Las circunstancias y los hechos que rodearon la muerte del máximo astro de la historia del fútbol mundial se dirimió tanto en los tribunales como en las redes sociales; esos dos mundos se nutrieron de datos y de relatos
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En un año tras la muerte de Diego Armando Maradona circularon dos “verdades”: la que se ventiló en los medios y en las redes sociales, y la que se escribió en el expediente. En ocasiones, esos dos mundos han tenido vasos comunicantes y coincidencias; muchas otras veces han dado lugar a relatos sesgados, interesados o, incluso, diametralmente opuestos.
Casos tan conmocionantes, de tanta atracción para la opinión pública, generan este fenómeno de construcción de mundos paralelos que coexisten, pero no se realimentan o se repelen; que muestran realidades muy diferentes, nutridas además de informaciones, conjeturas y datos de fuentes absolutamente distintas. Unas, abocadas en recrear un relato verosímil; otras, en fabricar un relato interesado que los exonere o que perjudique a otro.
En todo proceso judicial existen partes que pugnan por demostrar su posición: los fiscales, para acusar en nombre de la víctima y del Estado y arribar a una conclusión lo más cercana a la verdad; los abogados defensores, para velar por el respeto de las garantías de los imputados, y las querellas, para que se logre una reparación para las víctimas o sus familiares. El litigio y la confrontación de posturas opuestas forman parte de la dinámica de la investigación penal.
Pero hay casos en los que, por sus connotaciones públicas, esa dinámica es presionada desde afuera. Las circunstancias y los hechos, entonces, no se dirimen solo en un tribunal, sino en la arena del debate público. A veces, la fuerza de ese debate externo hace que los casos implosionen. Y nadie sabe, entonces, si “la verdad” es lo que dice el expediente o lo que circula en las redes.
El caso Maradona no fue ajeno a ese divorcio entre “dato versus relato”. No solo por el perfil de los imputados, sino por el del resto de los protagonistas en pugna: la familia (a veces, atomizada y con intereses contrapuestos), los imputados, el “entorno” (ese que vivía de Diego, más que “para” Diego) y los investigadores.
El público, ávido de información acerca de todas las circunstancias que rodeaban la vida y la muerte del Diez, se volcó a buscarla en medios electrónicos y en las redes sociales. En este caso ambas plataformas se retroalimentaron, y reprodujeron y hasta amplificaron las distintas versiones que se ventilaban sobre el tema.
El “caso Maradona” fue un tópico de la crónica policial-judicial, pero también del deporte e, incluso, de la cobertura del mundo del espectáculo. La diversidad de intereses (lo que las audiencias querían saber y lo que los protagonistas querían que se sepa) corrió el eje de lo importante: ¿Quién dejó morir al Diez?
Al contrario de lo que ocurrió con muchas otras investigaciones, presas del letargo, la Justicia le impuso al sumario una velocidad inusitada. La autopsia de Maradona, las declaraciones de los vecinos que llegaron a atender al Diez, la decisión de tratar la casa del barrio San Andrés como si hubiera sido la escena de un crimen y los allanamientos a los consultorios y viviendas de Luque y Cosachov constituyeron hechos del proceso que se convirtieron en noticias de amplia difusión mediática y de efecto clave en el expediente.
La diversidad de intereses corrió el eje de lo importante: ¿quién dejó morir al Diez?
Durante los primeros días posteriores a la muerte de Maradona, esos actos procesales le ganaban en espacio a las peleas intrafamiliares y entre los hijos y el entorno del Diez. Con la muerte de Maradona, además de la investigación para establecer si hubo mala praxis y, en ese caso, quiénes fueron los responsables, comenzó una lucha por la millonaria herencia del Diez y se abrieron causas penales por denuncias cruzadas entre tres grupos bien diferentes.
Sobresalió la dura puja pública y judicial entre Dalma y Gianinna Maradona contra Matías Morla y las hermanas del astro (el abogado controla el producto del legado de la marca Maradona y con una parte de eso las financia). Mientras, Verónica Ojeda –madre del hijo menor de Maradona– y su abogado y pareja, Mario Baudry, tomaron protagonismo mediático con una postura diferente de la de los otros grupos y con intereses propios.
Así, la cobertura informativa se dividió en cuatro focos de atención: los tribunales de San Isidro, donde se instruyó la causa penal por la muerte de Maradona; el juzgado civil y comercial de La Plata, donde se inició el proceso por la sucesión del Diez; una fiscalía de La Plata, donde se radicó una denuncia por la presunta falsificación de la firma de Maradona, y otra Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de la capital provincial, donde quedó radicada la denuncia de Morla contra Baudry por incumplimiento de los deberes del funcionario público, que el marido de Ojeda habría cometido al no hacer detener a un prófugo de la Justicia como Charly Ibáñez, quien a pesar de tener un pedido de captura en su contra visitaba a Maradona en el country Campos de Roca, de Brandsen, y le suministraba droga y alcohol. En ese momento, según expuso Morla, Baudry era el jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad bonaerense: estaba obligado a concretar la captura.
Esta pelea entre Baudry y Morla también se instaló en los medios y en las redes sociales casi con la misma fuerza que la que libraron las hijas de Maradona y el que fue, hasta el último minuto, el representante de su padre. Entre ellos hubo munición pesada. Y esa guerra no terminó.
La embestida contra Morla fue reforzada con la difusión de una serie de audios y mensajes secuestrados en los celulares del médico Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov. De esta forma, se construyó la figura del “Morla villano” en los medios; a pesar de eso, en el expediente por la investigación por la muerte de Maradona, hasta el momento, no fue imputado.
Tampoco fue llamado a indagatoria en el sumario que se instruyó en los tribunales porteños a partir de una denuncia por presunta estafa por haberse quedado con las marcas de Maradona.
Recién pasó un año: el tsunami que generó la inesperada muerte del Diez aún no se apaciguó, y todavía muchas otras cosas pueden pasar. La causa penal está a punto de concluir en la etapa de instrucción, y quedará por delante el juicio. La del legado, la discusión por la herencia de Maradona, está en pleno trámite y promete una puja dura. Queda mucho por contar.
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