La muerte de un espía. Absolvieron a los dos policías que causaron la muerte del “Lauchón”, uno de los alfiles de Jaime Stiuso
Un tribunal federal de San Martín consideró que los oficiales del grupo táctico Halcón, de la Bonaerense, actuaron en defensa propia cuando le dispararon a Pedro Viaje, en un allanamiento en su casa de la localidad de La Reja, Moreno, el 9 de julio de 2013
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El Tribunal Oral Federal N°5 de San Martín absolvió por unanimidad a los dos oficiales del grupo táctico Halcón de la Policía Bonaerense que habían llegado a juicio acusados del homicidio de Pedro Tomás Viale, alias Lauchón, un agente de la ex SIDE que gozaba de la confianza del exjefe de Contrainteligencia de la central de espías argentina, Horacio Antonio “Jaime” Stiuso.
Los jueces consideraron que los oficiales Gustavo Ernesto Martínez y Pedro Nelson Alegre actuaron bajo el paraguas de la legítima defensa cuando, al irrumpir durante la madrugada del 9 de julio de 2013 en la casaquinta del espía en la localidad de La Reja, partido de Moreno, acribillaron a balazos a Viale, miembro la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El Lauchón dormía en su cama de la propiedad situada en Rocha Blaquier 1502 cuando el escalón del Grupo Halcón irrumpió para llevárselo detenido por orden del juez federal Juan Manuel Culotta, que investigaba su relación con la organización narcocriminal de Rodolfo Ángel Carricaburo, alias “Carri” o “Cocinero”.
Los jueces Nada Flores Vega, Héctor Omar Sagretti y María Claudia Morgese Martín consideraron que el hecho se encuadraba en lo que reza el artículo 34, inciso 6, del Código Penal: para ellos, Martínez y Alegre actuaron en defensa propia ante una agresión ilegítima, con necesidad racional del medio empleado para repelerla y sin provocación suficiente por parte del que se defiende. En otras palabras: legítima defensa.
Dos versiones contrapuestas
La primera testigo del juicio fue María Fátima Denis, mujer de Viale. Esto dijo, en ese momento:
–Escuchamos ruidos, vidrios, tiros. Los dos dijimos: “Alan” (uno de sus hijos). Pensamos que lo habían agarrado para hacer una entradera. Pedro agarró la pistola, me empujó, me dijo: “Quedate acá”, y salió al pasillo. No sé cuánto tiempo pasó; en un momento terminaron los tiros. Un hombre de negro entró y me dijo: “Esto es un allanamiento”. “Mostrame el papel”, le pedí, “después se lo muestro... Callen a ese perro”, gritaba; “No se va a callar con el quilombo que hicieron”, le dije; “Lo voy a hacer callar yo”. A mí me pareció escuchar la voz de Pedro, pensé que estaba con algún policía. “Decile que tiene que tomar las pastillas”, le dije; “Dale las pastillas”, insistía, hasta que en un momento me dijeron: “Ya las tomó”.
–¿Qué más recuerda de ese día? –preguntó el fiscal.
–Me acuerdo del “chapa, chapa, chapa” [el pedido de identificación a los policías]. Fueron tres veces, me quedó grabado. Fue lo último que dijo Pedro, pero siguieron los disparos. Esos ruidos no me los voy a olvidar jamás. No sé si llegó o no a disparar, si disparó primero o segundo, me dijeron que tenía once tiros, lo acribillaron. Tenía retratos de los chicos en el pasillo, quedaron hechos mierda. Me rompieron la vida, me quebraron todas las estructuras, siempre pensamos en llegar juntos a viejos, pero no pude conmigo, no pude con mis hijos, se me desviaron.
Según la autopsia, el cuerpo del espía tenía once heridas de bala: uno en la cara, seis en el tórax, tres en el brazo izquierdo y uno en la cadera derecha. Algunos eran orificios y otros, esquirlas. Si bien el enfrentamiento se concentró en un pasillo, en el baño, donde falleció con los precintos puestos, los peritos balísticos levantaron cuatro vainas .40 de la Glock del “Lauchón” y una vaina y un proyectil 9 mm de un “halcón”.
