Las organizaciones se organizan en células que operan con relativa autonomía, minimizando el riesgo de exposición y maximizando la eficiencia operativa
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En la encrucijada de la seguridad global, la trata de personas se erige como una de las más nefastas manifestaciones del crimen organizado transnacional. Desde mi experiencia como exfuncionario policial de alto rango, he sido testigo del complejo entramado que conforman estas organizaciones criminales, cuya operación sofisticada y adaptabilidad desafían constantemente los esfuerzos de las autoridades para erradicarlas.
En la Argentina, la lucha contra la trata de personas se enfrenta a múltiples desafíos, exacerbados por la geografía de la Triple Frontera, donde convergen intereses oscuros y una vigilancia porosa que facilita el tráfico ilegal. La región, conocida por su historia de contrabando y movimientos ilícitos, proporciona un terreno fértil para estas redes criminales. El reciente caso del “Tren de Aragua” –megaorganización criminal de origen venezolano y presencia en casi toda América Latina– ha revelado la capacidad de estas organizaciones para aprovechar las vulnerabilidades del sistema ferroviario argentino, utilizando trenes de carga para transportar personas con fines de explotación.
La Alerta Sofía, implementada para la búsqueda de personas desaparecidas, se convierte así en un símbolo de la urgencia y la complejidad de este problema. Detrás de cada alerta hay historias de vidas destrozadas, manipuladas por promesas de trabajo digno o un futuro mejor, solo para verse atrapadas en una red de esclavitud moderna.
La visibilidad del caso Loan, en el que la trata de personas es una de las hipótesis para explicar su desaparición, también pone de relieve cómo estas organizaciones se infiltran en las estructuras financieras y utilizan la tecnología para ocultar sus actividades. Con una red de complicidades que alcanza a diversas capas de la sociedad, desde empresarios sin escrúpulos hasta funcionarios corruptos, estas redes operan con una impunidad que desafía la moral y la ley.
Formación y operación de las células de trata
Estas organizaciones suelen conformarse de manera altamente estructurada, divididas en células especializadas que facilitan diferentes etapas del proceso criminal. Desde la captación inicial hasta el transporte y la explotación final, cada célula opera con relativa autonomía, minimizando el riesgo de exposición y maximizando la eficiencia operativa. Esta estructura fragmentada dificulta la detección y desmantelamiento por parte de las autoridades, que a menudo enfrentan un enemigo disperso y adaptable.
En particular, la trata de menores es una práctica abominable que estas organizaciones aprovechan despiadadamente. Los menores, vulnerables por naturaleza y a menudo desatendidos por los sistemas de protección social, son blanco fácil para estos criminales. Promesas de educación, oportunidades o simplemente la manipulación emocional son tácticas comunes para ganarse la confianza de los jóvenes y sus familias, antes de separarlos de su entorno y explotarlos en condiciones inhumanas.
Contexto socioeconómico y legal
El contexto socioeconómico global y argentino proporciona el caldo de cultivo perfecto para la explotación. La desigualdad económica, el desempleo y la migración son factores que estas organizaciones explotan hábilmente, reclutando víctimas vulnerables que buscan desesperadamente una salida de la pobreza o un escape de conflictos regionales.
En términos legales, la Argentina ha realizado avances significativos con leyes como la 26.364, que penaliza la trata de personas y promueve la prevención y asistencia a las víctimas. Sin embargo, la implementación efectiva y la coordinación entre las agencias gubernamentales y las fuerzas de seguridad siguen siendo un desafío. La falta de recursos adecuados y capacitación específica limita la capacidad de respuesta ante esta forma moderna de esclavitud.
Para combatir eficazmente esta lacra, es crucial fortalecer la cooperación internacional y regional. Las redes de trata de personas no respetan fronteras; operan con una fluidez que desafía la jurisdicción nacional. La cooperación entre países, la inteligencia compartida y la estandarización de protocolos de actuación son fundamentales para desmantelar estas estructuras desde sus raíces.
Es responsabilidad de todos, desde los ciudadanos hasta los líderes políticos y empresariales, unir fuerzas en la lucha contra la trata de personas. Debemos elevar la conciencia pública, fortalecer los mecanismos de protección y asistencia a las víctimas, y asegurar que quienes perpetran estos crímenes sean llevados ante la justicia sin excepción.
En conclusión, la trata de personas no es solo un problema de seguridad, sino un desafío moral que define nuestra humanidad colectiva. Debemos actuar con determinación y urgencia para proteger a los más vulnerables y erradicar esta forma moderna de esclavitud. Solo entonces podremos avanzar hacia un mundo donde la dignidad y los derechos humanos sean la piedra angular de nuestra sociedad global.
El autor, comisario general (R) de la Policía Federal Argentina, es CEO de Fidelem Security Advisor y consultor en materia de seguridad internacional
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