Su pareja lo iba a dejar y él le pidió “el último beso” solo para poder degollarla
El hecho ocurrió cuando la mujer visitaba en la cárcel de Salta a su esposo, un expolicía preso por narcotráfico, que ya había planeado matarla y luego suicidarse; dejó escritas cartas en las que admitía el crimen, por el cual la Justicia lo condenó a 11 años de prisión por tentativa de femicidio
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Tenía todo planeado. Pero, en ese momento, solo él lo sabía. Detenido por narcotráfico en el Complejo Penitenciario Federal NOA III por narcotráfico, el expolicía Ramón Oscar Luna recibió la visita de su pareja; como solía hacerlo, la acusaba de serle infiel y comenzó a reprocharle sus posteos en las redes sociales. Ella no daba más, estaba cansada de los celos y del férreo control con el que la agobiaba. También lo tenía decidido: era el final de la relación. Le dijo a Luna que la relación no iba más. Él le respondió que se esperaba eso, y que solo quería llevarse de ella “un último beso”. Aceptó, y no imaginó cuán cerca se puso, con esa decisión, al borde de la muerte.
Luna sacó del recipiente de plástico el cuchillo que había escondido en el bizcochuelo con el que decía que quería agasajar a su mujer en la visita conyugal. Mientras se daban ese “beso del final”, rápidamente le asentó la faca en el cuello y le realizó un corte de lado a lado. La sangre le salía a borbotones, pero ella logró asirle la mano con el puñal y gritar para pedir ayuda a los guardias, mientras el expolicía buscaba cómo terminar su faena homicida: la golpeó y hasta le mordió la mano para que soltara el cuchillo y asesinarla. Dos penitenciarios entraron y lo redujeron, mientras la víctima, como pudo, pasó por encima del pretendido femicida y logró salir de la habitación privada del penal. El acusado no pudo cumplir lo que se había prometido a sí mismo: “Decidí matarme junto a la persona que amo, no puedo seguir sufriendo acá”, escribió en una de las escalofriantes cartas con las que esperaba explicar a sus allegados ese sino trágico y criminal.
Durante el juicio, el narcopolicía no negó la autoría de esas cartas. Más aun, le dijo al tribunal, ante una pregunta del fiscal: “Si está escrito así, no lo voy a negar”. Así, el juicio se consumó apenas con la discusión técnica alrededor de agravantes y atenuantes. Hasta hoy, cuando el Tribunal Oral Federal Nº1 de Salta condenó a Luna a 11 años de prisión por “tentativa de femicidio doblemente agravado por el vínculo y violencia de género contra su ex pareja, en concurso real con lesiones leves en perjuicio de dos guardias”, a los que les dio cabezazos y mordidas en su tenaz lucha para zafarse y poder asesinar a su ex.
El monto de la pena impuesta por el tribunal integrado por Marcelo Juárez, Liliana Snopek y Federico Díaz coincidió con la que había solicitado el fiscal federal Ricardo Toranzos, del Área de Casos Complejos de la Unidad Fiscal Salta del Ministerio Público Fiscal de la Nación.
El intento de femicidio se produjo el 17 de enero de 2020, en la habitación 1 de la cárcel federal de Güemes, destinada a las visitas íntimas entre los presos y sus parejas. “Luna premeditó todo, dispuso una suma de dinero para ser retirado por su mujer, siendo este uno de los motivos más fuertes utilizados para asegurarse la presencia de la víctima, a quien incluso le pidió de manera expresa que no fuera con la hija, por lo que vemos que había pensado en todos los detalles”, dijo el fiscal en su alegato.
Toranzos aprovechó su alocución para solicitar, a partir de la experiencia de este caso, un cambio de protocolo para garantizar la seguridad e integridad física de las personas durante las visitas íntimas. Para eso solicitó al TOF 1 que, en forma subsidiaria a la sentencia, requiriera al “Ministerio de Justicia de la Nación y al Servicio Penitenciario Federal un protocolo multidisciplinario para ser aplicado a las visitas, tanto íntimas como de orden familiar, a fin de que no se repitan casos similares y así se garantice la seguridad ante cualquier situación de violencia, en especial sobre las mujeres”.
