Juicio. “Estamos seguros de que nuestro hijo está muerto”, dijo la madre del abogado Salvador Altamura y espera la condena del acusado
Norma Wambold confía en que el imputado de homicidio, que fue amigo de su hijo por más de cuarenta años, se quiebre y reconozca qué pasó con el cuerpo del letrado desaparecido en julio de 2020
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Norma Wambold no tiene la vida sosegada que puede esperarse de una jubilada de setenta años. Sus días se reparten entre el trabajo que todavía mantiene en la fábrica de polietileno que levantó junto a su marido y los tribunales de Quilmes, en donde se desarrolla el juicio por el crimen y desaparición de su hijo, el abogado Salvador Altamura, cometido a mediados del 2020, en plena pandemia. No son muchos los ratos libres que tiene para descansar en su casa. En uno de esos momentos recibió a LA NACION para contar su drama.
“Yo realmente no tengo muchas esperanzas de saber dónde está el cuerpo de mi hijo –admite–. Lo digo con todo el dolor del mundo. Me gustaría que él explique lo que pasó, lo que hizo, pero no lo va a hacer porque parece un tótem de hielo ahí sentado detrás de sus abogados. Todos lo deseamos, pero si en algún momento lo sabemos, si podemos darle a mi hijo la despedida que se merece, será por un hecho fortuito y no por la confesión del que creía que era su amigo”.
El supuesto amigo de Salvador es Rubén Darío Dening, de 55 años y acusado por el delito de “robo calificado por el empleo de llave verdadera en concurso real con homicidio criminis causa”. El fiscal Andrés Nieva Woodgate solicitó el pasado viernes la pena de prisión perpetua.
De acuerdo a la hipótesis de la fiscal de instrucción, Ximena Santoro, luego de asesinar a Salvador, el acusado tomó la moto de la víctima y se dirigió hacia su departamento, ubicado en pleno centro de Quilmes, donde “se apoderó ilegítimamente de una suma de dinero no especificada y un arma de fuego calibre 9 milímetros”. Días después, Dening fue detenido mientras intentaba ingresar en bicicleta a la provincia de Entre Ríos con US$31.500 y $386.662 con los que intentó sobornar a los policías para que lo dejaran escaparse. Llevaba puesta una campera que era de Salvador.
“Yo lo conozco desde que era chiquito –dice Norma en referencia al principal sospechoso–. Mi hijo a los seis años tuvo una fiebre reumática y la enfermera que le aplicaba las inyecciones de penicilina vivía al lado de la familia de Dening. Ahí se conocieron, se siguieron viendo de adolescentes, y ya de grandes continuaron la amistad. Pero Dening tenía problemas económicos y mi hijo siempre le prestaba plata hasta que se cansó. Tengo la certeza de que todo lo que hizo Dening fue para robarle, así que más tarde o más temprano lo tenía que matar”.
Durante una de las audiencias del juicio, el fiscal Nieva Woodgate sentenció que Dening mató a quien fuera su amigo por más de cuarenta años con el objetivo de robarle dinero y que lo hizo “de manera tan efectiva que logró la desaparición de su cuerpo”.
Un caso complejo
Ángel Altamura escucha a su esposa Norma y asiente en silencio. “Yo lo puedo controlar mejor –lo excusa la mujer–, pero si él habla se pone a llorar, no puede respirar, siente como el pecho se le comprime. Así todo el día y a la noche ya casi no duerme. Se despierta a las dos o tres de la mañana y espera hasta que se hace la hora de ir a trabajar. Tiene 77 años, pero la fábrica es su anclaje, es la única forma que encuentra para seguir adelante”.
Lo que tenía para decir Ángel ya se lo dijo a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de Quilmes cuando reconoció a Dening manejando la moto de su hijo e ingresando a su departamento luego de la desaparición. “Tiene una forma de caminar inconfundible, camina como Robocop”, argumentó y enseguida aclaró: “Siempre me causó rechazo su forma de ser. No se cómo explicarlo. No me gustaba su forma de hablar, era fanfarrón”.
