“Le agarró el gusto”: el hermano del sospechoso del doble crimen de Vicente López habló sobre las prácticas de tiro
Diego Del Rio se presentó en la fiscalía y comprometió la posición del detenido por los asesinatos de sus padres
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Diego Del Rio, hermano mayor del presunto parricida de Vicente López, declaró otra vez en la causa para aclarar que no tiene ninguna relación con el crimen de sus padres y volvió a complicar a Martín, su hermano menor, al afirmar, entre otras cosas, que el detenido por los asesinatos “practicaba tiro regularmente”, informaron hoy fuentes judiciales.
La nueva declaración del mayor de los hijos de las víctimas José Enrique Del Rio, de 74 años, y María Mercedes Alonso, de 72, se dio ayer ante dos de los tres fiscales de la causa, Marcela Semería y Alejandro Musso, y se produjo de manera espontánea, ante la necesidad del testigo de aclarar algunas cuestiones planteadas por la defensora de su hermano, Mónica Chirivin, quien llegó a pedir en el expediente que se lo investigue como sospechoso.
”No tengo ningún tipo de vinculación con el homicidio de mis padres”, dijo el consultor de 47 años, al inicio de su nueva testimonial, a la que accedió Télam, en la que incluso, le entregó a los fiscales su teléfono celular y les dio su clave para que lo periten. Una de las cuestiones planteadas en la causa y de manera pública por la abogada Chirivin, para que el hermano mayor de su cliente sea investigado como sospechoso, fue que el 25 de agosto, día del hallazgo de los cuerpos de sus padres, por la tarde, él había concurrido a la vivienda del country San Diego, de Moreno, donde las víctimas pasaban el fin de semana y donde luego la Policía secuestró una serie de armas de fuego.
Diego Del Rio explicó que solo concurrió allí “en dos oportunidades y siempre por disposición de la fiscalía y acompañado por policías” y que la primera fue aquella tarde del 25 de agosto a verificar si allí se hallaban las armas de fuego propiedad de su padre y que “unos días más tarde” regresaron para “secuestrar dicho armamento”.
Chirivin también planteó en un escrito que los cuatro testigos que identificaron a Martín Del Rio, de 46 años, como el “caminante encapuchado” que quedó filmando yendo y volviendo de la escena del crimen -entre ellos su hermano-, manifestaron que “odiaban” a su cliente . Los fiscales le preguntaron a Diego Del Rio si tenía hacia Martín un sentimiento de odio o lo tuvo previo al hecho, y contestó: “No, para nada, de hecho una vez que pasa esto nos juntamos tres veces con mi hermano, con el abogado Félix Linfante”.
”El hecho que le haya prestado plata y que no me la haya devuelto sí enfrió un poco las cosas pero la verdad es que si nos veíamos, no había problema”, dijo al recordar lo que ya había declarado con anterioridad, es decir, que su hermano nunca le terminó de devolver unos 110.000 dólares que él y su esposa le habían prestado.
A diferencia de lo que dijo la defensora del acusado, Diego Del Rio contó que luego de que Martín fuera arrestado por el caso, fue tres veces a su lugar de detención, la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro, a llevarle cosas como “ropa, comida y elementos de higiene”. Y agregó: ”También le escribí dos cartas, le llevé un libro en estas visitas, pero después decidí no hacerlo más porque quise evitar la exposición mediática”.
Los fiscales aprovecharon al testigo para preguntarle otras cuestiones y una de ellas fue si podía describir la relación de Martín Del Rio con las armas de fuego, y al respectó, contestó: “Durante una época él practicó tiro regularmente. Me acuerdo que no fue hace tanto tanto tiempo, y él practicaba tiro regularmente en el polígono que estaba en La Pampa cerca de Migueletes, le agarró el gusto para ir a tirar”.
El hermano del acusado del doble crimen comentó: ”Él iba a tirar con sus armas, pero nunca vi en detalle cuáles eran porque, la verdad, es que las armas a mí nunca me gustaron”. También negó, tal como declaró en su indagatoria su hermano, que su padre Enrique fuera cómplice en el supuesto engaño a su madre ante la imposibilidad de mudarse en forma inmediata al edificio Chateau Libertador de Núñez, y volvió a ratificar que “lo que sabía o al menos suponía” según los dichos de sus padres era que “ese día se mudaban, el 24 de agosto”.
Sobre qué impresión tuvo de la actitud posterior de su hermano al hecho, contestó que se juntó varias veces con Martín para ver cuestiones administrativas porque él “no tenía idea de los negocios” de sus padres, pero aclaró: “Hasta el momento que lo arrestaron jamás dudé de él”.
Reveló que el miércoles último se enteró que uno de los inquilinos “le había llevado plata el domingo anterior al asesinato y dijo que Martín quería comprar un garaje en la calle Virrey Liniers”, aunque ni él ni su cuñada sabían nada de este nuevo negocio.
Los fiscales introdujeron con una pregunta a una mujer llamada Geraldine, que según fuentes judiciales consultadas por Télam, hoy iba a prestar declaración en la causa. Sobre ella, Diego Del Rio dijo que era una “amiga” de su hermano, que le escribió al enterarse de su detención, que la mujer le dijo que le parecía “una locura” y que le contó que le envió abogados pero “Pato” -como le decían en la familia al imputado-, los había rechazado.
En su declaración, el mayor de los hermanos también autorizó a los fiscales a revisar los autos de la familia -su padre coleccionaba automóviles de alta gama-, que están estacionados en los garajes que explotaba comercialmente en la Capital Federal.
El matrimonio Del Río apareció asesinado -él de tres balazos y ella de uno-, el 25 de agosto en el interior de su automóvil en el garaje de su casona de la calle Melo 1101, de Vicente López. Su hijo menor, Martín Del Rio, fue detenido el 7 de septiembre y quedó imputado por “doble homicidio cuádruplemente calificado por el vínculo, la alevosía, por criminis causa (matar para lograr la impunidad) y por el uso de arma de fuego”, delito que prevé como única pena la prisión perpetua.
Para el equipo de fiscales, el comerciante que heredó los negocios de su padre fue quien el 24 de agosto por la tarde llegó a la casa de la calle Melo, con alguna excusa convenció a sus padres para subirse al auto Mercedes Benz E350 estacionado en la cochera y los ejecutó con una pistola calibre 9 milímetros desde el asiento trasero, para luego simular un robo en la propiedad y huir de la escena de un crimen que para los investigadores, tuvo un móvil económico.
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