La madrugada que se derrumbó la mentira de Jorge Mangeri y terminó acusado del femicidio
Cuatro días después del crimen, al declarar ante la fiscal, el encargado acusó a la policía de haberlo torturado para que confesara; pero al revisarlo, los legistas hallaron los rasguños que le hizo Ángeles al intentar defenderse de la violación
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Desde que asesinó a Ángeles Rawson el 10 de junio de 2013, por la mañana, Jorge Néstor Mangeri intentó borrar las pruebas que lo vinculaban con el femicidio. Primero aprovechó su dominio de los rincones del edificio de Ravignani 2360 para sacar el cuerpo de la adolescente, de 16 años, sin que ningún vecino lo advierta y arrojarlo en un contenedor de basura a la hora habitual en la que cada día sacaba los residuos del inmueble de Palermo.
Al día siguiente, cuando el cuerpo de Ángeles fue hallado por uno de los trabajadores de la planta de separación de basura de la Ceamse, en José León Suárez, modificó su hábitos. Pidió licencia por enfermedad, dejó de usar su celular y se reunió con Cecilio Saettone, el primo de su esposa, Diana, en una estación de servicio cercana a la planta automotriz donde este policía bonaerense trabajaba como custodio.
En ese momento pergeñó la coartada y el plan para borrar las pruebas. Pero la mentira le duró dos días. El 14 de junio por la noche, Mangeri fue llevado a declarar como testigo a la fiscalía. Los responsables de la investigación querían que Mangeri, como encargado del edificio de la calle Ravignani, relatara si había visto llegar a Ángeles a su casa y cómo era la relación con su familia.
En la primera etapa de la causa, los responsables de la pesquisa, apoyados en un informe de autopsia plagado de errores groseros, habían comenzado a orientar las sospechas hacia el entorno familiar de la víctima.
Aquella noche, Mangeri se cruzó en el pasillo de la fiscalía con Sergio Opatowski, pareja de la madre de Ángeles, que esperaba su turno para declarar. La decisión de convocar a la familia de la víctima se había dispuesto dos días antes, cuando los funcionarios judiciales allanaron la casa de la adolescente mientras el cuerpo de la chica era velado en una casa de sepelios de Olivos.
Desesperado, cuando Mangeri vio llegar a los policías al edificio, el 12 de junio a la noche, intentó descubrir cuál era el curso de la investigación. En su afán por saber si lo tenían entre los sospechosos, siguió a los policías y a los funcionarios judiciales hasta el pequeño cuarto del edificio situado a veinte metros de la casa de la víctima donde estaba el CPU que grababa las imágenes de la cámara de seguridad instalada en la puerta del inmueble.
“Esa es Mumi”, exclamó Mangeri desde atrás de los detectives de la División Homicidios de la Policía Federal y los funcionarios de la fiscalía y del juzgado. Fue el primer reconocimiento positivo de Ángeles en el expediente. La imagen correspondía a Ángeles y la ubicaba a pocos metros de su casa, a las 9.52 del 10 de junio. En ese momento, la afirmación de Mangeri complicaba a la familia, que había manifestado que la adolescente no había llegado al departamento esa mañana, desde el colegio.
Sin embargo, 48 horas después, ante la fiscal María Paula Asaro, su mentira se derrumbó. Frente a la representante del Ministerio Público y al secretario de la fiscalía, Mangeri manifestó que había sido secuestrado por un grupo de policías que lo quemaron para obligarlo a hacerse cargo del femicidio. Ante semejante acusación, la fiscal le dijo a Mangeri que convocaría a un médico legista para que lo revisara, ya que lo que relataba constituía un grave delito de acción pública.
Cuando el médico legista revisó a Mangeri descubrió que su torso tenía marcas de lesiones compatibles con heridas de defensa. Además, el especialista sostuvo que esas lesiones habían sido enmascaradas con otras heridas. Agregó el facultativo en su informe que Mangeri tenía en el rostro una quemadura que ocultaba un raspón que la víctima le habría provocado con una uña en su intento por evitar ser violada por el encargado de su propio edificio, un hombre con el que tenía trato cotidiano y que la conocía desde que elle tenía 11 años.
