Investigación: los manuscritos del Rey de la efedrina, pruebas clave en el negocio de los explosivos y fusiles
El juez federal Luis Armella procesó a Mario Segovia por el contrabando de armas y embargó sus bienes hasta cubrir la suma de 80.000.000 de pesos
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De puño y letra. Mario Segovia, conocido como el Rey de la efedrina, preso en el complejo penitenciario de Ezeiza donde cumple una pena por tráfico de estupefacientes, lideraba desde la prisión una organización dedicada al contrabando de explosivos y armas. En las últimas horas fue procesado por este delito y se trabó un embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma de 80.000.000 de pesos. Una prueba fundamental en su contra fue el hallazgo de una serie de cartas manuscritas donde él dejó expresas directivas a otros integrantes de la banda, entre los que se encuentra su hijo Matías.
Así se desprende de un dictamen firmado por el fiscal federal de Lomas de Zamora Sergio Mola y por su colega Diego Iglesias, funcionario a cargo de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), donde pidieron el procesamiento del denominado Rey de la efedrina y de otros imputados.
“Los elementos de prueba recolectados permitieron acreditar que Mario Segovia detentó la calidad de jefe de la organización criminal, función que ha llevado a cabo desde su lugar de detención transmitiendo sus órdenes durante las visitas que recibía, por medio de comunicaciones telefónicas y por cartas manuscritas dirigidas a su hijo Matías y a su cuñado Gonzalo Ortega”, sostuvieron los representantes del Ministerio Público.
En las últimas horas, el juez federal Luis Armella procesó a Segovia. Las cartas escritas por el Rey de la efedrina habían sido secuestradas en un allanamiento hecho por personal de la Policía Federal Argentina (PFA) el 13 de julio pasado en la mansión que los Segovia tienen en el barrio residencial de Fisherton, en las afueras de Rosario.
La causa, que en un primer momento estuvo a cargo del juez federal Federico Villena, comenzó cuando fue hallada una “mini” tablet en uno de los baños de la cárcel de Ezeiza, aparato que se comprobó pertenecía a Mario Segovia. A partir de ese hallazgo, el magistrado, con colaboración de expertos de la Policía de la Ciudad halló pruebas que vincularon al Rey de la Efedrina con el armado de explosivos y ordenó una serie de intervenciones telefónicas que, cinco años después, permitieron comprobar la hipótesis delictiva.
El personal de la PFA, además de los manuscritos, secuestró manuales para uso de explosivos, y elementos y componentes que se podrían usar para posibles detonaciones, como así también se incautaron accesorios de fusiles y chalecos antibala.
En la casa de Álvarez Condarco a 472 bis del barrio Fisherton se encontraron varios estuches para fusiles y carabinas, manuales y reglamentos de armas AR-15.
“Las armas tenían como destino su comercialización. Las bombas y explosivos todavía no se pudo determinar cuál iba a ser el destino. No sabemos si querían experimentar en la fabricación para después vender o si querían fabricar para hacer volar [sic] a alguien o cometer un atentado a un edificio público”, explicó a LA NACION un investigador.
El juez Armella también procesó con prisión preventiva al hijo del Rey de la efedrina, Matías Segovia; a su hermano, Hernán Segovia; y a su cuñado, Gonzalo Ortega, según se desprende de la resolución.
Según explicaron los fiscales Mola e Iglesias, Hernán Segovia “cumplió un rol preponderante” porque “resultó ser quién manejaba el flujo de dinero producto de la actividad ilícita” y era quien se encargaba de “guardar las armas de guerra en su domicilio”.
Matías Segovia, según el dictamen fiscal, también tuvo una función importante en la sindicada organización criminal. “Posibilitó las comunicaciones, por medio de correos electrónicos, con empresas extranjeras proveedoras de materiales vinculados con detonadores de explosivos como así también para requerir información relacionada a capacitaciones y cursos”, dijeron los fiscales.
El cuñado de Segovia fue quien se “ocupó de coordinar la logística operativa de ingreso, armado y tenencia de las armas y explosivos que recibía la organización desde el exterior”. Cumplía órdenes directas del Rey de la efedrina.
“El ensamble de las piezas para el armado de las armas se realizaba en el inmueble de Álvarez Condarco 472 bis donde vivían Ortega y Matías Segovia”, afirmaron Mola e Iglesias. En ese domicilio, según el expediente judicial, se armó un fusil AR-15.
En la investigación se verificó que mediante las casillas de los correos electrónicos oficiales del gobierno de Formosa que pertenecían a los empleados públicos Gustavo Salomón y Antonio Torres, “se adquirieron artefactos explosivos”. Esos mails fueron utilizados sin que los titulares de las cuentas estuviesen al tanto de la maniobra, según contaron los investigadores.
En una de las cartas manuscritas, Mario Segovia le indicó a su hijo no usar su teléfono celular “ni ningún aparato [dispositivo electrónico] de la casa” para conectarse al correo. “Usa la mini iPad que va a comprar Gonza [por Ortega] solamente [palabra subrayada] para eso. La semana que viene vamos a pagar todas las deudas. Bechos [sic]”, escribió el Rey de la efedrina.
“En definitiva, el contenido de las cartas halladas en la vivienda de la familia Segovia deja expuesto con claridad que la organización delictiva ha sido quien ingresó a las casillas del gobierno de Formosa para enviar y recibir los correos tendientes a capacitarse en materia de inteligencia táctica, armado y desarmado de materiales explosivos, y para adquirirlos, así como también, que esa actividad era planificada y dirigida por Mario Segovia, mientras que, la materialización de sus directivas, eran hechas por su hijo Matías, quien operaba esas casillas de correo electrónico, y también por su cuñado Gonzalo Ortega”, se afirmó en el expediente.
El Rey de la efedrina había indicado que, una vez leídas, las cartas escritas por él fueran quemadas. Pero esa orden, a diferencia de otras directivas, no fue cumplida y los manuscritos terminaron en siendo una prueba contra la organización criminal.
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