Juicio en Mendoza. Desalojan de la sala al “Hombre gato” porque no dejaba de maullar
Lo hizo desde que la jueza a cargo del debate le preguntó su nombre; deberá seguir el proceso desde una sala, por videoconferencia
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El israelí Nicolás Gil Pereg justificó el mote de “Hombre gato” que se ganó por las actitudes que asumió a partir de haber sido detenido por el asesinato de su madre y de su tía: en el banquillo de los acusados, y ante los 12 ciudadanos que integran el jurado que resolverá su futuro, no dejó de maullar.
Así lo hizo desde que la jueza técnica que dirige el debate, Laura Guajardo, le preguntó: “¿Señor Gil Pereg, este es su nombre?”, y él le respondió con un “miau”.
La magistrada ya le había advertido que se comportara con decoro y se mantuviera en silencio. Pero Pereg, incluso desde antes de que la jueza abriera el micrófono, él no dejaba de maullar incesantemente y con fuerza. “¡Basta, por favor! ¡Trasládenlo!”, ordenó Guajardo. La policía, entonces, levantó de su silla a este hombre alto y desgarbado, que llegó a la sala de audiencias vestido con un short estampado de baño, remera roja y sandalias, y se lo llevó.
Así, este exmilitar e ingeniero electrónico nacido en Israel hace 40 años, que llegó a la Argentina en 2009 para abrir un restaurante en Mendoza, que decía ser noruego y llamarse Floda Reltih —que no es otra cosa que Adolf Hitler leído al revés— fue conducido a una sala contigua conectada al circuito cerrado de video del centro penal de Mendoza, desde donde seguirá las alternativas del juicio al que llegó acusado de haber dado muerte a su madre, Pyrhia Saroussy, y a su tía, Lily Pereg, cuando lo visitaron en su predio de Guaymallén, en enero de 2019.
El episodio, seguramente, será aprovechado por la defensa técnica del acusado, que ya adelantó que planteará ante el jurado popular que Pereg, de 40 años, padece serios trastornos de salud mental y debe ser considerado inimputable. Basados en las conclusiones a las que llegaron sus peritos psiquiátricos y psicológicos, intentarán convencerlos de que Pereg sufre de parafrenia (un tipo de psicosis delirante crónica) y de licantropía clínica, que define las alucinaciones que hacen creer que son animales a quienes las padecen.
Fue inevitable, a partir de entonces, que las referencias zoológicas barnizaran los alegatos de las partes ante el jurado, que al final del camino deberán optar por dos veredictos posibles en este caso: culpabilidad y condena a perpetua o inimputabilidad y sobreseimiento.
El fiscal Fernando Guzzo expresó: “Pido al jurado que no se dejen engatusar y que ladren más fuerte”. Y su colega, Claudia Ríos reclamó un veredicto “unánime” para que Pereg sea declarado “culpable” y que su madre y su tía “tengan justicia”.
“No tenemos nada contra el señor [por Pereg]. Seguimos un interés social de esas dos personas que no pueden hablar porque les arrebataron su vida”, explicó la fiscal Ríos en parte de su alegato de apertura del debate.
"Si Gil Pereg maúlla, ladren más fuerte para que deje de engatusarnos"
Fernando Guzzo, fiscal de juicio
Y, mirando a los integrantes del jurado popular, dijo: “Hoy les toca una responsabilidad muy grande: administrar Justicia”.
Adelantándose a la pretensión de la defensa de hacer pasar a Pereg por alienado para evitarle una condena perpetua, la abogada querellante, Claudia Vélez, afirmó que el acusado “estaba en pleno uso de sus facultades mentales y sabía lo que hacía” cuando asesinó a su madre y a su tía.
“Voy a trabajar para demostrar que Pereg estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando mató [a las víctimas]”, agregó Vélez.
En cambio, los letrados Maximiliano Legrand y Lautaro Brachetta, que asisten al doble homicida, pidieron al jurado que “no acepten la única versión de pedido de condena y encierro penitenciario”, les suplicó que “se comporten como humanos y no ladren como perros”, como había instado el fiscal, y les recordó que tuvieran en cuenta que, aun cuando fuese declarado inimputable, Pereg seguirá encerrado en un centro de salud mental. De hecho, está internado en el hospital neuropsiquiátrico El Sauce.
“La persona [por el acusado] se fue degradando con el tiempo. Vivía con 37 gatos a los que llamaba hijos y eso era parte de su delirio. Vivía en condiciones de higiene infrahumanas. No se sentía humano, siempre se consideró gato”, sostuvo Legrand.
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