La historia detrás de la historia. El rostro de una niña que hoy no recibirá un regalo interpela a todos
Los funcionarios parecen tener frente al delito la misma actitud que los jóvenes ante el consumo de drogas: una baja percepción del riesgo.
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Tal vez caminaba con la ilusión de recibir hoy algún regalo. Un obsequio grande o pequeño, poco importa el costo o el tamaño de algo que siempre tiene el enorme valor simbólico del cariño familiar. Nada debería haber evitado que se despertase esta mañana en su humilde barrio con la fantasía de tener algo nuevo, un objeto mínimo aunque sea que renueve sus deseos de preadolescente, sus ganas de encontrarse con sus amigos en la escuela, su esfuerzo para estudiar. Su voluntad de vivir. Pero hoy no verá la flor que le llevarán. Todo terminó cuando ni siquiera había empezado. A las 7.27 del 9 de agosto. En ese momento en que un motochorro desgarró su hígado y afectó un riñón con un puntapié. Morena Domínguez pasó a convertirse en una bandera como otros nombres que esperan proteger con su recuerdo a futuras víctimas. Tenía 11 años. Hoy debería haber festejado el Día de la Niñez.
Su rostro dejó el anonimato y se resignifica en la evitable tragedia. Esos ojos interpelan a las autoridades. Y a la sociedad, también. En tiempo de rosca política los funcionarios cierran los ojos para no ver la realidad. Besan el anillo del fallecido Julio Grondona. Todo pasa. Pero a veces todo queda.
Cuando trasciende un homicidio como el de Morena se levantan algunas voces indignadas. Comentaristas de una realidad que tienen la misión de cambiar. Lionel Messi no busca un micrófono para dar su opinión treinta segundos después de recibir un gol, sino que pide la pelota para hacer algo distinto. Para hablar, están otros; él tiene que mostrar resultados.
Frente a los pequeños amigos de Morena que se quiebran en llanto pegados al coche fúnebre de poco sirven las frases de ocasión expresadas por políticos que conocen las estadísticas del delito. O que el menos deberían estar al tanto de esas cifras. Cada día 137 armas apuntan a vecinos sin el seguro puesto. Solo el azar impide que los 50.119 robos a mano armada anuales no lleven la cantidad de asesinatos a dimensiones homéricas.
Ese dato de asaltos con presencia de armas de fuego -otros 102.976 son considerados robos simples, como si fuesen menos peligrosos- es la recolección de denuncias registradas el año pasado en el Ministerio Público Fiscal bonaerense. Los números apabullan. Sin embargo, los funcionarios parecen tener frente al delito la misma actitud que los jóvenes ante el consumo de drogas: una baja percepción del riesgo.
Solo de esa manera puede entenderse que las reacciones oficiales solo sean promesas y no hechos. Ni siquiera respuestas tácticas alrededor de las escuelas. Se roba en todos lados y en cualquier horario. Eso exponen los 419 robos de toda modalidad que se denuncian cada día. Hay que reconocer que no se puede poner un policía en cada esquina. Ni siquiera un estado totalitario podría apelar a ese método de anulación del delito. Pero por algún lugar hay que empezar. Y que los chicos no tengan que entregar atemorizados el celular un día después de recibirlo como regalo del Día de la Niñez puede ser un buen punto de partida. Un pequeño paso es también un gran salto de calidad de vida.
Los motochorros están cebados en los alrededores de los establecimientos educativos. Tienen blancos fáciles. Así la olfatearon a Morena los hermanos Miguel y Darío Madariaga, de 25 y 28 años, respectivamente, cuando buscaban presas en su coto de caza. El botín es siempre un celular, por la alta capacidad de reventa de esos aparatos. Los ojos de Morena interpelan también en ese aspecto a la sociedad que en busca del placer digital está dispuesta a no enterarse de dónde salen esos teléfonos con los que mira videos a bajo precio. Celulares de sangre.
Quitarles el rol de depredadores a los motochorros es misión del Estado. En términos militares, hay que minar los alrededores de los colegios. Cuando un ejército recurre a las minas antipersonales no busca matar la mayor cantidad posibles de tropas, sino negarle el terreno a la fuerza enemiga. Es una posición táctica que obliga al rival a moverse por el sector que se le ofrece y no por el lugar que hubiese elegido. En términos civiles, deben hacerse corredores seguros para los estudiantes.
Y no es algo tan difícil de implementar. Menos en Buenos Aires, donde una ley aprobada en 2019 transfiere a los municipios la posibilidad de fijar espacios y horarios en los que no puedan circular dos personas en una moto. La mirada de Morena puede enfocar directamente a los ojos de los intendentes del conurbano, porque ellos y ellas pueden dar hoy mismo un regalo de seguridad a los niños y niñas.
Pero en política siempre todo es más difícil, aunque el mensaje que transmite la cara de Morena sea fácil de decodificar. Si José Saramago hubiese vivido aquí, seguramente el cornubano hubiera sido el escenario de su Ensayo sobre la lucidez.
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