Justicia restaurativa: una forma de recuperar a jóvenes en riesgo
En San Isidro y Pergamino funciona un programa judicial para que adolescentes en conflicto con la ley comprendan el daño causado a sus víctimas y tengan herramientas para optar por un cambio de vida
El adolescente está sentado con los brazos apoyados en la mesa; luce en calma, tiene ropa nueva, el pelo corto y habla mientras sonríe en una habitación blanca; ahora respira libertad, pero en ese mismo momento podría estar encerrado en uno de los centros de menores, donde pasó los últimos años de su vida. A esa internación judicial llegó a los 16 años luego de una violenta sucesión de atracos. Hoy, con 18 años, se busca dar nuevas herramientas al adolescente en conflicto con la ley penal para que pueda decidir un cambio en su forma de vida.
Con arresto domiciliario y vinculado a un expediente por robo en banda e intento de homicidio, las autoridades judiciales le han ordenado reunirse cotidianamente con los abogados del Programa de Justicia Restaurativa mientras cumple su condena; en esas reuniones, y guiado por un equipo interdisciplinario, se intenta que el joven desarrolle ideas sobre su responsabilidad en delitos graves, mientras reflexiona sobre los entornos marginales y burocráticos en los que pasó buena parte de sus 18 años.
Frente a los profesionales que lo escuchan, el joven asegura que quiere jugar en un club de fútbol del barrio y por eso llegó acompañado por el entrenador del club hasta la entrevista programada como medida judicial en el Colegio de Abogados de San Isidro. Tras los vidrios de la cámara Gesell es perceptible en su sonrisa que estima haber dejado de perseguir la muerte con autos robados y con armas en la cintura.
Termina la entrevista con el equipo interdisciplinario y sale de la habitación. Vuelve a su condena de detención domiciliaria sin custodios policiales ni esposas en las muñecas; vuelve al barrio con el entrenador del club de fútbol en colectivo. Llegó entonces otro adolescente en conflicto con la ley penal. Está feliz, libre, con perfume en el cuello y en la ropa. Ingresó en las salas y realizó un proceso idéntico al joven anterior: entrevistas, supervisión profesional especializada y construcción de proyectos alejados de la ilegalidad como mecanismo alternativo al encierro y al abandono en centros de internación.
Las investigaciones y los documentos recopilados durante cinco años por expertos del Programa de Justicia Restaurativa de las municipalidades de San Isidro y de Pergamino a los que accedió LA NACION confirmaron que este sistema de contención e inclusión de jóvenes en conflicto con la ley -sostenido en una red real de interacción entre la comunidad, los referentes sociales y el Poder Judicial- es una herramienta útil para evitar que los menores que nacen en zonas gobernadas por el delito se vuelvan criminales. También sirve -según los especialistas que trabajan en este programa- para evitar que los adolescentes que cometieron delitos vuelvan a integrar bandas de asaltantes.
Más de 350 jóvenes imputados, procesados, privados de su libertad, e incluso menores considerados inimputables han participado activamente en las intervenciones multidisciplinarias. El 60% de los jóvenes llegaron a ese programa por orden de las autoridades que llevan adelante sus expedientes, aunque algunos también fueron derivados por defensores oficiales. El otro 40% están representados por niños inimputables que son derivados desde escuelas.
Durante un encuentro con LA NACION, el director de los programas municipales de Justicia Restaurativa, Raúl Calvo Soler, explicó: "Este plan no niega la idea de la sanción, lo que reclama es que la sanción no puede ser un fin; castigar por castigar no cambia nada, no genera un proceso de transformación. En realidad, el castigo debe ser un medio que conduzca a los jóvenes rumbo a procesos de comprensión y de análisis". Los técnicos que escuchan en forma cotidiana a los jóvenes coincidieron con esos conceptos.
"El ejercicio del castigo, el ejercicio sancionador, es violento. Y la culpa se dirime con penas de encierro en los centros de menores, pero allí no se discuten las responsabilidades sobre lo que sucedió. Las personas están convencidas de que no se castiga, pero el problema en realidad es que el castigo como único recurso no alcanza. Las cárceles de menores están llenas, y nada cambia. Un victimario que visualiza el daño que ha producido es alguien que en el mediano y largo plazo no reincidirá", agregó el coordinador de este sistema .
Al analizar la vida de los menores en los barrios más castigados del conurbano bonaerense, y también al explicar las formas de evitar que los chicos se inclinen tempranamente hacia actividades marginales, los especialistas en violencia juvenil compartieron la opinión del coordinador y expresaron: "En la Argentina es impactante y curioso el problema de rechazo instintivo que hay con la delincuencia juvenil y los programas para trabajar con adolescentes; sin embargo, al trabajar con chicos se vuelve verdaderamente posible cambiar la dinámica de la aparición de generaciones consecutivas de delincuentes, esto es fundamental".
Por otro lado, dijeron: "La delincuencia juvenil pone a la comunidad frente al espejo de su propio y dramático fracaso. Hay un imaginario colectivo que dice que si el joven comete un delito es porque no quiere trabajar, pero en realidad existen motivos sociales como el desmembramiento de instituciones que históricamente conformaron redes de contención. El mundo cambió, los espacios de contención para jóvenes fueron desmantelados. Y, mientras tanto, los jóvenes son considerados incorregibles porque la delincuencia juvenil es visualizada como una acción de voluntad".
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