Otra laceración, compatible con un arañazo, encontrado en la parte superior interna de la pierna indicó que Mangeri se había bajado los pantalones para agredir sexualmente a la adolescente y la víctima se había defendido con todas sus fuerzas. En ese momento, el encargado del edificio de Ravignani 2360 pasó de testigo a acusado. Posteriormente, los peritos extrajeron muestras de tejidos que fueron comparados con los restos de piel hallados en las uñas de la víctima.
Cinco días después, los estudios de ADN concluyeron que el perfil genético de la piel encontrada en una uña de Ángeles y en una cuerda usada para atar el cuerpo correspondía a Mangeri. Para que este estudio pudiera realizarse resultó clave el trabajo del forense que revisó el cuerpo de Ángeles en el lugar del hallazgo, en la planta de la Ceamse en José León Suárez, partido de San Martín. Con esta prueba, sumada a otros elementos, el juez de instrucción Javier Ríos dictó la prisión preventiva para Mangeri.
El forense del Departamento Judicial San Martín que participó del primer operativo había advertido que el cuerpo de Ángeles tenía lesiones compatibles con un abuso sexual. Ante la posibilidad de que la adolescente hubiese sido violada, el médico legista aplicó el protocolo para los casos de abuso y cubrió las manos con sobres para preservar las pruebas y realizar los hisopados.
Aunque el cuerpo fue hallado en José León Suárez, el Ministerio Público de San Martín, declinó la competencia en la fiscalía de instrucción porteña ante la presunción de que el delito más grave, el femicidio, hubiera ocurrido en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Por tal motivo, la autopsia se realizó en la Morgue Judicial de la calle Viamonte.
Félix Konopka, el forense que hizo la autopsia de Ángeles, no advirtió las lesiones compatibles con el abuso sexual que había sufrido la adolescente. Tampoco le hizo caso al ayudante en la necropsia, que le avisó de la presencia de hematomas en el cuello que indicaban que la víctima había sido estrangulada. Según, aquel forense, Ángeles tenía lesiones compatibles con relaciones sexuales de antigua data, no había sido violada y había muerto por la compresión que sufrió cuando el cuerpo fue sometido a la compactadora que funciona dentro del camión de basura que, entre otras, había procesado la bolsa de residuos que contenía el cadáver de la chica.
Posteriormente, una junta médica dejó sin efecto el informe de la autopsia realizado por Konopka y concluyó que Ángeles había sido asesinada porque se había resistido a ser violada. El forense Konopka fue sumariado por haber hecho todo mal. No obstante, no existen registros sobre alguna sanción en su contra.
Tras las rejas
Cecilio Saettone, el primo policía de la esposa de Mangeri, fue condenado a cuatro años de cárcel por falso testimonio. Hace tres meses, la Cámara de Casación rechazó un recurso contra la sentencia. Mangeri, en tanto, sigue alojado en pabellón B del módulo 1 de la cárcel de Ezeiza.
En prisión se encarga de la organización de los cursos dentro del taller, no tiene sanciones y cumple con todas las pautas fijadas para su tratamiento carcelario. Además se inscribe en todos los cursos que le sirvan para sumar puntos que le permitan restar años a su condena a prisión perpetua. Recibe muy pocas visitas, Lleva ocho años detenido y la condena en su contra quedó firme en julio de 2018, cuando la Corte Suprema de Justicia desestimara el último recurso de la defensa de Mangeri. Un año antes la Casación había confirmado la condena dictada en el juicio oral y público.
Hasta dentro de 17 años, en 2038, Mangeri no podrá pedir alguna salida salida transitoria. La pena de prisión perpetua que recibió por el femicidio de Ángeles Rawson se agotará cuando él cumpla 80 años.
Quién es quién en la familia
- Ángeles Rawson era integrante de lo que se conoce como una familia ensamblada.
- Sus padres son Jimena Aduriz y Franklin Rawson.
- Ellos tuvieron tres hijos: Jerónimo, hoy de 33 años; Juan Cruz, ahora de 27, y Ángeles, que tenía 16. Se separaron y volvieron a formar pareja.
- Sergio Opatowski, conocido como Pato, vivía en Ravignani 2360 con Jimena Aduriz, Ángeles y Juan Cruz Rawson, y su propio hijo, Axel, fruto de un matrimonio anterior. Esa mujer había fallecido.
- Franklin Rawson también estaba en pareja en el momento del crimen. Su mujer, Cris, fue quien realizó la última carga virtual de datos de telefonía del celular de Ángeles
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