La muerte violenta se vuelve algo cotidiano
La muerte del financista Mariano Benedit es tomada en principio por los investigadores como un homicidio. Si se confirma esa hipótesis, el caso entraría en el casillero estadístico de ajustes de cuentas. Demasiados crímenes ingresan en esa lista. Se vuelve natural la venganza. Se asimila socialmente que algunas cuentas se saldan a los tiros.
Se le asigna un porcentaje dentro de la cantidad anual de asesinatos y se lo presenta desapasionadamente, casi como hechos insignificantes. Así lo hizo el mes pasado el juez de la Corte Eugenio Zaffaroni. Rápido para criticar el "amarillismo" de los medios, repasó su lista de homicidios dolosos en la ciudad de Buenos Aires y dijo que el 44% fue a causa de riñas o venganzas.
El mensaje transmitido al señalar la mayor proporción de homicidios en ajustes de cuentas sobre los asesinatos en robo puede traducirse como "la ciudad es muy segura si usted no anda en nada raro". La estadística de Zaffaroni es discutible de por sí, con un primer interrogante no revelado por el juez sobre qué momento de una causa es tomado como referencia. Si se usa la primera carátula, tal como se hace en la provincia de Buenos Aires, habrá un importante subregistro de homicidios. Por ejemplo, el caso de Benedit es investigado como averiguación de causales de muerte.
De todas maneras, el ajuste de cuentas es un rubro que sube cada año en el análisis de homicidios. Fueron 78 muertes sobre las 176 consignadas en 2013 en la Capital. Para algunos jueces, es una señal alentadora sobre la seguridad en las calles, ya que se trata de crímenes no evitables dada la relación previa entre víctimas y victimarios. Es una mirada tranquilizadora. Tanto como la expuesta por Zaffaroni, que en su informe ubicó sin muertes a los casilleros de entraderas y salideras bancarias. Si se matan por problemas personales o comerciales, el resto de la sociedad no debería preocuparse. No importa en esa visión que el sicariato se arraigue con fuerza en todo el país. Mientras no sea un asesinato en ocasión de robo, el Estado parece que no es responsable de la seguridad colectiva. Esa situación no cambia, aunque la muerte de Benedit se confirme como suicidio.
Es que otros casos marcan un cambio de paradigma de la violencia que es ignorado en muchos tribunales. Damián Stefanini es un empresario de 45 años que hace dos meses está desaparecido. En la Argentina, parece que alguien puede esfumarse. Jorge Julio López es un testigo buscado desde 2006. Sin rastros. Otros aparecieron de la peor forma: Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina eran conocidos como empresarios antes de ser ejecutados. El código de sus muertes también fue un ajuste de cuentas.
En Rosario, conocieron esa situación. De venganza en venganza crecieron los sicarios y los homicidios, pero como se trató de ajustes de cuentas se los tomó casi como una medida sanitaria, una purga dentro del mismo mundo del delito. Claro que, en un momento, la costumbre de matar salió del submundo y llegó a los barrios. Aunque a algunos sigue sin interesarles los ajustes de cuentas. La muerte violenta se vuelve hoy así algo natural.
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