La muerte de Maradona: las fallas de la internación domiciliaria
Los últimos tres imputados en la causa por la muerte de Diego Maradona ya habían declarado como testigos: no solo reconocieron que se había instrumentado una internación domiciliaria en un country de Tigre donde el Diez estuvo alojado luego de su intervención quirúrgica por un hematoma subdural hasta su muerte, el 25 de noviembre pasado, sino que pusieron sobre resalto varias falencias en el dispositivo de cuidado médico que se había montado en la casa del lote 45 del barrio San Andrés.
El psicólogo Carlos Daniel “Charly” Díaz, de 29 años; la enfermera del turno mañana y tarde, Dahiana Gisela Madrid, de 36, y el del turno noche, Ricardo Omar Almirón, de 37, se sumaron al neurocirujano Leopoldo Luque, de 39, y a la psiquiatra Agustina Cosachov, de 35, como imputados en la causa en la que se investiga un posible “homicidio culposo” por eventuales negligencias, impericias o imprudencias en el cuidado del paciente.
Los fiscales de San Isidro Patricio Ferrari, Cosme Iribarren y Laura Capra, que llevan adelante el caso, creen que el psicólogo y los enfermeros fueron engranajes de un equipo médico interdisciplinario que actuó en forma negligente.
Los nuevos imputados ya habían prestado declaraciones testimoniales, a las que tuvo acceso la agencia de noticias Télam que están incorporadas en el primero de los 12 cuerpos que tiene la causa.
A fojas 41, Díaz explicó que era el psicólogo de Maradona desde hacía “un mes”, que su primer contacto con él lo tuvo el 26 de octubre pasado en la casa de La Plata en la que se alojaba el Diez -entonces, técnico de Gimnasia y Esgrima-, donde mantuvo una breve charla en la que lo notó “muy caído anímicamente”.
Contó que unos días más tarde se reunió con Luque y Cosachov para “planificar la continuidad del tratamiento” y que coincidieron en que “lo mejor por su situación era una internación y chequeo general”, lo que ocurrió la semana siguiente, cuando le detectaron el hematoma subdural por el que fue operado en la Clínica Olivos.
Explicó que luego de la cirugía “se diseñó una internación domiciliaria en el barrio San Andrés de Benavídez, contando con presencia permanente de personal de enfermería y de acompañante terapéutico”.
La injerencia de Díaz en las decisiones que se tomaban a nivel médico “se vio reflejada en la mensajería de los celulares analizados” y esa es la razón por la que ahora quedó imputado, explicaron a Télam fuentes judiciales.
El psicólogo recordó que volvió a ver al exfutbolista el domingo 15 de noviembre, pero que ni el miércoles 18 ni el domingo 22 Diego quiso recibirlo.
Por ello, el miércoles 25 de noviembre -día del fallecimiento del astro máximo de la historia del fútbol mundial-, fue al mediodía junto a Cosachov a la casa donde residía Maradona y allí notaron que no reaccionaba; presenciaron las maniobras de RCP y la confirmación de que su paciente había muerto.
Díaz dijo que no creía que se tratara de una sobredosis, aseguró que hacía “más de 23 días que (Maradona) no consumía ningún tipo de alcohol” y agregó que tomaba la medicación “a la perfección”.
Enfermeros “testimoniales”
El enfermero Almirón fue, según consta en su declaración testimonial, volcada en la foja 95 del expediente, la última persona en ver a Diego Maradona con vida, cuando a las 6.30 del 25 de noviembre, antes del cambio de guardia con la otra enfermera, fue a la habitación y lo encontró “durmiendo y respirando normalmente”.
El asistente médico de la empresa “Medidom” reconoció que esa mañana se había acercado al Diez, aunque no le controló los signos vitales. “Diego no quería que lo molestemos”, se justificó. Al respecto, explicó que los primeros días se hacían controles “cada dos horas” pero que Maradona “se perturbó” por esa situación y luego dejaron de hacerse con esa frecuencia.
Luego, Almirón criticó las condiciones de la internación domiciliaria en la que trabajaba. “En ningún momento nos indicaron que era un paciente con afecciones cardíacas, nunca vi una epicrisis donde observar sus antecedentes. Solo nos dieron la indicación de la doctora Agustina [Cosachov] y que básicamente era suministrar medicación psiquiátrica”, afirmó.
Y agregó: “No contábamos con elementos de emergencia, solo con la posibilidad de activar un código rojo, pero no teníamos los elementos de UTIM, que sería la Unidad de Terapia Intensiva Móvil, que se solicitan para pacientes complejos y que se componen de tubo de oxígeno, cardiodesfibrilador, monitor, etcétera”.
Su colega, Madrid, brindó dos declaraciones. En la primera, que consta en la foja 53 del expediente, explicó que la mañana del 25 de noviembre no ingresó a la habitación de Maradona para dejarlo descansar porque sabía que al mediodía llegarían la psiquiatra y el psicólogo, y relató cómo ella misma encabezó las maniobras de RCP, que fueron infructuosas.
Pero los fiscales volvieron a citarla cuando descubrieron que había escrito un informe para la empresa “Medidom” en el que constaba que aquella mañana había intentado controlar a Maradona y que él se había negado.
“Hice un reporte en la casa de Maradona, tras haber declarado en la fiscalía porque es lo que me indicó Mariano, el coordinador. Dije que intenté tomarle los signos vitales y que él no me dejó, pero la verdad es que eso no pasó”, afirmó la enfermera al confesar la falsedad de parte de aquel informe en su segunda declaración, a foja 161.
Madrid contó que en las dos semanas en las que trabajó en la casa alquilada por Maradona “nunca” llegó a revisarlo, que su función se limitaba a administrar medicación, y que con ella el DT de Gimnasia “no tenía buena relación”, ya que cada vez que la veía, decía: “A esta piba no la quiero ver, que se vaya”.
Reiteró que ese día no entró en la habitación donde descansaba el Diez “en ningún momento” y que solo a las 7.30 lo escuchó “deambular” e interpretó que era Maradona yendo al baño portátil “por el sonido de la chata”.
Al igual que su compañero, Madrid también cargó contra el dispositivo montado en la casa del country al señalar: “No teníamos oxígeno ni medicación. Por eso hicimos respiración boca a boca. No teníamos elementos para casos de paro”.
“Solo teníamos los elementos para internación simple porque para el doctor Luque era un paciente estable y lo único que había que tratar era el tema de la adicción al alcohol, que eso lo manejaba la psiquiatra”, concluyó.
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