Juicio al “Madoff argentino”. Por primera vez participó de la audiencia en Comodoro Py y escuchó una declaración conflictiva
Desde el 18 de febrero del año pasado, cuando comenzó el debate, Enrique Blaksley siempre se había conectado vía Zoom desde el penal de Ezeiza; su defensa centró su interrogatorio en Joaquín Romero Victorica, hermano de uno de los abogados querellantes; pidieron su falso testimonio, pero la moción no prosperó
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Enrique Juan Blaksley Señorans debió esperar 484 días para este momento: estar sentado junto a su abogado, Mariano Varela, en una sala de los tribunales federales de Comodoro Py, para participar del juicio que lo tiene como principal acusado de una presunta maniobra de lavado de dinero y de millonarias estafas con 318 damnificados a partir del derrumbe de su empresa, Hope Funds, hechos que le valieron el apelativo de “el Madoff argentino”. Y su debut en la presencialidad coincidió con otra singularidad: uno de los testigos del día era el hermano de uno de los abogados querellantes, el letrado con el que el imputado tiene un encono personal, tanto que cuando tuvo la oportunidad de declarar y de negar todos los cargos, se negó a responder a preguntas suyas.
Se olía que podía haber una “batalla de gallos” con la declaración de Joaquín Romero Victorica, hermano de Gonzalo Romero Victorica, representante de un importante lote de damnificados que el exmandamás de Hope Funds sea condenado y, además, devuelva el dinero. Pero la sangre no llegó al río. Eso significa que no se produjeran momentos de tensión y que el testigo, incluso, haya quedado en una situación incómoda, al punto que la defensa de Blaksley pidió que se lo impute por falso testimonio, extremo al que el Tribunal Oral Federal N°4 no hizo lugar.
Lo cierto es que su testimonial fue sinuosa. El testigo –que afirmó que por primera vez en mucho tiempo había dado su apellido completo: dijo que usa solo “Joaquín Romero” porque el “Victorica” le cierra las puertas a la hora de reinsertarse laboralmente por las implicancias de este caso, por lo que está desempleado hace seis años– trabajó durante años en Hope Funds, como capacitador de vendedores y jefe de fuerza de venta de los agentes que buscaban clientes para que invirtieran en Hope Funds.
Recordó que después de una carrera con su propia empresa de organizadores de seguros que trabajaba con equipos de venta de seguros para el grupo Zurich, se fue a vivir varios años a Bariloche, hasta que en 2009 le ofrecieron sumarse a Hope Funds para capacitar a la fuerza de vendedores de la empresa, que crecía con vértigo en el negocio de las inversiones diversificadas en seguros, negocios inmobiliarios y gastronómicos, primero en el país y luego, incluso, en el exterior.
“Una vez al mes capacitaba en profundidad a los nuevos vendedores en productos de Zurich, porque Hope Funds era productor/organizador de los seguros de ese grupo). Eran cinco días, más un sexto, los lunes, de un pantallazo general del brochure con toda la oferta de inversiones de Hope Funds”, señaló, con relación al trabajo que hacía en la firma.
También dató su salida en los primeros meses de 2016, un año después de que Hope Funds comenzara la trayectoria declinante que la llevó al precipicio. “Empecé a ver anomalías. Retraso en el pago de los intereses de los mutuos [los contratos en los cuales se pactaban las condiciones en las que los clientes colocaban su dinero para obtener ganancias]. Los vendedores del equipo de ventas que yo administraba venían con los reclamos. La empresa hablaba de atrasos por falta de liquidez, la compañía tenía un montón de activos y negocios. Había un brochure donde se presentaban todos los activos, por muchos millones de dólares, y había muchos negocios que tenían flujo de caja, con los que se pagaban intereses. Pero se entró en un proceso de falta de liquidez y empezaron los atrasos. Se hablaba en los pasillos de Hope Funds, había reuniones permanentemente. Nos pedían paciencia. Estaba en pleno desarrollo Verazur [un megaemprendimiento inmobiliario en Pilar], que iba a ser en negocio importante. Pero tras una inundación del río Luján las obras se pararon y las ventas se frenaron. Fue una catarata de razones”, explicó.
El monto “exorbitante”
Eso, en cierto modo, explicó su salida. Pero, precisamente, ese punto de su relación laboral con Hope Funds –y el verdadero alcance de esa relación– fue explotado por las defensas. Usaron una circunstancia particular: la demanda laboral que Romero Victorica encaró contra Hope Funds.
Romero Victorica insistió con que había sido un simple capacitador e incluso minimizó su rol como jefe de equipo de ventas (nunca fue preciso al respecto a lo largo de su declaración). Le preguntaron si había sido “director de Capacitación” de Hope Funds y lo negó. Le preguntaron si cobraba bonus y lo negó. El abogado de Blaksley hizo que le mostraran una copia de la carta documento en la que reclamaba $3800 millones de indemnización por aquel rango, y por los bonus y los diferenciales de comisión no cobrados, entre otros ítems.
