La Masacre de Flores: el asesino que incineró a una familia por dinero
Fructuoso Álvarez González amenazaba con que mataría a José Bagnato y a su hijos si no pagaba los US$180.000 que le reclamaba; hace 26 años, prendió fuego la casa de su exsocio, en la que había cinco personas; fue condenado a prisión perpetua, y el único sobreviviente de la tragedia teme que cuando salga de la cárcel intente asesinarlo
Matías Bagnato tiene hoy 42 años, la misma edad que tenía su padre, José Salvador, cuando lo mataron, en uno de los mayores asesinatos múltiples de la historia criminal argentina. El 17 de febrero de 1994, Cacho, un exsocio de la fábrica de zapatillas de los Bagnato, incendió la casa en la que vivía la familia, en Baldomero Fernández Moreno y Pumacahua, y mató a José; a su esposa, Alicia Noemí Plaza; a Fernando y Alejandro, hermanos de Matías, y a Nicolás Borda, un vecino del barrio que se había quedado a dormir.
Por el quíntuple homicidio, recordado como la masacre de Flores, el Tribunal Oral Nº 12 condenó a prisión perpetua a Fructuoso Álvarez González, señalado por el testigo Norberto Corda como la persona que llegó a la esquina de la casa en una cupé Renault Fuego y arrojó dos bidones con fósforo líquido hacia la vivienda.
Matías tenía 15 años y fue el único integrante de la familia que logró escapar. Para la Justicia, Álvarez González decidió matar a los Bagnato, hace 26 años, porque no pudo cobrarles la deuda de 180.000 dólares que reclamaba por su participación en la fábrica.
Según Matías, Álvarez González llamaba de madrugada y amenazaba a su padre. Le advertía que si no retiraba las denuncias que había hecho en su contra los mataría a todos. También llamaba de día, cuando José y su esposa estaban en la fábrica. Las comunicaciones eran atendidas por Matías y Fernando, que escuchaban a un hombre que a través de un distorsionador de voz les decía: "Se quemaron, están todos muertos".
Debido a que el hombre de las amenazas usaba ese dispositivo para enmascarar su voz real, Matías y su hermano le decían "el monstruo". Y resultó que lo era.
"Me desperté casi asfixiado. No podía respirar. Me levanté sobresaltado y caminé hacia la habitación de mi hermano Fernando. Salía una llama por debajo de la puerta. Cubrí mi cara con una remera y abrí la puerta. La llamarada me tiró al piso. Se me prendía fuego el pelo y me quemaba un brazo. Aturdido, busqué a mi hermano y fui a la pieza de mis padres. El fuego había tomado el techo y el placard. Entonces les grité a mis padres que salieran. 'No vengan a mi cuarto. Yo puedo salir solo. Estoy bien'. Les grité a todos, los nombré uno por uno, una y otra vez", recuerda Matías.
Eran las 3.30 y la faena asesina de Álvarez González estaba en su punto más dramático. El incendio que inició con los dos bidones de fósforo líquido en la cochera de Baldomero Fernández Moreno 1906 convirtió el chalet en una trampa mortal de fuego y humo.
"Cuando me asomé a la ventana, pude ver a mi vecino Norberto Corda. Me estaba quemando. Sentía el fuego en la espalda. Intenté saltar hasta un cantero que había en la vereda. Pero Corda me advirtió que no lo hiciera porque estaba todo rociado de líquido inflamable. Entonces, entre él y un policía me guiaron hasta la terraza de la casa vecina", recordó el único sobreviviente de la masacre.
Antes del múltiple homicidio, José Bagnato había hecho varias denuncias por amenazas en la comisaría 38» de la Policía Federal. En una de esas presentaciones incluyó la agresión sufrida por la abuela de Matías, que fue golpeada por Álvarez González.
"Después del incendio fui a la seccional. Entonces, el comisario Arístides Agostini me preguntó quién podía haber cometido semejante acto criminal. Lo confronté y le recordé la cantidad de denuncias que mi padre había presentado contra Álvarez González. Primero me dijo que no había ninguna constancia. Luego de mucho insistir, y cuando le recordé el nombre de mi padre, pareció recuperar la memoria y, de repente, aparecieron todas las exposiciones hechas contra Álvarez González. Estoy seguro de que si la policía no hubiese subestimado las denuncias, los asesinatos de mis padres, de mis hermanos y de Nicolás se habrían evitado", afirma Matías.
Según el testigo Corda, minutos después de las tres de la mañana salió de su casa para fumar y le llamó la atención el conductor de la cupé Renault Fuego que se había detenido en la esquina de Baldomero Fernández Moreno y Pumacahua. Advirtió que ese sujeto, el único ocupante del auto, miraba hacia la casa de los Bagnato.
