La secta del horror. Seguirán presos 19 imputados y el líder ya cumple prisión domiciliaria en un departamento de Belgrano
El juez federal Ariel Lijo rechazó los pedidos de excarcelación y morigeró la situación de Juan Percowicz y de otros tres integrantes de la Escuela de Yoga de Buenos Aires, que no podrán tomar contacto entre sí
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El juez federal Ariel Lijo rechazó los pedidos de excarcelación de los 19 acusados de integrar una secta que funcionaba bajo la fachada de la Escuela de Yoga de Buenos Aires. Quien sí logró una morigeración de sus condiciones de detención fue el líder de la organización, Juan Percowicz, al que, en atención a su edad y sus problemas de salud –tiene 84 años y dificultades motrices que lo obligan a movilizarse en silla de ruedas o con bastón–, se le otorgó la prisión domiciliaria con monitoreo por tobillera electrónica, que cumple desde la semana pasada en un departamento del barrio de Belgrano.
La resolución se ajusta a los dictámenes del fiscal federal Carlos Stornelli y de los fiscales de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), Alejandra Mángano y Marcelo Colombo.
Además de Percowicz, otros tres imputados recibieron la prisión domiciliaria bajo la supervisión del Programa de Asistencia a Personas Bajo Vigilancia electrónica del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Deberán cumplir algunas reglas de conducta: entre ellas, se les prohibió reunirse con el resto de las personas vinculadas a los hechos investigados.
La mayoría de los implicados en el caso fueron detenidos entre el 11 y el 12 de agosto pasado, al cabo de 48 allanamientos, entre ellos, en la sede principal de la Escuela de Yoga de Buenos Aires, situada en el edificio de la avenida Estado de Israel 4457, en Villa Crespo. Todos están acusados de los delitos de reducción a la servidumbre, trata de personas, lavado de activos, ejercicio ilegal de la medicina y asociación ilícita.
Según informó el Ministerio Público en su portal institucional fiscales.gob.ar, de la investigación surge que “la banda se dedicaba a captar personas en situación de vulnerabilidad a través de engaños para incorporarlos a la organización con el fin de reducirlos a una situación de servidumbre y/o explotación sexual, construir un culto alrededor de su líder y promover una estructura ilegal de negocios en la Argentina y en los Estados Unidos que les permitiera lavar el dinero proveniente de aquellos delitos”.
Se agregó que “la hipótesis criminal indica que la organización daría de esta manera una apariencia lícita a los fondos obtenidos como producto de sus actividades, con el único fin de enriquecerse y obtener influencias y/o coberturas para sus líderes”.
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