“Jamás tuve intención de matar”: llantos, un pedido de disculpas y “una o dos patadas”: la declaración de Máximo Thomsen
Cuando estaba por finalizar la undécima audiencia del juicio por el homicidio de Fernando Báez Sosa, uno de los imputados más complicados durante el debate pidió la palabra y contó su versión de lo que ocurrió la madrugada mortal en Villa Gesell
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Era un secreto a voces que Máximo Thomsen iba a declarar esta semana, antes del miércoles, cuando se cumplirán los tres años del asesinato de Fernando Báez Sosa. Pero lo hizo este lunes, cuando vio que su madre, Rosalía Zárate, relató, con angustia, el impacto que la detención de su hijo menor causó en su vida y en la de su familia.
Thomsen, el joven al que se atribuye una patada en la cabeza de la víctima, al que testigos y peritos comprometieron durante las dos primeras semanas de audiencias en los Tribunales de Dolores, pidió perdón, pero no confesó. Durante 50 minutos admitió haber “pegado una o dos patadas”, pero dijo no saber a quién ni tampoco cómo. “Quiero pedir disculpas, es algo que nunca hubiese buscado”.“Jamás en la vida tuve intención de matar a nadie”. “Vengo escuchando todos los días que yo organicé [el ataque], que soy líder”, fueron algunas de sus afirmaciones.
No dio nombres. Ni siquiera el de Fernando Báez Sosa. Desafió, con su versión de los hechos, los testimonios, las pruebas y los peritajes que lo incriminan. Desarrolló un discurso que se vislumbra funcional a la estrategia del abogado que comparten los ocho acusados, Hugo Tomei, que intenta instalar la hipótesis de que no hubo una provocación o un ataque artero, sino una pelea entre dos grupos de jóvenes que terminó con una lamentable muerte.
Sin posibilidades, casi, de eludir la responsabilidad por la autoría material de la muerte de Fernando Báez Sosa, Tomei intentará que el caso no sea calificado como homicidio agravado por alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas –para el que solo hay una pena posible: prisión perpetua–, sino que alegará que fue, en todo caso, un “homicidio en riña”, que tiene una pena mucho menor, de hasta seis años de cárcel. Si consiguiera que los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°1 de Dolores le dieran la razón, sus defendidos podrían obtener de inmediato las salidas transitorias.
La declaración de Thomsen, de 23 años, fue el punto culminante de la undécima jornada del juicio a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 1 de Dolores. Los padres de la víctima, Silvino Báez y Graciela Sosa, ya no estaban en la sala de audiencia. Se habían retirado 20 minutos antes, cuando declaraba María Paula Cinalli, la madre de Blas Cinalli, otro de los ocho imputados, y decía: “[El hecho fue] una desgracia muy grande. No quiero pensar que han pasado los padres de este chico, pero nosotros también lo sentimos y lo sufrimos”. Cuando Silvino y Graciela notaron que la mujer ni siquiera había llamado a Fernando por su nombre, ya no quisieron seguir escuchando.
Cuando hablaba la madre de Cinalli, Thomsen comenzó a llorar. Pero al imputado ya se lo había notado activo durante toda la audiencia. A la mañana, en medio de la declaración de Tomás Ítalo Colazo –amigo de Luciano Pertossi, otro de los acusados–, intercambió palabras con Tomei. Era un anuncio de lo que iba a pasar cuatro horas después.
Además de Thomsen, Cinalli y Luciano Pertossi, los otros acusados son Ciro Pertossi, de 22; Lucas Pertossi, de 23; Ayrton Viollaz, de 23; Enzo Comelli, de 22, y Matías Benicelli, de 23.
Los primeros testigos
Colazo, que estuvo en la escena del crimen, pero nunca estuvo imputado, dio detalles del ataque mortal, pero en su declaración no identificó quiénes fueron los agresores de la víctima. Sí, en cambio, dijo que vio a Thomsen “al lado del cuerpo” de la víctima.
Y agregó: “Recuerdo a Máximo y a Ciro Pertossi [en la escena del ataque]. Escuché gritos. Vi a alguien en el piso [la víctima]. Le puse el brazo en el pecho a Máximo con la intención de que no se pelee”, recordó Colazo, de 19 años. Esa parte del relato iba a ser refrendada por Thomsen en su declaración indagatoria.
Antes, como primer testigo de la jornada, se había presentado Juan Pedro Guarino, de 22 años, uno de los dos jóvenes que había estado preso e imputado, pero que después terminó sobreseído.
Guarino dijo no haber visto cómo le pegaron a Báez Sosa ni con quién discutió, ni adentro ni afuera del boliche. Lo definió como “algo que no podía creer. Máximo al lado de alguien tirado en el piso”.
“¿Se movía la persona tirada en el piso?”, interrogó Burlando. “Lo que llegué a ver, no”, dijo contundente el joven, que acotó: “Sentí hasta vergüenza, me da mucho dolor”.
“No podía creer lo que había pasado”, sostuvo Guarino, que en todo momento evitó cruzar miradas con los acusados. ”No quería estar ahí”, remarcó.
Antes de retirarse, les expresó sus condolencias a los padres de la víctima. “Todos los días desde que pasó me pregunto si podría haber hecho algo para que no pasara”. Y dejó una carta en un sobre de papel madera para Silvino y Graciela. Hasta esta hora no la habían leído.
