Las bandas brasileñas reclutan presos en Paraguay y buscan armas en la Argentina
El Primer Comando Capital y el Comando Vermelho suman capacidad de fuego para expandir sus operaciones criminales en la Triple Frontera; cómo son los ritos de captación en la cárcel
PEDRO JUAN CABALLERO, Paraguay.- Las estructuras jerárquicas del Primer Comando Capital (PCC) y del Comando Vermelho, las dos gigantescas organizaciones criminales brasileñas, son las encargadas de la compra de armamento, clave para amplificar el poder con el que desafían al Estado de Derecho con golpes millonarios a bancos y con el control del narcotráfico. En su plan de dominio del negocio criminal en la zona de la Triple Frontera, reclutan "soldados" en las cárceles paraguayas y desembolsan millones para adquirir fusiles de asalto, granadas y material bélico a traficantes argentinos.
La expansión de la actividad de las dos megabandas brasileñas se ha convertido en una preocupación máxima para las autoridades argentinas y paraguayas, que desde hace un mes pusieron en marcha una task force con enclaves de inteligencia y efectivos capacitados por la DEA. En sus análisis estratégicos, Pedro Juan Caballero ocupa un lugar neurálgico de las operaciones criminales. Allí estaría el intermediario que hizo posible el tráfico a Brasil de miles de fusiles desde la Argentina. Y en las cárceles guaraníes el PCC y el Comando Vermelho encuentran a los criminales con los que engrosan sus filas. Los seleccionan a través de métodos brutales. Y sus hombres de enlace son tan importantes que la banda no duda en llevar adelante osadas operaciones para liberarlos.
Eso es lo que habrían intentado hacer hace una semana. El martes pasado, miembros de PCC planeaban un "rescate" en la cárcel de esta ciudad fronteriza. En las inmediaciones, la policía encontró un paquete con 1,5 kilos de dinamita en gel que iba a ser ingresado en el penal, según creen los investigadores. El objetivo era lograr que el brasileño David Timotheo Ferreira, un "sintonía" de la organización, pudiera escapar ante la conmoción que generaría la detonación.
Se llama "sintonías" a los jefes de cada cárcel, los que tiene el contacto con los jerarcas del PCC en Brasil, con quienes están comunicados a través de un grupo de WhatsApp, según cuenta a LA NACION un importante jefe policial paraguayo. Con los smartphones informan todas las novedades diarias y, sobre todo, si hay un nuevo "iniciado" y "bautizado".
Cada nombre que el "sintonía" propone para el rito de iniciación es investigado por la cúpula de la organización a través de los contactos con la policía y la Justicia tanto en Paraguay como en Brasil. "Arman una especie de legajo", apunta aquel oficial, que protagonizó decenas de requisas en las que secuestraron documentos y teléfonos que sirvieron para descifrar el funcionamiento de esta organización brasileña.
Si el elegido obtiene la venia, se hace el "bautismo" en la cárcel; el preso debe jurar por una especie de Biblia o estatuto que, según se cree, escribió Markola, el creador de esta "hermandad" del crimen organizado. Se calcula que hay 40.000 reclusos que suscriben al PCC.
El estatuto pasó de tener 13 a 18 puntos. Se sumaron cinco tras el golpe a la bóveda de Prosegur en Ciudad del Este, de abril de 2017, donde robaron más de 11.000.000 de dólares. Decidieron poner más énfasis en la lealtad, resquebrajada entre quienes participaron del asalto que conmocionó la Triple Frontera.
Cada "bautizado" debe contribuir al "sintonía" con 1000 dólares por mes. "Se hará una evaluación de la capacidad de cada integrante indicado por el 'sintonía'; el que sea seleccionado y aprobado tiene como deber tributar a toda la estructura financiera y afrontar los gastos cuando sea posible. Las misiones incluyen principalmente acciones de rescate y otras operaciones restringidas al Comando", reza el estatuto.
"Todos aquellos que vengan a ser rescatados tendrán la obligación de rescatar a otro hermano; aquel hermano que falla en la misión por debilidad o deslealtad será excluido y el caso será evaluado por el 'sintonía'. Podrá ser caracterizado como traición y el cobro será la muerte", prescribe ese reglamento interno.
El estatuto demarca una serie de limitaciones, como la prohibición de consumir crack o pasta base, aunque no otras drogas, como cocaína y marihuana, que están permitidas y forman parte del negocio: el control del tráfico interno del penal. Cada miembro de la "hermandad" tiene beneficios extras en las prisiones, como celdas con aire acondicionado, buena comida, seguridad y drogas de calidad. "Para poder costear el pago de los tributos al PCC el preso debe seguir con sus operaciones delictivas, en su mayoría narcotráfico, por fuera de la cárcel. Para esto usa la logística de la organización", señalan los investigadores.
Horror iniciático
El bautismo implica también un rito sangriento, cuenta otro oficial que investiga al PCC en Paraguay, donde se detectaron 360 presos "iniciados" en las 12 prisiones del país. El 16 de junio pasado, en la cárcel de San Pedro, miembros del PCC decapitaron a diez miembros del clan liderado por Armando Rotela, que maneja la venta de crack en parte de Asunción y varias cárceles. "No prosperó el acuerdo con el PCC y decidieron degollarlos a todos. Los que lo hicieron eran hombres bautizados hace poco", reveló a LA NACION uno de los investigadores.
El ministro del Interior paraguayo, Juan Villamayor, señaló que su gobierno planea "construir cárceles de máxima seguridad para aislar a los miembros de PCC" del resto de la población carcelaria. "Hay que ponerlos en cuarentena", dijo a LA NACION. El objetivo es evitar que se multipliquen los bautismos dentro de los penales paraguayos y poner freno a la expansión de la "hermandad", lograda en solo tres años por 40 brasileños integrantes de la banda.
En cada región de Paraguay existe el llamado "sintonía RX", encargado de controlar si cada jefe territorial no está obteniendo más dinero del pactado con la máxima jerarquía.
Si ese referente se enriquece y compra armamento más allá de lo acordado, le bajan el pulgar. "Aquel que disfrute de los beneficios del Comando y salió en libertad será evaluado. Si se constata que actuó con oportunismo podrá ser visto como traidor. El precio de la traición es la muerte", señala el punto nueve del reglamento interno del PCC.
Uno de los investigadores contó que empezaron a ver comportamientos particulares en las fotos que los presos subían a las redes sociales desde las cárceles. Tenían un patrón común: el fondo era siempre una pared que tenía escritas decenas de inscripciones, muchas veces superpuestas. Siempre aparecía el número 1533. El 15 era la P y el 3, la C. También enviaban mensajes de posibles golpes en un lenguaje cifrado.
Otro gesto simbólico de comportamiento de la organización son los tatuajes, que distinguen a los miembros de PCC del resto. Siempre se los hacen en la espalda y en la pantorrilla para distinguir a la tropa propia ante una situación de conmoción o peligro si es que están de espaldas y no se les pueden ver las caras porque las tienen tapadas.
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