Norma agrega: “Desde los 30 que Dening se sacaba años porque le gustaba salir con chicas jóvenes, incluso las exnovias que declararon en el juicio contaron que empezaron la relación con él cuando todavía eran menores. Él se jactaba de eso. Siempre fue muy narcisista”.
El 13 de julio de 2020, a las 17:08, fue la última comunicación de Salvador. Fue una conversación por WhatsApp con Fernando Nanfaro, un amigo a quien la víctima le confirmó que estaba en el taller de Dening.
“De alguna manera logró engañar y retener a mi hijo en ese galpón, pero estoy segura que tuvo la ayuda de otra persona para reducirlo. Salvador medía más de un metro noventa, pesaba 103 kilos, era grandote y bien entrenado. Dening no pudo hacerlo solo”, reflexiona la madre.
Para Brian Vidal, abogado de los Altamura, se trata de “un caso complejo porque no hay cuerpo. En los homicidios tradicionales las investigaciones se hacen a partir de la autopsia, por ejemplo, tenés la fecha y la causa de muerte, pero acá lo que hay son indicios serios para un veredicto condenatorio. Los padres han caminado mucho y manejan varias hipótesis, pero ninguna con un principio de prueba. Hasta el momento, todas las búsquedas dieron resultado negativo”.
Por eso, la fiscal Santoro desdobló la causa para que se continúe con el rastrillaje del cuerpo. En paralelo, desde abril de 2022, el Ministerio de Seguridad bonaerense ofrece una recompensa de entre $2.500.000 y $5.000.000 para toda persona que aporte información fehaciente sobre el paradero de Altamura.
“Nosotros estamos seguros de que nuestro hijo está muerto –concluye Norma–, y quiero la pena máxima para Dening. Ojalá recapacite y nos diga donde está Salvador”.
La hipótesis de las deudas
Rubén Darío Dening declaró por casi cuatro horas ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de Quilmes que lo juzga por el delito de “robo calificado por el empleo de llave verdadera en concurso real con homicidio criminis causa”. Reiteró su inocencia y recalcó que la víctima era su “amigo”. Dening señaló que Altamura tenía “deudas” y que en los últimos días “estaba con miedo y se quería ir”. Ante la pregunta de los jueces sobre su fuga cuando lo imputaron, el sospechoso sostuvo que tenía miedo y que, en realidad, la plata que le secuestraron cuando lo capturaron en Entre Ríos eran “ahorros propios”.
En otro tramo de su declaración, el imputado dijo no recordar lo que hizo el día en que los investigadores creen que asesinó a Altamura, aunque aclaró que él lo quería “mucho” y que lo ayudaba “a entrenar para correr en moto”.
Con respecto al móvil económico del crimen, principal hipótesis de la fiscalía, el acusado negó que Altamura le haya prestado dinero, incluso, afirmó que él estaba mucho mejor económicamente.
Días atrás, la hermana de la víctima, Lilia Altamura, había vinculado el crimen a los negocios que supuestamente mantenía con el comisario mayor Francisco Centurión, detenido por la desaparición de Lucas Escalante y el crimen de Lautaro Morello, y con Marcelo “El Faraón” Melnyk, comerciante imputado por colaborar con la fuga del penal de General Alvear, a fines del 2015, de Víctor Schillacci y los hermanos Martín y Christian Lanatta, condenados por el triple crimen de General Rodríguez.
De acuerdo a la agencia Télam, la mujer declaró frente al tribunal que “Salvador importaba telas para realizar carpas para luego vendérselas al ‘Faraón’ Melnyk, relacionado a la causa de efedrina. Por otro lado, Centurión facilitaba los clientes para los loteos de terreno que tenía mi hermano en Varela. Creo que la desaparición tiene que ver con esto”.
La hermana de Altamura afirmó estar distanciada de Salvador desde el 2013 y también reconoció no tener contactos con sus padres por una “interna familiar”, que su declaración en el juicio seguramente empeoró. La fiscalía rechazó en su alegato la relación entre este caso con la muerte de Morello y la desaparición de Escalante.
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