La Matanza. Comerciantes y vecinos tienen miedo por la violencia del delito
En La Matanza ni siquiera las semanas con más estricto aislamiento lograron reducir el impacto del delito. Y en los últimos meses la localidad de Rafael Castillo quedó como escenario de algunos de los episodios más dramáticos de inseguridad. Antonio Ventrice fue asesinado por motochorros frente a su casa el pasado 2 de septiembre. Apenas un mes después y a solo cinco cuadras del escenario de ese crimen, el panadero Gerardo Caivano se defendió de un intento de robo y mató a uno de los asaltantes, de 17 años, en el cruce de las calles Yanzi y María Pita. La zona aparece como un punto caliente en el mapa del delito.
A muy pocas cuadras funciona la verdulería de Claudio quien hace más de 20 años que instaló allí ese comercio. Está cansado de los robos. "Lo que sucede en el barrio es que viene gente de otros lados. Cuando largaron a los delincuentes, luego de anunciar la cuarentena, ahí empezó a empeorar todo para nosotros. Dos meses atrás, se bajaron de un automóvil cuatro personas armadas. Uno entró en mi verdulería y otros en la despensa de al lado. Me robaron la recaudación del día y el celular", contó el comerciante.
"Me quería ir del barrio, pero no puedo. Tengo que abrir todos los días el negocio. Uno no puede estar armado. Y si me compro un arma y pasa algo, después me tengo que ir. Uno tiene que quedarse en el molde, dejar que los delincuentes te roben y se vayan", reflexionó Claudio.
Su vecina Mirta atiende la despensa que también fue robada en el raid descripto por el verdulero. "Entraron armados acá. Era cerca del mediodía, redujeron al cliente y vinieron detrás del mostrador. Me robaron todo el efectivo, celulares, la llave del auto. Al cliente también le robaron la billetera y el celular. Fue muy rápido. Gracias a Dios no pasó a mayores", dijo esa comerciante.
En la cuadra donde el panadero Caivano tuvo su enfrentamiento con ladrones funciona otra verdulería, cuyos empleados relataron varias situaciones de inseguridad que sufrieron en los últimos meses. "Desde que empezó la pandemia la zona está muy complicada. Nosotros nos cuidamos entre vecinos. A la hora de cerrar los comercios nos miramos entre todos para ver que estamos seguros, pero no podemos hacer más. Ellos te cazan como pájaros y cuando nos defendemos ellos son unos angelitos. Uno trabaja asustado. Cada vez que bajamos la mercadería estamos mirando para todos lados", explicó una de las empleadas.
En esa zona que parece concentrar varios casos de robos en los comercios abrió las puertas hace un mes un supermercado. Esos pocos días le alcanzaron a quienes trabajan allí para entender que el barrio "está picante".
"Hay muchos motochorros. Uno vive con miedo. El día que atacaron al panadero, los delincuentes estacionaron muy cerca del supermercado Tuvimos mucha suerte, porque podrían haber entrado a robar acá. A uno le da mucha bronca porque si te matan a un familiar después no pasa nada", comentó una de las empleadas.
Otra vecina, que se identificó como Juana, señaló la repetición de robos sufridos en esa área de Rafael Castillo. "Ahora el barrio es totalmente inseguro. En abril me robaron un celular, y en mayo, otro. El primero me lo sacaron delincuentes que bajaron de un auto, y el otro, motochorros. Los del auto me apuntaron y me quedé paralizada", indicó la jubilada que vive allí desde 1979.
"Todo esto me genera mucha angustia por Gerardo (el panadero que mató a un ladrón). Conozco a su familia. Me da mucha pena porque hicieron muchos sacrificio", agregó la vecina en un diálogo con LA NACION.
En el viralizado video en el que se registró la golpiza a uno de los ladrones -menor de edad- tras la muerte de su cómplice en el intento de robo al panadero se puede observar a varios hombres que habrían trabajado en una carnicería de la zona. Renunciaron por el temor a represalias y el comerció bajó sus persianas.
Otras víctimas del delito cargan su dolor día a día. Francesca fue la esposa de Antonio Ventrice durante 42 años. El dolor, la angustia y el vacío se apoderaron de ella y su familia tras el asesinato de su esposo la tarde del pasado 2 de septiembre. El hombre fue baleado por motochorros mientras estacionaba su camioneta frente a su casa, ubicada en la localidad bonaerense de Rafael Castillo, en La Matanza. La mujer escuchó el disparo y salió de la vivienda. Vio a Antonio en el suelo en medio de un charco de sangre. "No pasa nada, mi amor", le dijo su esposo en un intento de contenerla. "Estaba desesperada. Llamé a un vecino. Tratamos de socorrerlo. Pensábamos que era un balazo en el brazo. Lo llevamos con mi hijo al Hospital Paroissien. Pasó una hora en el hospital. Los médicos hicieron todo lo posible, pero no lo resistió", contó Francesca.
Y agregó: "Siento un vacío enorme. Estábamos planeando cosas. Ahora somos otras personas, siempre de bien, pero con otro pensamiento y llenos de dolor. Me arruinaron la familia. Mis cuatro hijos son trabajadores y el más chico está con psicólogo por lo que le sucedió al padre. No encontramos la respuesta a lo que sucedió, lo mataron sin piedad".
La policía capturó a dos jóvenes, de 17 y 15 años, como autores del asesinato. Fueron enviados a un instituto de menores. Allí, tras pasar varios días, según testimonios de la familia Ventrice, el adolescente se escapó, aunque fue recapturado.
"No puede ser que un pibe a los 16 años pueda votar, y no pueda ir preso si mató. Hay que cambiar las leyes. Debería debatirse en el Congreso, porque que hay muchos hechos de inseguridad que son efectuados por menores", argumentó Daniel, uno de los hijos de la víctima.
Un mes después del homicidio de Antonio, otra violenta situación se vivió frente a una panadería ubicada a solo cinco cuadras de la escena de ese crimen. En ese episodio murió un ladrón de 17 años.
"Este es un país que está dividido. Todos se lavan las manos, y le echan la culpa al otro. Yo digo lo que siento. A mi marido no me lo devuelven mas. Éramos el uno para el otro. Trato todas las mañanas de tomar un café o un té por él. Hablo de esto para que otra familia no pase lo que pasamos nosotros. Le quitaron la vida en dos segundos. No se hizo presente ninguna autoridad. Me estoy derrumbando día a día", señaló Francesca, quien vive en ese barrio de La Matanza desde 1984.
"Con muchísimo esfuerzo hicimos la casa y criamos a nuestros hijos. En esa época nos sentábamos en la vereda y charlábamos con los vecinos. Ahora tenemos que estar todos encerrados y con miedo. No hay presencia policial ni gendarmes. Queremos que pongan cámaras de seguridad. Las podemos pagar entre vecinos, pero creo que le corresponde al Estado ponerlas por los hechos que están sucediendo", expresó Francesca, que en medio de su enorme dolor quiere hacer lo posible para evitar la repetición de crímenes.
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