Hope Funds: Blaksley desvinculó insistió a los otros acusados de la toma de decisiones de la empresa
En el final de su indagatoria, el principal acusado por las estafas con la toma de inversiones insistió con que “jamás” tuvo como plan defraudar a los clientes que habían prestado su dinero para las operaciones de la firma; también afirmó que él era el dueño del “100%” de las acciones de la compañía
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El empresario Enrique Juan Blaksley Señorans, preso desde hace más de tres años, acusado de una multimillonaria estafa con al menos 318 damnificados, cerró su larga indagatoria en el juicio que comenzó el 18 de febrero pasado. Esta vez, al responder preguntas de los abogados de las partes, desvinculó al resto de los acusados, varios de ellos familiares suyos, al asumir que fue el dueño de la totalidad de las acciones de la firma Hope Funds y el autor intelectual de todas las decisiones de inversión a través, fundamentalmente, de la captación de fondos privados a través de la firma de contratos de mutuo. Y, como lo hizo en las cuatro audiencias anteriores en las que se desarrolló su extensa declaración desde la Unidad 31 de Ezeiza, afirmó que “jamás” ideó defraudar a sus clientes luego de 30 años de actividad comercial y empresarial, e insistió con que su caída en desgracia fue producto de maniobras para desprestigiarlo que hicieron naufragar el negocio que pudo haberlo salvado, el megaemprendimiento inmobiliario Verazul, de Pilar, que ahora fue relanzado, con otros propietarios, con el nombre Blü-Comunidad del Lago.
El hombre que supo mostrarse al lado de Papa, que trajo a la Argentina a Roger Federer, que hizo correr al mítico velocista Usain Bolt con el Metrobus y que se codeaba con personalidades de todo tipo en eventos de polo hasta que la caída de su imperio financiero y las corridas de sus inversores le valieron el apelativo de “el Madoff argentino”, insistió, ante las preguntas de los defensores y de una de las querellas que él era “el verdadero dueño del ciento por ciento de las acciones” de Hope Funds y que el resto de los acusados tuvieron actividades comerciales o administrativas dentro de la compañía, aunque ninguno de ellos fue socio, ni tuvo poder de decisión sobre las operaciones o el destino de las inversiones. Sí admitió que varios de ellos habían sido designados como apoderados para poder firmar contratos de mutuos o, como en el caso de quien fue el gerente de administración de la empresa, su cuñado Federico Dolinkue, para emitir cheques de pagos.
También se refirió a las inversiones inmobiliarias que colocaron su nombre y el de su empresa en el largo listado de los Panamá Papers, dado que las compras de departamentos y sus posteriores ventas se realizaron a través de empresas que creaba el estudio Mossack Fonseca en el país centroamericano. El “negocio de Panamá”, dijo, se lo había traído Joaquín Romero Victorica, hermano de uno de los abogados querellantes (del que no aceptó preguntas) y uno de sus tres brand managers, cabezas de la estructura comercial de venta de seguros y captación de clientes que constituía el grueso del fondeo de Hope Funds.
”Jamás en la vida imaginé una estafa a los clientes”, dijo en la audiencia, en la que sostuvo que las decisiones “respecto a la plata, qué comprar y la mecánica de los mutuos” las tomaba él, luego de discutir con Romero Victorica, Jaime Bullrich y Juan Quevedo -los tres brand managers-, que luego transmitían los objetivos a sus equipos comerciales para captar fondos privados a través de contratos mutuos.
Al respecto, insistió con que esos inversionistas no se convertían en “socios” de las operaciones comerciales de Hope Funds, sino que se les explicaban cuáles serían los negocios como una “estrategia de venta”, pero lo que se ofrecía no eran acciones sino un retorno del capital más los intereses por plazos, y que quieren traían esos clientes eran los vendedores de los equipos de Romero Victorica, Bullrich y Quevedo, que no cobraban sueldos de la empresa, sino comisiones.
