La insólita exhibición de poder de fuego con fusiles de Lucho Cantero, el menor del más peligroso clan narco
Tiene 19 años y es hijo del Pájaro Cantero, asesinado líder de Los Monos; su búsqueda de la exposición pública en redes sociales, siempre con armas a su lado, marcan el nuevo perfil de la generación narco que busca llegar al poder en el mundo criminal
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ROSARIO.-Un fusil FAL con numeración limada apareció en manos de cuatro jóvenes, tres de ellos menores, el viernes pasado, cuando los detuvo la policía a tres cuadras del casino de Rosario. El fusil era de Luciano Cantero, de 19 años, el hijo del líder de Los Monos asesinado en 2013, quien fue imputado en las últimas horas de homicidio y acopio de armas, que exhibía en las redes sociales como si fuera un capital valioso que irradiaba fascinación entre los adolescentes que aspiran a convertirse en sicarios. Le secuestraron 24 pistolas, con varios cargadores de 30 proyectiles, que se transforman en ametralladoras incontrolables.
El hijo de Claudio Cantero, líder de Los Monos asesinado en 2013, fue acusado este sábado de acopio de armas y está sospechado de disparar 60 tiros con una ametralladora contra un patrullero de la policía el 25 de diciembre.
Un rasgo que los investigadores observan del hijo de Claudio Cantero, alias Pájaro, el histórico líder de la banda que fue asesinado el 26 de mayo de 2013, es que tiene una cantidad y un nivel de armamento que lo diferencia del resto de las bandas narco. Su estrategia parece ir a contramano de un criminal que prefiere el bajo perfil. Cantero se saca fotos y videos con su principal capital: las pistolas y fusiles.
La cantidad de armas que hay en la calle en poder de las bandas criminales es proporcional a los altos niveles de violencia: en 2021 se produjeron 241 homicidios, en los que se usaron en el 85 por ciento de los casos armas de fuego. También se traduce en las personas lesionadas por los disparos: hubo 859 personas baleadas el año pasado. La tasa en Rosario es de más de 70 personas heridas por las balas cada 100.000 habitantes.
Lucho, como lo llaman a este joven que fue detenido el martes pasado, cuando le secuestraron 24 pistolas y más de 500 balas, decidió exhibir su poder de fuego. Hacerlo público y viral para que el resto, tanto la policía, como los fiscales y sus rivales en el negocio de la droga, se enteren que puede hacer daño con el arsenal de armas que posee.
Varias de las pistolas 9 milímetros que le secuestraron tenían cargadores de 30 y 50 proyectiles. Son armas cortas semiautomáticas que se transforman con una adaptación que hace un armero en ametralladoras de mano, que son incontrolables a la hora de disparar. El sonido de las ráfagas de disparos que muchos vecinos escuchan en las noches provienen de este tipo de armas.
Ese fusil FAL calibre 7.62 estaba en poder de cuatro jóvenes, tres de ellos de 17 años. Forman parte de la banda de Cantero. Antonio C., uno de los menores que iban en el Renault Clio, donde fue incautada el arma, vive en el barrio La Granada, y su casa fue allanada el martes pasado, cuando detuvieron a su jefe de 19 años. Ese fusil FAL con numeración limada es una de las armas exhibidas por Cantero en un video con el músico Zaramay que grabaron a principios del año pasado en Rosario. Allí muestran pistolas con cargadores circulares de 50 tiros, que son de origen brasileño y coreano, según los investigadores judiciales.
“Existe una cultura de la violencia en algunos ámbitos de la sociedad que explota y permite que se den vínculos entre delincuentes y cantantes. Zaramay escribe y pertenece a un tipo de música que exalta la violencia, como un legado de algunas bandas de música iberoamericanas y eso los emparenta un poco” con bandas criminales, aseguró el fiscal Matías Edery, de la Unidad de Criminalidad Organizada.
En ese video el hijo del fallecido líder de Los Monos se presenta en sociedad como una nueva generación de líderes narcos, que a contramano de lo que indica el sentido común usan las redes sociales para demostrar que no tienen límites con ese poder de fuego.
En la audiencia que se realizó este sábado, el fiscal Edery reveló que Luciano Cantero aparece en otro video que grabó en los festejos de Navidad disparando al aire con el fusil FAL en una casa en Arrieta al 1800. Unos días antes de que fuera detenido, Cantero sacó una foto con el arsenal de pistolas, entre ellas, cuatro Glock 9 mm, con la frase: “Por si las moscas”.
