La salvaje vida e insólita muerte del Malevo Ferreyra, el represor que se mató en TV
Sucedió un 21 de noviembre como este, aunque de 2008. El excomisario Mario Oscar "el Malevo" Ferreyra estaba brindando una entrevista a un canal de televisión de Buenos Aires subido al tanque de agua de su casa de San Andrés, Tucumán, donde resistía una orden de arresto por crímenes cometidos durante la dictadura.
En un momento interrumpió la charla. "Me despido", le dijo a la periodista porteña que lo entrevistaba. Y ahí, frente a las cámaras que transmitían en vivo, se pegó un tiro en la cabeza que no alcanzó a volarle el sombrero panamá blanco que ya se había vuelto una marca personal.
De inmediato, fue trasladado a un centro de salud, donde fue declarado muerto alrededor de las 17 horas. Tenía 63 años.
Sangre y fuego
Ferreyra nació el 17 de junio de 1945 en Los Pereyra, al este de San Miguel. Desde joven, su deseo era ser policía. A pesar de que no pasó el apto físico por su baja estatura y peso, un pariente logró hacerlo ingresar a la fuerza a los 18.
Desde el principio, el "Malevo" se ganó su apodo. En 1973, a los 28, sostuvo que le había hecho frente solo a un grupo de 15 militantes de la Juventud Peronista. Dos años más tarde, siempre según sus palabras, fusiló a Juan Carlos Alsogaray, el hijo montonero del general que encabezó el golpe contra Arturo Illia.
Ferreyra protagonizó una serie de enfrentamientos con conocidos delincuentes en las décadas del 80 y del 90, en los que varios de ellos murieron. En 1988, cuando era jefe de la división de Robos y Hurtos de la policía tucumana, fue acusado por la tortura y muerte de Daniel Carrizo, miembro de la banda criminal Los Gardelitos. Pero la justicia lo absolvió cuando no pudo encontrar suficientes pruebas para llevarlo a juicio. El cuerpo del pistolero había sido bañado en ácido.
Además, fue un hombre de confianza de Antonio Domingo Bussi, gobernador de facto de Tucumán entre 1976 y 1977 y nuevamente en democracia, entre 1995 y 1999.
Granada en mano
En 1993, Ferreyra fue acusado y condenado a 20 años de prisión, por los asesinatos de tres presuntos criminales: José Adolfo Menéndez, Hugo José Vera y Ricardo Alberto Andrada, ocurridos en el paraje de Laguna de Robles dos años antes. Pero el día que se dictó sentencia huyó del Palacio de Tribunales llevando una granada en la mano.
Tras 79 días de fuga, Ferreyra fue recapturado en la localidad de Zorro Muerto, ubicada a 30 kilómetros de Termas de Río Hondo. Luego de permanecer dos días detenido en una cárcel de la capital de la provincia de Santiago del Estero, fue trasladado al penal tucumano de Villa Urquiza.
Para su fortuna, su amistad con Bussi le granjeó dos reducciones de su condena, y logró quedar libre en 1998. "Le puede dar mucho a la sociedad-dijo el entonces mandatario provincial-. Está en la plenitud de su vida, es un hombre inteligente, trabajador y corajudo y que, creo, cumplió debidamente con la ley".
El final
Más allá de una denuncia por amenazas que le presentó una vecina en 2006, Ferreyra mantuvo en su última década de vida un perfil algo más bajo que el de sus años de hierro. Pero el pasado lo alcanzaría de vuelta.
En 2008 el juez federal Daniel Bejas ordenó su detención por presuntos delitos cometidos durante la última dictadura, en una causa por el funcionamiento de un centro clandestino de detención en dependencias del exarsenal Miguel de Azcuénaga.
Las imputaciones surgieron del fallo que el 17 de septiembre anterior había condenado a Bussi y otro general retirado, Luciano Benjamín Menéndez, a cadena perpetua, por la desaparición, en 1976, del senador provincial Guillermo Vargas Aignasse.
El 21 de noviembre, cerca de las 16.30, se quitó la vida para evitar ser detenido por efectivos de la Gendarmería. "No tengo nada que ver. Que investiguen, que vayan a los lugares, que busquen. Si miento, que me fusilen", había declarado un día antes a La Gaceta.
Las imágenes del suicidio del "Malevo" fueron repetidas en varias oportunidades por el canal de noticias, lo que le valió una sanción del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer).
Dos días después, fue enterrado. Según voceros policiales, al menos 750 personas asistieron a la inhumación, entre las que estaban su esposa y los cuatro hijos.
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