Las tropas especiales recuperaron a la madrugada el control del penal de Las Flores y encontraron muerte y destrucción
ROSARIO. Con motos que alumbraban en la oscuridad y el denso humo que flotaba en los pasillos del penal de Las Flores, al norte de la ciudad de Santa Fe, unos 150 agentes de grupos especiales de la Policía y del Servicio Penitenciario lograron recuperar la cárcel recién a la madrugada, tras un violento motín que dejó un saldo, solo en esta cárcel, de cuatro reclusos muertos y decenas de heridos, algunos, sacados en estado gravísimo. Con el deceso de un barrabrava de Colón en Coronda, en rigor suman cinco las víctimas fatales al cabo de los violentos reclamos que se desataron en tres unidades de esta provincia desde ayer a la tarde, con las protestas por la falta de suficientes medidas para contener el indetenible avance de la pandemia del coronavirus. Pero esa cifra es provisional: podría aumentar con el correr de las horas, y sumar más tensión al explosivo clima que se vive desde ayer tras los muros de las penitenciarías santafesinas.
En Las Flores, los presos lograron ocupar durante la noche la farmacia del penal y rompieron las rejas de los dos pabellones de internos por delitos sexuales, por lo que se produjo una cacería en una cárcel donde por los incendios se cortó la luz y todo estaba a oscuras. Ahí se concentraron todos los muertos; algunos cuerpos, según se vio en macabros videos que circularon entre grupos cerrados en las redes sociales, aparecían carbonizados.
Durante la madrugada, el descontrol era total en el penal, con gran parte de la infraestructura de la cárcel destruida y con presos que parecían incontenibles a causa de las sustancias que habían consumido. Desde las casas linderas a la cárcel les pasaban bolsas con pastillas, armas y alcohol, según describió a LA NACION un alto funcionario que estuvo en la unidad penitenciaria.
Lo que había comenzado como un reclamo por mejores condiciones de sanidad frente al avance del coronavirus se transformó en un descontrol dentro de la cárcel de Las Flores. A las 22 los internos de los penales de Coronda y Piñero, las otras dos cárceles más grandes de Santa Fe, ingresaron a los pabellones tras tomar los techos durante varias horas. Se produjeron enfrentamientos con los grupos tácticos del Servicio Penitenciario. Un interno murió a causa de una herida de bala (Alan Montenegro, integrante de la hinchada sabalera y de la banda de los Leiva, detenido desde 2015 por homicidio calificado) y otros cinco presos resultaron heridos.
En Piñero, donde están detenidos la mayoría de los líderes de las bandas narco más importantes de Rosario (Los Monos, los Funes, el clan Alvarado), también se produjeron incidentes durante el motín, con incendios en dos pabellones y enfrentamientos con los agentes penitenciarios. Pero a la medianoche la situación logró ser controlada.
Este conflicto carcelario, que tuvo como detonante el reclamo por mejores condiciones de higiene para controlar el coronavirus, se produjo en un contexto de crisis en el sector penitenciario santafesino, con 6690 presos que superan en más de 1500 el cupo de internos, muchos de ellos por causas federales vinculadas al narcotráfico. Desde hace más de una década que se proyecta construir un penal federal, pero hasta ahora eso nunca se concretó.
La situación más grave se desató en el penal de Las Flores, donde los grupos tácticos llegaron después de desactivar el motín de Coronda. El ministro de Seguridad, Marcelo Sain, encabezó la recuperación del control de la cárcel, donde destinaron a la Tropa de Operaciones Especiales (TOE), que se sumó al Grupo de Operaciones Especiales Penitenciarias (GOEP) y a la Policía de Acción Táctica. Se montó un operativo en el perímetro del penal para evitar evasiones masivas, pero el descontrol estaba adentro. "La situación era muy delicada y se habían agotado las instancias de negociación. Pedí que estuviera un juez de garantías y un fiscal, pero nadie de la Justicia se hizo presente", afirmó Sain.
Todo estaba a oscuras durante la madrugada. Y los presos habían roto las rejas de todos los pabellones. Estaban descontrolados, luego de tomar la farmacia del penal y consumir todo tipo de sustancias, según relataron a LA NACION tres uniformados que participaron del operativo. Algunos, como muestran varios videos de los propios reclusos, intentaban hacer huecos en las paredes para poder fugarse. Otros fueron a la caza de los internos del pabellón de delitos sexuales, donde hay 60 personas. Por lo menos tres cadáveres que encontró allí la policía estaban calcinados.
El ministro de Seguridad le transmitió al gobernador, Omar Perotti, la posibilidad de ingresar con grupos tácticos para retomar el control del penal. Antes habló con el ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, de quien depende el Servicio Penitenciario. Borgonovo no estuvo en el operativo: está en cuarentena tras haber ido a Montevideo para participar de un maratón.
Se había intentado iniciar una negociación con los reclusos, pero no existían interlocutores válidos entre los internos, según las autoridades. Perotti transmitió al Gobierno nacional lo que estaba pasando y adelantó que iban a irrumpir las fuerzas policiales para detener el motín. En la cartera de Seguridad nacional, a cargo de Sabina Frederic, estaban al tanto de que otros penales de la provincia de Buenos Aires también estaban en conflicto, pero no habían llegado al descontrol que reinaba en Santa Fe.
Así, en plena noche cerrada, unos 150 efectivos de las TOE y del GOEP entraron con motos que alumbraban los pasillos, donde los presos corrían y se cubrían detrás de las paredes y de barricadas. Los jefes operativos de las tropas especiales iban con el ministro de Seguridad, armados y con chalecos antibala y cascos.
El plan era tratar de sacar a los internos a los patios de la cárcel, donde allí podrían ponerles precintos para después ubicarlos otra vez en los pabellones, la mayoría, incendiados y destruidos. Pero ante la evidente supremacía en el poder de fuego de las fuerzas de seguridad, y tras una hora de intensa refriega, los propios presos, según contó el ministro de Seguridad a LA NACION, volvieron solos a los pabellones.
El subsecretario de Asuntos Penitenciarios, Héctor Acuña, en diálogo con este diario, coincidió con Sain en que los reclusos decidieron terminar el motín ante el poder de represión de las fuerzas de elite.
Durante la mañana, los agentes penitenciarios estaban haciendo un recuento de los internos en el penal para detectar si hubo fugas de la cárcel y también para registrar si hay más fallecidos. "Es probable que haya más muertos", sostuvo el secretario de Asuntos Penitenciarios Walter Gálvez.
Horas después de la protesta, el Servicio Penitenciario autorizó, según confirmó LA NACION, que los presos podrán recibir comida de sus familiares, a los que en cambio no pueden ver, luego de que se suspendieran las visitas por el peligro de transmisión del coronavirus.
Claudia, pareja de uno de los detenidos en Piñero, había señalado que una de las principales demandas de los presos era por la comida en mal estado que les daba el Servicio Penitenciario. "Sin la comida de los familiares, nadie puede soportar mucho tiempo alimentándose con cosas en mal estado", afirmó la mujer.
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