Aunque él afirmó que esa cifra era “ridícula”, que había sido puesta por el abogado laboral que lo asesoraba en esa litis, y lo atribuyó a un “error de la calculadora” del letrado (a pesar de que la defensora oficial Paola Bigliani, que representa a cuatro acusados, le recordó que esa misma cifra aparecía en tres cartas documento distintas) y juró que no había cobrado nunca un bonus ni había reclamado personalmente a Blaksley que se los pagaran (y el abogado Varela hizo que le mostraran una copia de mensajes de WhatsApp a Blaksley que afirmaban lo contrario), Romero Victorica se mantuvo en sus trece.
“El abogado laboral encontró esa figura cuando yo me estaba yendo por las irregularidades que veía, para protegerme de lo que vemos acá”, dijo el testigo. “Vivo en 36 metros cuadrados, doctor”, respondió, cuando uno de los abogados le preguntó cómo se había llegado al monto exorbitante de la demanda, el equivalente a 25 millones de dólares de la época, según le recordó Bigliani, extrañada porque, finalmente, él había desistido de entablar a fondo la demanda indemnizatoria en el fuero laboral. “Primero, cerré la puerta, fue un momento muy doloroso y angustiante; aprendí en terapia que los sentimientos no resisten un trato despótico. No me gusta el conflicto y decidí no seguir adelante”, respondió al respecto.
Pero la cosa no quedó ahí. A esa altura, lo que sobrevolaba era la creencia de las defensas de que esa demanda exorbitante había sido una forma de presión contra Blaksley. Los defensores no pasaron por alto que la madre y otro de los hermanos abogados de Joaquín Romero Victorica habían invertido dinero en los mutuos de Hope Funds. “Nunca pensé que los contratos de mutuo indujeran a engaño. No hubiese trabajado un solo día allí si hubiese sido así”, dijo.
No obstante, esa respuesta, que pareció componedora, era tenso el intercambio entre los defensores y el testigo, que estaba contrariado y se exasperaba con el interrogatorio. “No recuerdo si cobraba en pesos o en dólares”, dijo una vez. Tampoco supo responder cuánto cobraba de diferencial de comisiones de las ventas de su grupo de agentes (”No soy bueno con los números”, respondió)
Hasta que, ya presionado por los $3800 millones de la carta documento y por los WhatsApp con los reclamos a Blaksley, Romero Victorica lanzó: “Yo nunca cobré un bono; habré hecho el reclamo para cobrar porque estaba desesperado”. Fue en ese momento que Mariano Varela pidió que la fiscalía extrajera el testimonio para encausarlo por falso testimonio.
Hubo algunos escarceos más, hasta que Romero Victorica concluyó: “Yo también soy damnificado. Hace seis años que no consigo trabajo. Cambié mi apellido, tuve que sacar el Victorica, después de años de recorrer empresas para conseguir trabajo. Joaquín Romero… Tuve que vender mi casa, vivo de ahorros, pero soy una persona optimista que mira para adelante. He conestado con la más absoluta verdad”.
Testigos a favor de Blaksley
Antes y después hubo tiempo para otros testigos, todos propuestos por la defensa. Todos detallaron el recorrido de los acontecimientos y los problemas de Hope Funds para hacer frente a los compromisos entre 2015 y el primer cuatrimestre de 2016. El expresidente de la Cámara Argentina de Shoppings, Ramón Villaveirán, fue elogioso del tiempo que compartió negocios con Blaksley, cuando Hope Funds se sumó al emprendimiento del Buenos Aires Design, y él era el encargado de ese negocio por parte del socio mayoritario, IRSA. Lo mismo Jorge Niklison Aldao y Alberto Rolón (que incluso se detuvo a saludarlo cuando terminó de declarar), o Matilde Mónica Covidio, que fue vendedora y clienta de Hope Funds y desistió de cobrar su deuda para “cerrar una etapa” ante un grave trance familiar.
La síntesis de esos testimonios pedidos por la defensa con la intención de probar que, a través de Hope Funds, Blaksley buscaba hacer negocios en la “economía real” y no una rueda financiera ficticia, tipo esquema Ponzi, como Bernie Madoff, el testigo Ignacio Azumendi, que realizó acciones de marketing deportivo para HF, dijo: “Nunca estuvo en su espíritu pergeñar una maniobra para quedarse con el dinero de sus inversores. Fue un impresonante vendedor, con una capacidad que siempre me llamó la atención, la de soñar y proponer ideas y poner en marcha las cosas. Siempre creí en él y, creo que hasta último momento trató de salvar la compañía”.
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