Luego vio que un hombre arrojaba dos tachos o bidones dentro de la cupé y abordaba el rodado. Al chirrido de las ruedas, cuando el auto arrancó a toda velocidad le siguió una explosión. Corda corrió hasta el lugar de la detonación, vio el fuego y comenzó a gritar para que quienes estuvieran dentro salieran, al tiempo que pedía auxilio en forma desesperada.
"El cuerpo de mi madre fue hallado en el baño, dentro de la bañera, junto con el de mi hermano Fernando. Creo que quiso mojarlo para apagarle el fuego del cuerpo. La encontraron con el teléfono celular en la mano; trataba de llamar a los bomberos. Fue una leona tratando de salvar a sus cachorros. Mi padre falleció al lado de la reja de la ventana, cuando intentaba arrancarla para poder salvar a su familia. Mientras que Alejandro y Nicolás murieron asfixiados por el humo. Ellos estaban en la misma habitación", recordó el hijo mayor de los Bagnato.
La noche que los mataron, los Bagnato habían visto el clásico entre San Lorenzo e Independiente por el torneo de verano, en Mar del Plata. Toda la familia era simpatizante del Santo de Boedo. Nicolás Borda se había quedado a dormir porque era amigo de Alejandro, el menor de los hermanos Bagnato, que tenía 9 años. Al día siguiente su madre pasaría a buscarlo para ir con él y Alejandro a la pileta.
El laberinto judicial
En noviembre de 1995, el Tribunal Oral Nº 12 condenó a prisión perpetua a Álvarez González y, entre tanto dolor, parecía que Matías Bagnato empezaba a cerrar un capítulo de su drama. Ocho años más tarde, La Justicia aceptó el pedido de Álvarez González, que tenía la doble nacionalidad argentina y española, de cumplir el resto de la sentencia en España.
Pero el 22 de noviembre de 2008, los tribunales españoles convirtieron la perpetua en una sentencia a 20 años de cárcel, el equivalente en aquel país a nuestra pena máxima. Así, Álvarez González logró licuar el monto de la condena impuesta aquí y recuperó la libertad. Un año después regresó a la Argentina. Nadie lo detuvo porque contaba con la documentación que indicaba que se había agotado la pena en su contra.
"El monstruo" intentó vincularse con su familia, pero lo rechazaron. Entonces comenzó a llamar a Matías. La primera comunicación fue a las 3.30, a la misma hora en que había comenzado el incendio que le arrebató a su familia.
Indignado y angustiado porque nadie le había advertido que el asesino estaba en libertad, Matías Bagnato se presentó ante el Juzgado de Ejecución Penal y denunció las amenazas.
En diciembre de 2011, Álvarez González fue detenido nuevamente. La Cámara Nacional de Casación Penal resolvió entonces que había cumplido 15 años y cuatro meses de prisión y que le faltaban cumplir poco más de nueve años de cárcel.
Álvarez González sigue detenido en el penal de Ezeiza y constantemente presenta pedidos para que le concedan la libertad condicional. Sabe que le faltan pocos meses para que se agote la pena en su contra.
En los últimos días, la fiscal de Ejecución Penal Guillermina García Padín rechazó un pedido de libertad condicional en favor de Álvarez González. El dictamen de la representante del Ministerio Público se fundó en un informe del Gabinete Interdisciplinario del penal de Ezeiza.
"Nos encontramos frente a un sujeto que ha sido evaluado en reiteradas oportunidades a lo largo de toda su condena, destacando su personalidad psicopática. Por lo tanto, su pronóstico de reinserción social es desfavorable", concluyeron en su informe de los psicólogos que entrevistaron a Álvarez González.
Después de seis años de insistir, Matías logró que se sancionara la llamada ley de víctimas, que establece la obligatoriedad de informar a quien haya sufrido un delito sobre el estado y avance de la ejecución de la pena del condenado.
Matías admite que en él crece la angustia a medida que se acerca el momento en que se agotará la condena. Teme que si lo dejan salir Álvarez González intente terminar la masacre que inició el 17 de febrero de 1994 para matar al único miembro de la familia Bagnato que sobrevivió al fuego.
Enemigos declarados
Hace nueve años, la Justicia no le avisó a Matías Bagnato que el hombre condenado a prisión perpetua por matar a toda su familia había recuperado la libertad. Se enteró de que Fructuoso Álvarez González no estaba tras las rejas una madrugada, a las 3.30, cuando recibió una llamada en la que lo amenazaron de muerte. Desde entonces, Bagnato libra una batalla para que el condenado siga en la cárcel. Matías logró que se sancione una ley para que las víctimas sean aceptadas como parte en la etapa de ejecución de la pena. Ese hombre al que teme podría quedar libre este año.
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