El médico forense de la morgue judicial de Lomas de Zamora Héctor César Rosetti determinó que Viale falleció producto de un “mecanismo violento y a consecuencia final de un paro cardio-respiratorio traumático siendo la causa originaria hemorragia aguda secundaria a las lesiones cardiovasculares por el paso de proyectil de arma de fuego en el tórax”.
Era de la ametralladora 9×19 mm número 62374837. La de Martínez.
Martínez aceptó ser interrogado por las partes. Esto dijo:
–Teníamos que ser dinámicos, sabíamos que adentro había personas armadas. El “brechero” rompió la puerta; ahí se pierde el sigilo. Nos identificamos: “Policía, Policía”; esto lo exagero, porque fue de esa forma, yo iba a cargo del equipo, tres compañeros van para la derecha, yo encaro hacia la izquierda, el objetivo era asegurar el lugar, ya se había perdido la sorpresa, prendimos las luces [de las armas]. No habrán pasado cinco segundos que escucho disparos. Estaba a dos, tres metros del pasillo; a todo esto [seguían con los anuncios de] ‘Policía, Policía’. Después tomé conocimiento de que habían herido a Núñez. Me acerco a Alegre y disparo. Se hace un parate de tres segundos. El pasillo se considera una zona de muerte, por las estadísticas, es una distancia muy corta. [Viale] se parapeta en el baño y sigue disparando. ‘Policía, Policía’, gritábamos. Sentí cómo me pasaban las balas cerquita. Temí por mi vida. Él seguía disparando, los tiros daban en el escudo de Alegre. Hice el pivoteo y me tiene de frente: él dispara y yo disparo. Lo que quiero dejar claro es que yo repelí la agresión. Estoy muy tranquilo porque actué con legítima defensa. Si hubiera soltado el arma, se habría terminado ahí.
–¿Qué pasó cuándo Viale gritó “chapa, chapa”?
–Cuando se parapetó, el “chapa, chapa” fue a modo de burla; seguía tirando, sé que están los familiares acá, soy una persona decente, no quiero decir muchas cosas.
–¿Encuentra alguna explicación a que un proyectil y una vaina hayan terminado en el baño?
–Indudablemente que la vaina rebotó en la pared. Respecto del proyectil, no tengo idea, sinceramente, no soy perito balístico.
–¿Cuál era su posición en el baño?
–Efectúo el disparo a corta distancia, si no le pegué… qué quiere que le diga, hice dos disparos [Martínez se incorporó y recreó su versión de ese instante del enfrentamiento].
–¿En qué momento se enteró que la casa era de un agente de la SIDE?
–Después, antes no, a nosotros no nos dijeron, a partir de esto se empezó a preguntar si es personal de seguridad.
Otros testigos, pero sin presencia de la prensa
Por un pequeño incidente entre la familia de la víctima y el imputado, el tribunal ordenó aquel día retirar a todo el público de la sala, entre ellos a LA NACION, único medio en las ocho jornadas. En consecuencia, este cronista no pudo presenciar el interrogatorio a Alegre.
Durante la etapa de testimonios, el comisario inspector retirado Marcelo Edgardo Farías, que participó de los allanamientos, recordó un episodio singular de aquella madrugada:
–¿Le contaron que adonde iban a allanar vivía un agente de la SIDE?
–No, para nada, en las órdenes de allanamiento no figuraba nada.
–¿Y qué pasó después?
–Seguimos con los allanamientos... El siguiente fue a diez cuadras.
–¿Se acuerda del nombre?
–No, para nada, pero fue un allanamiento difícil. La casa tenía rejas altas, del otro lado había tres Rottweiler, ya venía del incidente del objetivo anterior, no sabía qué podía pasar, así que golpeamos las manos y la gente salió y les dijimos que los íbamos a allanar.
–¿Y no convocó al Grupo Halcón?
–Pero había pasado el incidente del objetivo anterior.
