Panamericana, durante un traslado; luego de ser reducidos, chocaron las cabezas entre sí y contra las ventanillas para inculpar a los guardias; llevado a un nuevo centro de detención, uno de los adolescente dijo que le iba a ser muy fácil escaparse
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Dos minutos de locura, dos minutos en los que pasó de todo. En un ataque coordinado dentro de una camioneta que circulaba a 100 kilómetros por hora por la Panamericana y que los trasladaba a Pilar, para un reconocimiento en rueda, los dos menores procesados por asesinar al empresario Andrés Blaquier para robarle la moto intentaron fugarse. Uno de ellos golpeó brutalmente a un celador que tenía a su lado; el otro, desde atrás, le cruzó la cadena de las esposas alrededor del cuello a otro vigilador, para ahorcarlo, mientras le gritaban al chofer que parara, para escaparse. Después de esos 120 segundos de pandemónium, los celadores lograron reducirlos. Pero ese no fue el final: en ese momento, los dos adolescentes detenidos, de 16 y 17 años, comenzaron a golpearse las cabezas entre sí, y a darlas contra las ventanillas del vehículo, para autolesionarse. “¡Les va a recaber!”, les decían, mientras se reían y adelantaban que iban a denunciarlos por provocarles esas heridas en el traslado.
La historia, inconcebible, tiene una coda: en la entrevista de admisión a un nuevo centro de detención, en Lomas de Zamora, el mayor de los menores detenidos por el crimen le dijo a un psicopedagogo que había intentado fugarse durante el traslado porque tenía “problemas de convivencia” en el instituto Almafuerte, en La Plata, donde estaba alojado. Y, sin ruborizarse, y con total impunidad, también le dijo que, por lo que advertía, en un primer vistazo, le sería posible evadirse. “Acá veo muy fácil para escaparme”, le confió.
Así se desprende de las declaraciones de los celadores y de las actuaciones judiciales labradas a partir del episodio. El juez de Garantías del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil que tiene el caso tomó cartas en el asunto y mandó un oficio al Centro de Detención de Lomas de Zamora para que arbitre las medidas necesarias para evitar que el menor cumpla con su profecía.
Según pudo saber LA NACION, el hecho, ocurrió días atrás, cuando los dos adolescentes eran trasladados, uno desde el instituto Aráoz Alfaro, de La Plata, y el otro desde el Almafuerte, de Morón, a la Fiscalía de Responsabilidad Penal Juvenil de Pilar, donde ambos iban a ser sometidos a una rueda de reconocimiento por el robo de la moto verde con la que se le pusieron a la par de Blaquier y le dispararon el sábado 29 de octubre a la tarde, en el kilómetro 50 de la autopista Panamericana. No le tiraron porque se resistió: lo hicieron, simplemente, para hacerlo caer y robarle la BMW GS1200 negra en la que volvía con su esposa a su casa en el country Martindale, de Pilar, luego de haber asistido a la velada del Abierto de Polo de Hurlingham.
En un momento del trayecto hacia Pilar, uno de los menores le pidió a uno de los guardias que le aflojara un poco las esposas, porque le cortaban la circulación. Cuando lo hacía, según declararon coincidentemente los tres celadores (uno por cada joven y el chofer), uno de los dos gritó “¡ahora!”. Y comenzaron un ataque coordinado. El menor de los asaltantes comenzó a golpear sin parar en la cabeza al guardia que tenía a su lado; le pegaba primero con las esposas, y luego con una llave. El otro –su primo hermano– pasó ambos brazos por sobre la cabeza del celador que tenía adelante suyo y comenzó a ahorcarlo. Exigían que pararan. Querían bajarse y perderse a la carrera.
El chofer pudo desabrocharle el cinturón de seguridad a su compañero, que estaba siendo ahorcado. Eso le permitió darse vuelta para defenderse. Providencialmente, los guardias lograron controlar la situación, aunque luego terminaron en el hospital, con lesiones cortantes en la cabeza y politraumatismos.
Cuando parecía que volvía la calma, ocurrió eso que llevó a uno de los guardias declarar: “Nunca vi tanta violencia”. Los menores empezaron a chocar sus cabezas entre sí y contra los vidrios, mientras reían y les decían que iban a decir que esas lesiones se las habían provocado los guardias, en una imposición de severidades.
Tras el episodio, el adolescente de 17 años, que estaba alojado en el instituto Almafuerte, fue trasladado a un Centro de Detención en Lomas de Zamora. Allí tuvo una entrevista con un especialista, para el informe socioambiental de rigor.
En ese momento fue que confesó que había querido irse cuando lo llevaban a comparecer, y que se había querido fugar por el patio del Almafuerte cuando iba a la fiscalía porque tenía “problemas convivenciales”. El psicoterapeuta advirtió que, además de la reticencia para hablar, el adolescente mostraba “una clara naturalización de lo ocurrido”. Tanto, que incluso se animó a decirle: “Acá veo muy fácil para irme”. Así consta en el expediente.
“Además de la gravedad del intento de fuga y de la agresión a los guardias, me llaman la atención dos cosas: una, el hecho de que, tras haber llevado a cabo el ataque coordinado, y una vez reducidos, se golpearan las cabezas para autolesionarse e implicar falsamente a los guardias; y, luego, que uno de ellos, con total naturalidad, admitiera que le resultaría muy fácil escaparse del lugar donde lo llevaron detenido”, dijo a LA NACION el abogado de la familia Blaquier, Ramiro Salaber.
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