Hora de definiciones. Dentro de dos semanas podría dictarse la sentencia que marque el punto final del caso Dalmasso
Las partes acordaron desistir de 166 testigos presenciales que habían sido citados para el debate, por lo que se espera que antes del inicio de la feria de julio el jurado popular esté en condiciones de dictar un fallo; el único imputado es el viudo, como supuesto autor intelectual del asesinato; la incógnita es si el fiscal de Cámara sostendrá la acusación
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CÓRDOBA. Con la baja de 166 testigos presenciales, por pedido de la Fiscalía y la defensa del imputado, el juicio contra Marcelo Macarrón, acusado de supuesto autor intelectual del crimen de su esposa, Nora Dalmasso, entra en la etapa de definiciones. Ya no habrá más declaraciones en vivo y comenzó la lectura de la prueba, previo a los alegatos finales y a la sentencia, que, probablemente, sea dictada por los jurados populares antes del inicio de la feria.
La incógnita es si el fiscal de Cámara, Julio Rivero, sostendrá la acusación con la que elevó a juicio la causa el último que la instruyó, Luis Pizarro. De las declaraciones de los 72 testigos que pasaron ante el tribunal no se desprendieron datos que parezcan sostener la imputación de que el viudo les pagó a sicarios para que mataran a Dalmasso. Hay otros 60 testimonios incorporados en las pruebas.
El defensor de Macarrón, Marcelo Brito, pidió desestimar 62 testigos y Rivero hizo lo propio con 66. Entre quienes quedaron sin declarar ante el jurado y los magistrados técnicos están Guillermo Albarracín (la última persona con la que chateó Dalmasso hora antes del crimen y quien sí mantenía una relación con ella); Rafael Sosa, el exjefe de la división Homicidios de la Policía de Córdoba, acusado de haber recibido dádivas de parte de Daniel Lacase, exvocero de Macarrón, y el exjefe de la Departamental de Río Cuarto, Sergio Comugnaro.
El caso de Sosa es particular, ya que fue Rivero quien lo sobreseyó en la causa de las presuntas dádivas, al igual que a Lacase. El expolicía, después, fue condenado en el denominado “Narcoescándalo”, pero apeló ante la Corte Suprema de Justicia.
Alicia Cid es la única persona que podría ser convocada ante el tribunal; la mujer está sindicada como la “amante” de Macarrón en aquellos años. Ella misma lo reconoció en la causa. Su convocatoria depende de un informe médico sobre su salud.
En la semana que termina, la declaración más relevante fue la de un excompañero de la víctima, Miguel Ángel Rosales. Trabajaron juntos en el Banco Córdoba y después siguieron en contacto. En la sala de audiencia afirmó: “El propio Macarrón anduvo diciendo en un taller de chapa y pintura que yo era el amante. Eso es de hijo de puta”.
“A Nora, cada noviembre, desde hace 16 años, la vuelven a matar. La matan los medios, la matan los hijos, todos la matan, una y otra vez”, añadió. Repasó la relación familiar que mantuvo con Dalmasso y su marido hasta que la pareja se mudó a Villa Golf, el barrio privado donde está la casa en la que fue asesinada la mujer.
Rosales, en su declaración, mencionó también a Sosa, quien lo había citado para declarar y señaló que fue “apretado” por el policía. “Yo lo padecí a Sosa. Me preguntaba por los mensajes de texto que había intercambiado con Nora y yo le explicaba que le vendía chocolates, como a otros clientes”, relató.
La acusación
Macarrón está acusado de “homicidio calificado por el vínculo, alevosía y precio o promesa remuneratoria”. En el pedido de elevación a juicio que hizo Pizarro -y al que no se opuso la defensa- se dejó de lado la principal pista del crimen, la genética.
Las diversas pruebas de ADN marcaban la presencia de “linaje Macarrón” en el líquido seminal hallado en el cuerpo exánime de Dalmasso. Eso, teóricamente, situaba al viudo en la escena del crimen. Pero para la acusación, probarlo sería una tarea ciclópea: el fin de semana del crimen, el marido de la víctima había viajado a Punta del Este, donde jugó, y ganó, un torneo de golf para aficionados.
Pizarro concluyó que había material genético, pero no era suficiente ni apto para una identificación a partir de un peritaje de ADN. Optó por reconstruir el camino del presunto crimen por encargo. Sostuvo: “Macarrón mantenía ‘desavenencias’ con su esposa. Sabía que en la casa no iba a haber nadie. Le habría dado un juego de llaves de la casa al asesino y, en la fecha elegida, viajó a Punta del Este a disputar un torneo de golf para despejar cualquier posibilidad de sospecha sobre su persona”.
“Así, mientras Marcelo Macarrón se encontraba en Uruguay entre las 20 del día 24 de noviembre de 2006 y antes de las 3.15 del 25 de noviembre, al menos una persona se hizo presente en el domicilio de calle 5 número 627, de Villa Golf, ingresó con una de las llaves de acceso y se escondió en el interior a la espera de que llegara Nora Dalmasso”, describió el fiscal en la elevación al juicio.
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