La hermana de un líder narco distribuía droga en remises para sortear la cuarentena
ROSARIO. Cuando los efectivos de la Agencia de Investigación Criminal esperaban la orden del fiscal para allanar la casa de Yanina Alvarado, la hermana de uno de los narcos más importantes de Rosario, notaron que varios autos, con aspecto de ser remises, paraban en la puerta de esa residencia, alguien les acercaba un paquete y seguían su camino.
Unas horas después, cuando los efectivos al mando del comisario Maximiliano Bertolotti irrumpieron en la casa situada en Cochabamba al 6800, confirmaron sus sospechas. Los autos que se detenían allí hacían delivery de droga, una tendencia en la distribución de sustancias prohibidas que se impuso a la fuerza por la cuarentena obligatoria. Este nuevo "servicio" puerta a puerta y en "clase ejecutiva" hizo que el precio de la cocaína trepara entre un 70 y un 100 por ciento.
En el domicilio de la ahora detenida Yanina Alvarado, que en marzo de 2018 fue condenada a siete años de prisión por narcotráfico, los policías encontraron cinco kilos de marihuana, un balde repleto de municiones (más de 200 proyectiles) y tres pistolas, una de ellas, calibre 9 milímetros. No se secuestró cocaína en ese momento, pero los investigadores advirtieron que era la droga que más se vendía en ese lugar, según surge de las anotaciones que encontraron.
La casa de la hermana de Esteban Alvarado –archirrival de la banda de Los Monos– funcionaba como un centro de distribución de drogas a mayoristas. Entre la documentación que incautó la policía había cuadernos con anotaciones en las que figuraban los compradores, identificados por la marca o modelo de los autos.
"Por ejemplo, Meriva 100 gramos y un monto de dinero", señaló a LA NACION uno de los efectivos que participó del operativo, que explicó ese caso puntual porque cuando hacían la inteligencia criminal previa en la zona vieron un Chevrolet de ese modelo parar en la puerta de la casa.
Otro punto que les llamó la atención a los uniformados fue el valor de la droga, que durante la cuarentena aumentó entre un 70 y un 100%, que –según señalaron– se debe a la "escasez del estupefaciente debido a las fronteras cerradas con Bolivia y Paraguay y los mayores controles en las rutas que vienen del norte".
Los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery ordenaron el allanamiento luego de la detención, la semana anterior, de Francisco Riquelme, que sería uno de los sicarios del clan liderado por Esteban Alvarado, quien habría ordenado ejecutar a una testigo clave en la causa que lo llevó a la cárcel.
En un celular de Riquelme, los investigadores encontraron agendado el número de Yanina Alvarado. Y luego ordenaron el allanamiento en su casa para buscar información en los teléfonos que podrían secuestrar, una estrategia que actualmente es una de las pocas alternativas para investigar, porque las escuchas telefónicas no tienen más utilidad debido a que ya nadie habla por teléfono, sino que se usan aplicaciones de mensajería web, como lo hacía Esteban Alvarado con su iPhone 8.
Testigos clave
Mariana Ortigala fue blanco de un ataque armado en la puerta de su casa el 13 de marzo pasado, en un country en Roldán, a unos 20 kilómetros de Rosario. Fue herida, alcanzada por tres proyectiles, y se salvó de milagro porque salió corriendo y se refugió en la casa de un vecino cuando tres hombres armados le dispararon un total de 35 tiros, según la investigación.
Ese día, la mujer, de 41 años, que no tenía custodia en ese momento, iba a ir a revelar a la fiscalía de Rosario detalles de varios asesinatos claves en el universo narco de Rosario que tendrían a Esteban Alvarado como principal gestor. Uno de los crímenes que iba a develar era el de Luis Medina, exsocio del narco, asesinado el 30 de diciembre de 2013 junto con su novia, Justina Pérez Castelli, que era la sobrina de Ortigala.
Rodrigo Ortigala, su hermano, fue clave para la detención de Alvarado, quien, hasta que se presentó como arrepentido, había sido su jefe en la banda narco, aunque los hermanos lo nieguen. Su testimonio fue determinante para que los fiscales, junto al Organismo de Investigación, avanzaran para desmantelar el clan narco que había ejecutado al prestamista Luciano Maldonado, el 11 de diciembre de 2018, en una colectora de la autopista Rosario-Buenos Aires. Junto al cadáver fue dejado un cartel de cartón, escrito con birome azul, que decía: "Con la mafia no se jode".
Esa leyenda era la que dejaban Los Monos como sello de autoría de los ataques a balazos contra las casas de funcionarios judiciales y jueces. Con ese artilugio, que después volvió a usar, pero de manera más sofisticada, Alvarado pretendía que culparan e investigaran al clan Cantero por los crímenes y amenazas que él había cometido.
Esas pistas falsas las sembraba con la ayuda de jefes de la policía santafesina que hoy están detenidos, como los hermanos Martín y Marcelo Rey, y los comisarios Cristian Di Franco y Luis Quebertoque, entre otros.
La clave para develar esta trama fue un iPhone 8 que Alvarado tiró al lago del embalse Río Tercero el 1° de febrero de 2019, cuando se vio cercado por la Policía tras estar casi dos meses prófugo. Los efectivos pudieron recuperar el aparato que había caído al agua, pero en los peritajes no consiguieron obtener la información del móvil porque tenía archivos que estaban encriptados.
Tras ser autorizado por la justicia, un oficial de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE) viajó a Nueva York con el iPhone 8 de Alvarado. En la empresa Celibrity lograron desbloquearlo y recuperar los mensajes y audios del sistema Telegram, que usaba Alvarado.
Este hombre, señalado como uno de los principales jugadores del narcotráfico en Rosario, no hablaba por teléfono ni usaba WhatsApp, sino Telegram, que estaba configurado para que los mensajes se borraran a pocos segundos de ser enviados. Pero esos audios se pudieron recuperar. Alvarado se jactaba de usar ese sistema de mensajería: "Yo no hablo por teléfono... en la puta vida me van a agarrar", arriesgaba.
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