La última misión. Quiso dejar de ser sicario, pero lo ejecutaron para mostrar que nadie puede salir vivo de la banda de Los Monos
Nahuel Carlini fue asesinado el 7 de febrero pasado; quería abrirse de la banda criminal y sus propios compañeros lo emboscaron en el barrio Ludueña; por el crimen está acusado el hijo de una suboficial de policía que le filtraba datos de allanamientos a la organización
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Nahuel Carlini quería dejar su oficio de sicario. Se los había comunicado a sus jefes barriales de la banda de Los Monos. Pero antes de retirarse le encargaron una última misión: debía ir a disparar contra una casa y ellos, luego, irían a pedir dinero a sus dueños, en concepto de protección, una maniobra de la clásica mafia.
Pero era un engaño. En realidad, ese pedido fue parte de una emboscada para matar al joven de 22 años, que fue acribillado por sus propios compañeros, que lo rodearon y lo acribillaron el 7 de febrero pasado en Solís y Navarro, en el barrio Ludueña, donde operaba esta franquicia de la organización encabezada por los Cantero.
El crimen de Carlini expone cómo se impone la dinámica de la violencia en el microtráfico de drogas en Rosario, con jóvenes que son “fungibles”, como señaló el fiscal Matías Edery, en un mercado donde la muerte se impone todo el tiempo. El mensaje mafioso que impuso la banda criminal es claro: la entrada a ese mercado es accesible, pero la salida no es gratuita.
En una audiencia que se realizó este lunes, la fiscal Marisol Fabbro le imputó el crimen de Carlini a Kevin Israel Fracchia, cuya madre es policía y filtraba información a la banda de Los Monos sobre allanamientos que se iban a hacer contra la banda en la zona oeste de Rosario, donde se centralizó gran parte de la violencia desde el año pasado. Allí se enfrentan dos terminales que tributan a Ariel Cantero, líder de Los Monos, y a Esteban Alvarado, ambos presos, en los penales federales de Marcos Paz y Ezeiza, respectivamente.
El favor que selló su suerte
Seis meses antes de ser asesinado por sus propios jefes, era el mismísimo Carlini quien recibía la información de Analía Francia, suboficial de la policía y madre del sicario. El 18 de agosto del año pasado, Carlini escribió vía WhatsApp a su jefe, Jonatan Almada, para contarle que habría una serie de allanamientos para detenerlo. Le reenvió a Almada los datos que le habían llegado, que indicaban que iban a detenerlos a ambos.
“Quiero hablar urgente con vos. Está todo podrido. Amigo, me llamó la mamá de K [por Kevin]. Le dijeron que sos el último eslabón que agarran y caen todos. Cuidate, hermano. El gil de Fabio Giménez [un integrante de la banda preso en el penal de Piñero] se ve que batió la cana, algo así me dijo. Le preguntaron si te conocía y ella dijo que no. Por eso me llamó para que te avise que te iban a poner captura, hermano”, escribió para, de alguna manera, proteger a su jefe y evitar que lo atraparan. También le indicó: “Me dijo del tema del allanamiento, que saque todo de la casa y de acá también”.
El 21 de agosto, tres días después del llamado, se produjo un megaoperativo delineado por la Justicia federal y la provincial contra la célula de Los Monos a la que Almada y Carlini pertenecían. El despliegue fue impactante, porque actuaron más de 600 efectivos, entre agentes santafesinos y nacionales, en un barrio de alta peligrosidad como es Empalme Graneros.
Almada y Carlini lograron sortear los allanamientos gracias a la información que le había pasado la policía. Pero dos días después el primero fue detenido en un departamento en Entre Ríos al 1400, en pleno centro de Rosario. Varios familiares de Jonatan fueron arrestados, algo que llevó al narco a imprimir carteles y afiches con amenazas contra los fiscales que lo investigaban. Los panfletos decían: “Fiscal Socca, dejá de vender humo con gente inocente y meter presos que Fran Riquelme y Jonita Riquelme te apuntan. Y el otro, Matías Edery, hacen meter presos y hacen causas a la gente que René Ungaro, Los Funes y Los Riquelme les apuntan para arreglar condenas, abreviados y estadía en pabellones comunes”.
Ante esta situación, con la caída de varios de los cabecillas de la banda, Carlini había logrado zafar de los allanamientos y luego decidió abrirse de la banda. No quería ir preso, como la mayoría de sus compañeros en el barrio. Ni tampoco ser blanco de un sicario de Riquelme, el narco que los enfrentaba.
En ese momento, desde la cárcel de Piñero, donde estaban alojados los líderes de esta franquicia de Los Monos, a Kevin Fracchia le dieron la orden que debían matar a Carlini porque pretendía abrirse de la banda. Consideraban que, vivo y suelto, era un riesgo por toda la información que tenía. Entonces, Julián Aguirre, uno de los jefes, le bajó el pulgar y decidieron matarlo.
A Carlini le ordenaron una última misión antes de que se alejara de la organización. Fue el 7 de febrero pasado, cuando le pidieron que condujera una moto para que un sicario que iría con él disparara contra una casa. Pero fue una maniobra distractiva, porque, en realidad, lo que querían era asesinarlo a él. Fueron interceptados en Solís y Navarro por varios sicarios en moto que lo acribillaron. Entre ellos, estaba el hijo de la suboficial de la policía.
Después de los operativos en los barrios Ludueña y Empalme Graneros y del crimen de su propio compañero, Kevin Fracchia se escondió. Lo perseguían los narcos del bando contrario, de Francisco Riquelme. Se refugió en el barrio Martin, en la zona céntrica de Rosario, donde fue detenido. Este joven de 22 años dormía en distintos domicilios para no ser aprehendido y en la semana previa habían intentado matarlo al menos dos veces, por lo que su arresto pudo haber sido su salvación.
Tres días antes de caer preso, Fracchia llamó a su madre policía para pedirle auxilio. Sabía que su vida corría peligro. “Mami, me corrió una Falcon [Honda]. Gatilló atrás mío como seis o siete tiros. Ahora estoy esperando en la parada de Junín y Liniers”, le contó a su madre policía, que estaba con licencia médica desde mediados del año pasado. Ella también terminó detenida e imputada. Pero su hijo sumó este lunes una imputación grave por el homicidio de su excompañero Nahuel Carlini, el sicario que quería dejar todo, pero pagó esa decisión con su vida.
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