Algo similar hizo el 1º de enero de 2018 Alan Funes, de 18 años en ese momento, quien grabó un video que difundió por Instagram, que lo mostraba cuando disparaba una ametralladora para desafiar a sus rivales del clan Camino. Alan Funes está preso en el penal de Ezeiza, condenado a 44 años de prisión por causas de narcotráfico y homicidios.
Lautaro Sappietro, quien estuvo al frente de la Agencia Provincial de Prevención de la Violencia con Armas de Fuego (APVAF) hasta la semana pasada, reconoció que hay un poder de fuego cada vez más importantes de las bandas criminales de Rosario. “Las ametralladoras y fusiles que se secuestraron en los últimos meses pertenecían a fuerzas de seguridad”, apuntó en diálogo con LA NACION. La semana próxima se va a publicar un informe sobre incautación de armas de fuego, que va a mostrar un incremento. “Entre el 1° de enero de 2020 y el 30 de junio de 2021 se secuestraron 5496 armas de fuego en Santa Fe”, señala el informe del Observatorio de Seguridad Pública. El problema que aparece ahí es que la mayoría de las armas incautadas no son las que usan las bandas narco, como las de calibre 22. Eso representaría que muchas veces la policía “hace número” con armas que muchas veces están deterioradas y fuera de uso.
El diputado nacional Gabriel Chumpitaz, especialista en temas de seguridad, desmitificó el poder de fuego de las organizaciones criminales al señalar: “No creo que las bandas delictivas tengan mayor poder de fuego que el Estado, por cada FAL que aparece del crimen, la policía podría tener 100 fusiles de asalto”. El problema que observó Chumpitaz no es a nivel de armamento sino de inteligencia criminal. “En ese punto veo un problema, el crimen organizado centraliza lo estratégico y descentraliza lo táctico, a diferencia del Estado que además tiene el problema de la lenta velocidad con la que se mueve”, señaló el legislador de Juntos por el Cambio.
La fascinación por la violencia y la exhibición de las armas es recurrente entre los jóvenes, muchos de ellos adolescentes, como lo revelan varias causas judiciales. “¿Qué onda. Vamos a matar a alguien?”, le preguntó el 26 de octubre pasado Nahuel Quinteros a su jefe en un mensaje por WhatsApp. Ese muchacho que quiere ser sicario aún no asesinó a nadie nunca y expone las ansias que tiene de “activar”, de ser protagonista de un homicidio. Lo hace como si la muerte o las vidas ajenas fueran algo demasiado banal, en ese juego real en el que la tragedia de la violencia narco se incrusta en la vida como algo cotidiano.
Quinteros se queja ante Jonatan Ribles, quien coordina cómo llevar adelante los crímenes, que le dan misiones menores, como custodiar los búnkeres y evitar “que los drogados no se deliren”. Un par de días después le dan las armas para que las cuide porque “anda el Comando (Radioeléctrico)” dando vueltas. Para convencer a su jefe. Quinteros promete que sabe “manejar la grandota” (una ametralladora FMK3). “Vos sabes que manejo la grandota bien piola”, le transmite a Ribles. “Quiero un par de muertes ahí para Rosario Alerta” –un portal de hechos policiales de Rosario–. Su jefe trata de calmar su ansiedad. “Tranquilo Popeye”, advierte Ribles, en forma de broma y en referencia al sicario de Pablo Escobar.
En su casa Quinteros se filma con el arsenal que tiene que custodiar y le envía videos a su novia. “Mirá amor…para todos los giles”, le dice a su pareja. Exhibe tres armas poderosas: dos pistolas 9 mm, una de ellas con un cargador largo, de 31 proyectiles, y una réplica calibre 22 de un fusil de asalto.
El arsenal que exhibía con jactancia este joven, que aparece con su rostro protegido por el barbijo del Guazón, era el que utilizaba un grupo de sicarios para ejecutar los planes que delineaba desde el pabellón Nº4 de la cárcel de Piñero, a 20 kilómetros de Rosario, Alejandro Núñez, el jefe de la organización.
Chuky Monedita, como se lo conoce en el ambiente del hampa a Núñez, condenado por homicidio en 2015, desarrollaba una paleta de actividades delictivas desde la prisión: manejaba el negocio de una red de búnkeres que atendía, sin restricciones horarias, un grupo de mujeres –a las que llaman “las bunkeras”–, ordenaba la usurpación de casas para convertirlas en puntos de venta de drogas, y planeaba ataques sicarios, cuyas tareas de inteligencia llevaba adelante un taxista, según se desprende de la investigación que realizaron los fiscales Pablo Socca y Valeria Haurigot.
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