Detalló el fiscal todos los pasos que le permitieron a Luna situarse en una situación óptima para intentar ejecutar su decisión femicida, sin encontrar escollos en los sistemas de control penitenciario: “El acusado realizó todos los trámites internos para la disposición de ese dinero, lo cual fue ratificado por personal del Servicio Penitenciario Federal que prestó declaración: los penitenciarios no solo ratificaron lo solicitado por Luna, sino también explicaron en detalle el protocolo para la disposición de esa suma, consistente en 10 mil pesos”, se explicó en el portal institucional del Ministerio Público, fiscales.gob.ar.
Destacó que Luna esperó a su esposa con un bizcochuelo que llevaba en un recipiente plástico en el que había escondido un cuchillo; él mismo declaró que los guardias no le revisaron el recipiente de plástico y que él contaba con eso, ya que “nunca lo revisaban”.
Y explicó que las habitaciones en las que se realizan las visitas íntimas “disponen de las comodidades básicas, pero sus puertas carecen de un picaporte interno, por lo que, ante cualquier imprevisto o amenaza de violencia, las personas en su interior no tienen posibilidad de auxiliar. A ello se suma que, en este caso, no funcionaba un intercomunicador interno existente en el cuarto”.
Completó: “Solo la aparición del guardia que golpeaba las puertas de las habitaciones, minutos antes de que se cumplan las dos horas de la visita, constituía el único elemento de resguardo que, en este caso y de milagro, permitió la intervención de los guardias cuando Luna luchaba con su mujer para rematarla”, afirmó Toranzos.
Sangrienta despedida
Luego, el fiscal relató el ataque: los reclamos por celos, la manifestación de la ruptura conyugal, el pedido del “último beso” y el ataque feroz. “Tal era la intención asesina de Luna que, pese a ver a su mujer ensangrentada, no reparó en detenerse ante los gritos de su víctima. La golpeó varias veces e incluso la mordió para que suelte el cuchillo y así rematarla, lo que afortunadamente no sucedió debido a la intervención de un guardia, quien escuchó los pedidos de auxilio y actuó en consecuencia”, señaló Toranzos.
“Ante el guardia y otro funcionario que intervino, Luna ofreció una tenaz resistencia al punto que llegó a lesionarlos con cabezazos y mordidas, sin perder de vista a su víctima, a quien quería atacar nuevamente para cumplir con su plan -detalló Toranzos-. Para ponerse a salvo, y pese a la importante pérdida de sangre, la mujer tuvo que saltar entre medio de los guardias y su pareja para estar resguardada”, agregó.
Luego, el fiscal se refirió a las cartas escritas por el propio Luna, dirigidas a dos hijas, su suegra y un juez federal, las cuales había preparado con la seguridad de que iba a lograr su cometido. “En estas cartas, Luna reconoció con frases claras y contundentes la empresa homicida que había proyectado, pero que no pudo concretar por la intervención de terceros”, indicó Toranzos.
“Que Dios, si existe, me perdone por lo que decidí hacer. Los cuidaré a ustedes y a mi hijita desde el lugar que Dios me mande a descansar”, le escribió a una de sus hijas.
“Mañana va a ser un día muy difícil para mí y toda mi familia que me quiere… No te sientas culpable de esto, aprende que no hay que tener lástima de nadie, bueno con los buenos y malo con los malos, desde donde esté te iluminaré todos los días”, le dejó como legado a la otra.
“Sé fuerte, yo no perdono, si existe un Dios, él es el único que puede perdonar si uno lo merece. Si no, no”, también escribió, críptico. hasta que llegó a la nota que le dejó al juez que lo había mandado preso a Güemes por la causa de narcotráfico: “Decidí matarme junto a la persona que amo, no puedo seguir sufriendo acá”.
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