”Los administrativos que están acá [los otros acusados con él] eran todos empleados o ni siquiera; uno era un profesor de gimnasia [Esteban Casco] al que le hice un favor para darle un trabajito más y terminó en un problema”, dijo Blaskley. De hecho, no dejó pasar la oportunidad de manifestar que, a pesar de que la planta de vendedores de mutuos fue de más de 200 promotores comerciales, los únicos que terminaron en el juicio fueron empleados y tres hermanos y dos cuñados suyos.
La “joya” perdida
”Lo único que hice fue tratar de defender un negocio”, explicó el empresario cuando resaltó que la crisis final de su empresa empezó con el freno del emprendimiento Verazul, el proyecto “más importante que tuvo Hope Funds”.
Cuando se le preguntó por qué no se concretó ese negocio, que él mismo cuantificó en, inicialmente, de unos 116 millones de dólares, explicó: “Yo inicialmente fui aprobado. En 2007 empecé con la adquisición de la tierra, en 12 o 13 millones de dólares. Imaginé el negocio ahí y recién en 2011 tuve listo el Máster Plan. Era el 25% de Nordelta, estábamos viendo si sería necesario poner una estación de tren, ya que podían llegar a vivir allí unas 10 mil personas. Tenía el estudio de prefactibilidad, inicio de obra, permisos de organismos nacionales. Y cada vez que hacía un ‘estímulo comercial’ del emprendimiento, me desaprobaban. Tras mi judicialización, en mayo de 2014, hubo inundaciones y la jueza [Sandra] Arroyo Salgado bloqueó todas las obras desde la cuenca del río Reconquista.
Sus detractores, dijo, atribuyeron a Verazul la responsabilidad de aquellas inundaciones. “Lo destruyeron”, dijo Blaksley, quien cuestionó que se diga que, con ese emprendimiento hay quienes se dicen “estafados” cuando, en rigor, tienen la tierra a la que accedieron a través del fideicomiso creado para la compra de la propiedad. “Me usan a mí para hacer operaciones publicitarias para ellos, que son los que hoy están administrando” el emprendimiento continuador de lo que fue Verazul, que se llama Blü.
Ante el Tribunal Oral en lo Criminal N°4, integrado por los jueces Néstor Costabel, Jorge Gorini y Ricardo Basílico, y bajo la acusación del fiscal Abel Córdoba, está imputado por 318 estafas por un monto calculado en 184 millones de pesos. También, por lavado de activos de origen delictivo, asociación ilícita y captación de ahorros del público no autorizada, agravada por haber sido cometida mediante oferta pública. Blaksley es el único detenido en la causa, con una prisión preventiva que fue prorrogada por seis meses el 11 de abril pasado. Le habían dado la domiciliaria, pero con una fianza de 450 millones de pesos.
Están imputados junto a él Alejandro Carozzino, Olga Masdeu, Esteban Casco, Daniela Sarsa, Damián Gómez Cárdenas, Felipe Badino, María D’Ángelo, Rafael De la Torre Urizar, Alexis Dietl, Guillermo Müller -con quien se espera que Blaksley tenga un careo virtual, quizás en la próxima audiencia- y Pablo Willa. También, varios familiares del presidente de la fallida Hope Funds): Verónica Vega (hermana de la esposa), Juan Pablo, Francisco y María Rita Blaksley (hermanos) y Federico Dolinkue, que también prestó indagatoria hoy y, enfáticamente, dijo no entender por qué estuvo preso y por qué está acusado en esta causa, que “lo arruinó”.
“No puedo entender por qué me dicen que soy estafador. Yo trabajaba. No puedo entender por qué me llevaron preso. No puedo entender por qué hablan de movimientos de plata. Entré a Hope Funds con una casa y dos autos, y me retiré con eso. No tuve nada más a mi nombre. En veinte años me fui tres veces a Disney, es todo el lujo que me di. Pasé un año preso y a los dos meses me dieron la libertad con una fianza de decenas de millones de dólares que de dónde iba a sacar. Somos personas normales, soy un trabajador. No entiendo por qué fui preso, por qué estoy en este juicio. Me arruinaron la vida, no puedo trabajar, no tengo CUIL, no tengo CUIT, no tengo nada”, dijo Dolinkue.
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