Eso era, precisamente, lo que esperaban los abogados de la víctima que hiciera el Grupo Halcón: “¿No pudieron rodear la casa? Decir que era un allanamiento: ‘Viale, estás rodeado’, ¿no tenían un plan B? Viale no era un delincuente, más allá de la orden de allanamiento, si le hubieran dado la posibilidad habría explicado por qué actuó como actuó con Carricaburo. Bastaba con decirle: ‘Salí’, y salía”.
Las partes convocaron a cuatro jefes de unidades similares de fuerzas federales. Fueron como testigos de concepto, es decir, explicaron cómo hubieran actuado en lugar de los imputados. El comisario inspector Patricio José Gauna, exjefe del Grupo GEOF de la Policía Federal (PFA), no dudó en afirmar:
–¿Se recomienda disparar a las extremidades?
–No, si se le hace un disparo, se le hace al centro [lleva un dedo hacia su frente].
–Si la persona se parapeta en el baño, tiene un arma en la mano, no apunta, está herido... ¿se lo remata? –inquirió la jueza Morgese.
–Vuelvo a repetir…
-No repita, vaya a esta situación...
–Se neutraliza.
–¿Se mata?
–Si usted lo llama así, sí.
Acusación y defensa
Al abrir la etapa de alegatos, Santiago Blanco Bermúdez y Julián Subías, abogados de la familia Viale, exigieron la prisión perpetua con accesoria a reclusión por tiempo indeterminado para los dos acusados: “Son policías, saben lo que están haciendo, fueron a matarlo. Hubo abuso de funciones, no es legítima defensa. Yo ya adelanté que los acusaría por ensañamiento y alevosía; lo confirmaron, dispararon para ultimarlo, lo dejaron tirado en el baño precintado hasta morir, tiene un tiro desde adentro, arriba Martínez, abajo Viale. Alegre dijo que se tiró encima, lo que le permitió a Martínez entrar. Se aprovecharon de la indefensión de la víctima y actuaron sin riesgo”.
Al momento de elevar el expediente a juicio, los representantes de la AFI consideraron que el hecho se encuadraba en el homicidio agravado por el abuso de sus funciones como miembros de fuerzas de seguridad, delito penado con prisión perpetua. Sin embargo, tras el debate, solicitaron condenar a Martínez y Alegre a solo 5 años de prisión al entender que actuaron con “dolo homicida sobre Viale excediendo los límites de la legítima defensa”.
En la misma línea, el fiscal Carlos Cearras pidió 4 años de prisión para Martínez –autor del disparo mortal– y 3 años y 6 meses para Alegre, al tener en cuenta atenuantes como la falta de antecedentes, los estudios, la buena impresión y sus fojas de servicio, y como agravantes como su condición de personal policial, la situación de la víctima y el daño causado.
A su turno, Fabián Améndola solicitó la absolución de Martínez y Alegre al sostener que actuaron amparados por el derecho a la legítima defensa: “De ellos se pretende que se hubieran replegado, que no siguieran disparando, que llamaran a un mediador. Esa no era la conducta correcta, Viale no dejó de disparar, el peligro de vida para Martínez y Alegre era inminente”.
En el aire quedó flotando una teoría: que Viale ayudó a arrestar en agosto del 2011 a Miguel Ángel Villalba, alias “Mameluco”, y que en venganza, la Bonaerense se aprovechó de la investigación a Carricaburo para provocar el enfrentamiento armado en la casa. Al principio, la querella intentó demostrar esa hipótesis. Para eso pidió citar a Jaime Stiuso, pero el tribunal no lo permitió, por lo que al momento del alegato, se limitó a señalar a Enrique Roberto Maldonado, el jefe policial que ordenó que el allanamiento lo llevara adelante el Grupo Halcón: “Alguien decidió hacer lo que quería hacer”.
A su turno, Améndola respondió que no había pruebas, ni en la instrucción ni el debate, para sostener la teoría del complot.
Pero hay un indicio que no fue abordado con profundidad: ¿por qué había un impacto de bala 9 mm en el living con una trayectoria compatible con la puerta de entrada por la que irrumpió el Grupo Halcón más que con la zona del pasillo y el baño donde se produjo el enfrentamiento? Seguramente, el tribunal, cuando dé a conocer los fundamentos, le encuentre alguna explicación.
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