La Salada, entre las protestas de los desalojados y las quejas por la merma de clientes
Quienes no pudieron armar sus puestos en las adyacencias cortaron la calle junto al Riachuelo; en una recorrida de LA NACION se advirtió que adentro hubo menos público que lo habitual
Llegó el primer fin de semana de feria tras la detención de Jorge Omar Castillo, principal administrador de La Salada. Al igual que el miércoles, cuando Ingeniero Budge amaneció con la noticia de los allanamientos y las aprehensiones, anteanoche hubo protestas callejeras a la vera del Riachuelo de los puesteros desalojados que piden un espacio para volver a trabajar. No fueron sólo ellos: los vendedores dentro del predio Punta Mogote se quejan de que desde los operativos hay menos clientes.
"Mirá la poca gente que hay para comprar. Esto es por los allanamientos. La gente tiene miedo. Cree que acá no hay seguridad", dijo a LA NACION un vendedor de camperas que prefirió no dar a conocer su nombre. No es el único que prefiere el anonimato: siempre fue hermético el funcionamiento en el predio y ahora se suma el desconcierto, porque no está claro si el espacio seguirá funcionando tal como hasta ahora ni a quién deben responder los trabajadores. Sólo a escondidas se animan a opinar y manifestar su preocupación e incertidumbre.
Castillo está detenido desde el miércoles por la mañana, señalado como líder de al menos una asociación ilícita que extorsionaba a puesteros instalados en los alrededores del predio que administra. Punta Mogote no sólo es la feria más grande de La Salada sino, también, "el paseo de compras más importante del país y hasta de América del Sur", como suele anunciar su emisora radial (AM 1300).
También se investiga a los detenidos por el maltrato a "mecheras" (mujeres que robaban prendas sueltas), a partir de videos donde se ve que las obligaban a quedarse en ropa interior, las golpeaban y las llevaban semidesnudas a recorrer el predio de Lomas de Zamora. A Jorge Castillo se le sumó la imputación por presunta evasión, como informó LA NACION la semana pasada, y la de intento de homicidio agravado, por haberse resistido a la detención a los tiros y que una esquirla alcanzara el ojo de un subteniente de la policía bonaerense.
El mismo día de las detenciones, a la noche, la feria reabrió tal como estaba pautado, con cámaras de televisión apuntando a la entrada y sin precisiones respecto de lo que ocurriría en la siguiente jornada ferial, este sábado, y de ahí en más.
Anteanoche, minutos después de las 22 -una hora más tarde de lo habitual-, mientras los canales se concentraban en transmitir en vivo el cierre de las listas de candidatos para las próximas elecciones primarias de octubre, Punta Mogote volvió a abrir sus puertas, pero el panorama no fue el de siempre.
Un rato antes, cerca de las 21, el grupo de vendedores que había sido desalojado de las calles aledañas y cuyos puestos habían sido desmantelados con topadoras, cortó parte del Camino de la Ribera para protestar por aquella decisión y reclamar por sus fuentes de trabajo.
Allí quedó apostada, entonces, una camioneta de la policía provincial que bloqueó la entrada principal durante toda la jornada, hasta las 6, hora de cierre. Una decena de agentes vigilaba la esquina e indicaba a los visitantes que caminaran cien metros más para ingresar por otra de las entradas y advertían que varios puestos habían sido clausurados en los allanamientos.
"Para mí está todo mal porque dejaron a mucha gente sin trabajo. No sé en qué les afecta a los demás que haya gente vendiendo en estas calles", sostuvo una vendedora dentro del predio.
Según un puestero que ofrece camisetas de fútbol y que vestía una de River, "un poco menos de gente hay; deben tener miedo de que les roben. Y encima hay muchos locales sin abrir". Se le sumó Juan, encargado de un puesto de venta de calzoncillos, quien agregó: "Muchos vendedores también deben de tener miedo porque saben que si alguien roba dentro del predio la policía no va a venir, no va a querer entrar".
Esa advertencia no fue del todo cierta: minutos después LA NACION vio, entre los pasillos, a tres agentes de la Policía Local de Lomas de Zamora que sí entraron, aunque no estaban abocados a la seguridad del lugar sino que buscaban buenos precios.
Los compradores que había en el predio no se mostraban afectados por lo ocurrido. "Cuando llegué me contaron lo que había pasado. No tenía idea", contó Mariel Gutiérrez, una enfermera de 26 años. "Vine a pasear con mis tíos y a comprarme ropa. Encontré buenos precios y muy buena calidad", resumió, entre sorprendida y satisfecha.
Carlos Acuña, de 43 años, sostuvo: "Lo que pasó en la semana no nos cambia nada a los que compramos. Venir acá seguirá siendo más barato que ir a cualquier otro lado". Aunque agregó: "Es la segunda vez que vengo y sí se nota mucho que hay menos gente. Deben de tener miedo por todo lo que se dijo".