Cuando se retiraba del Palacio de Tribunales, Guarino habló con los medios de comunicación y dijo: “Quiero [los acusados] que se hagan cargo de lo que hicieron”.
La hora de la madre
La audiencia siguió con la declaración de Colazo, de dos amigos de Cinalli y de la madre de Blas Cinalli, hasta que a las 17.29 ingresó en la sala de audiencias Rosalía Zárate, la madre de Thomsen. Su hijo ya lloraba.
La mujer contó que Máximo es el menor de sus tres hijos y que ella se separó de su marido, Javier Thomsen, cuando él tenía seis años. “Siempre fue mi compañero”.
Entonces, comenzó a relatar que tras la detención de su hijo se quedó sin trabajo y obra social (por la presión social, renunció a su cargo de funcionaria de la Municipalidad de Zárate). “Me sentí cada vez más angustiada. No me podía levantar de la cama. Me enfermé. Me fui a atender y me dijeron que tenía algo malo. Me derivaron a un médico, que me dijo que tengo cáncer. Me operaron, sigo en tratamiento. Lo único que hago en estar en mi casa. Salgo para ir al médico y para visitar a mi hijo. No puedo más. Es una pesadilla”, sostuvo, mientras que Máximo lloraba. En una de las últimas filas de asientos de la sala de audiencia, Francisco Thomsen, otro de los hijos de la mujer, también se había quebrado e insultaba por lo bajo.
En cuanto la presidenta del tribunal, María Claudia Castro, le dijo a Zárate que su declaración había concluido, Tomei comunicó que Thomsen quería declarar. Eran las 17.38. Hablaría durante 50 minutos.
Quebrado, comenzó diciendo: “Quiero pedir disculpas, jamás en la vida tuve intenciones de matar a alguien”. Y agregó: “Hablan con tanto odio hacia mi persona”.
Por momentos, lloraba. “Quiero pedir disculpas, es algo que nunca hubiese buscado”, repitió. Y explicó: “Quería dar la realidad de lo que ha pasado esa noche”.
La versión del imputado
Después de contar lo que hicieron la tarde del 17 de enero de 2020 en la playa –donde, según él, se “mamaron”–, recordó que había ido a comprar entradas para ir a la noche al local Le Brique y que después fueron a una “previa” en una casa donde había mucha gente de Zárate.
Cuando habló de lo que pasó dentro del boliche, hizo mucho hincapié en que no se había peleado con nadie, a diferencia de lo que dijeron testigos que declararon en el juicio. Dijo que lo echaron de Le Brique porque les pidió a los patovicas que “soltaran” a un amigo. Afirmó que el personal de seguridad lo tomó del cuello y que un amigo le llegó a decir que “estaba bordó”, casi asfixiado.
Después relató lo que pasó en la escena del hecho. “Miré al costado y vi un grupo grande de chicos, como que se iban a enfrentar. Miré de costado. Cuando llegué a la ronda de chicos sentí un golpe en la cara”.
Y después agregó: “Cuando recibí el golpe en la cara, pegué una o dos patadas, no sé a quién ni cómo”.
Entonces, los representantes del Ministerio Público Fiscal, los fiscales Juan Manuel Dávila y Gustavo García, comenzaron a interrogarlo. Le preguntaron, mientras reproducían en una pantalla los videos del ataque: “¿Le pegó patadas a esa persona que estaba en el suelo?”. “No sé”, espetó. Y agregó: “No recuerdo. Me acuerdo que entré [en la ronda] pegando, Entré en shock por todo lo que había pasado”.
Al reproducir los distintos videos, el fiscal Dávila le preguntó: “Hay un movimiento de patear, pero no hay nadie delante suyo, ¿esa persona estaba acostada?”: “Quizás, arrodillada”, sostuvo el imputado.
Él dijo que después de lo que definió como “una pelea” de la que se fue cuando supo que nadie lo iba a agredir, pero sin saber cuál había sido el resultado. Sin embargo, se negó a responder por qué, entonces, decidió cambiarse la ropa, que se había manchado de sangre.
Luego, cuando estaba por finalizar la declaración de Thomsen, la fiscalía le preguntó si en los videos que se vieron en las audiencias desde que comenzó el juicio se pudo apreciar el golpe que él dijo haber recibido, su respuesta fue lacónica: “No”.
Thomsen se negó a responder preguntas de los abogados querellantes Fernando Burlando y Fabián Améndola. Dijo que no respondería a quien los había insultado a él y a su madre. Cuando Burlando insistió para preguntarle por qué se había cambiado de ropa si intuía que no había hecho nada, y él volvió a decir que no iba a responder, la jueza Castro dijo que no tenía sentido continuar con “el ejercicio” del interrogatorio.
“Thomsen decidió declarar cuando vio llorar a la madre. Esta declaración era necesaria. Él creía que era el momento. No pensamos en la imagen, pensamos en explicaciones”, dijo una fuente cercana a la defensa.
Pero lo cierto es que, además, de dar una impresión más “humana”, con el pedido de disculpas y la emoción del llanto, lo que quedó a la vista con la declaración de Thomsen es la estrategia que podría desarrollar Tomei en su alegato: que la muerte de Fernando Báez Sosa fue un “homicidio en riña”, fruto de una pelea.
La querella, en cambio, opinó que la declaración de Thomsen había tenido el efecto contrario. “Es insólito. Nunca vi algo así. Se ha hundido él y ha hundido a todos sus compañeros”, sostuvo Burlando al terminar la audiencia.
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