Inseguridad en Pinamar y Cariló: una serie de robos el fin de semana largo desnudó la escasez de móviles y de policías para la prevención
La nueva modalidad de los delincuentes es audaz: entran en casas que están ocupadas, por la noche, y apuntan a llevarse equipos caros de electrónica de alta tecnología; denuncian que restaron patrulleros de la costa para reforzar la presencia en el conurbano
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PINAMAR. Dos computadoras Apple, tres teléfonos celulares de la misma marca, discos rígidos portátiles, una cámara fotográfica y un trípode. Todo junto cabe en una sencilla mochila. Y eso se convirtió en un botín de casi un millón de pesos con el que días atrás huyó al menos un delincuente de una casa de Cariló, a la que ingresó luego de violentar una abertura durante la madrugada, mientras sus propietarios descansaban en los dormitorios.
La modalidad está allí instalada y predomina desde hace tiempo en esa localidad. Se diluyó por las restricciones de movimiento que impuso la cuarentena más estricta por la pandemia, pero repuntó desde mitad de año, con la mayor presencia de dueños, inquilinos y turistas en general, que llegan por miles aquí, en particular durante los fines de semana. Ese aumento de la temperatura del delito se produce, además, en un contexto en el que los móviles y los efectivos escasean a la hora de ajustar la prevención.
Lejos de tiempos en los que se ponía el foco en viviendas vacías para hacerse de electrodomésticos, maquinarias y otros valores, los delincuentes empezaron a buscar propiedades ocupadas y van detrás de los equipos de tecnología portátil, dinero y otros valores que suelen quedar en distintas dependencias mientras los moradores duermen o están reunidos en otro punto del inmueble, desde donde no advierten la actividad de los ladrones o –en el mejor de los casos– reaccionan a distancia, con menos posibilidad de perseguirlos y alcanzarlos en medio de una topografía dominada por bosque y oscuridad.
Solo durante el último fin de semana largo se recibieron en dependencias policiales del distrito de Pinamar casi dos decenas de denuncias por hurtos y robos, algunos en grado de tentativa y otros consumados. Entre estos últimos se destaca la desaparición de dos cuatriciclos que se guardaban en la cochera de un hotel.
Recursos mínimos
Lejos quedan estos registros de conformar una ola delictiva. Pero sí alcanzan para sumar preocupación en una jurisdicción donde, durante los últimos meses, sobran los dedos de una mano para contar la dotación de patrulleros a disposición del personal policial.
La merma de móviles comenzó tras el último Operativo Sol de verano y llegó al extremo tras el movimiento turístico de Semana Santa. Según trascendió, el gobierno bonaerense recolectó unidades en esta región para reforzar la presencia y logística de seguridad en el conurbano. La “manta corta” cubrió otras urgencias lejanas y dejó sin protección a varias de las principales localidades balnearias de la zona. LA NACION consultó a funcionarios del Ministerio de Seguridad bonaerense sobre motivos de esta escasez de móviles. No hubo respuesta.
“Nadie planifica nada: no hay política criminal, no hay patrulleros, faltan policías y sobran delincuentes”, dijo a LA NACION Daniel Jouffré, fundador y coordinador de la Red Vecinos en Alerta de Pinamar. Asegura que la partida de móviles se hizo muy notoria en vísperas del confinamiento nacional que el gobierno dispuso en mayo pasado, presuntamente para aplicar esos vehículos a los controles en zonas de mayor densidad poblacional.
Pinamar tiene un plan de seguridad que subdivide el territorio en 13 cuadrículas. Cada una de ellas debería tener un patrullero asignado. A la fecha solo tiene tres o cuatro –varía si alguno funciona o no- y dos vehículos todo terreno tipo UTV, pequeños y pensados para operar en la playa. En uno de ellos, también debido a la escasa disponibilidad de patrullas, acudía a una emergencia el joven policía Kevin Kober cuando se mató hace un mes, tras volcar en la rotonda de Valeria del Mar. Durante las vacaciones de invierno, con refuerzos de personal, los rondines se complementaban con efectivos a caballo.
A principios de mayo último el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad una resolución en la que expresaba “profunda preocupación por la orden del Ministerio de Seguridad bonaerense de retirar la mayoría de los patrulleros de la región” y en un segundo artículo reclaman que “se devuelvan los vehículos retirados”. Días después, en declaraciones a Canal 4 de Pinamar, el director de Seguridad provincial, Marcelo Montero, dijo que a los patrulleros se los llevaron “para hacerles un service” porque eran nuevos. Pero nunca volvieron.
Como alternativa, el municipio apeló a móviles de la Patrulla Urbana, que recorren las calles para controlar situaciones menores y ahora suelen llevar con ellos algún policía provincial para reforzar esa presencia frente a casos de mayor gravedad.
En la jurisdicción escasean los delitos calificados y, a diferencia de otros distritos más populosos de la zona, como Mar del Plata, son casi excepcionales. La mayoría de los casos en investigación corresponden a delincuentes que aprovechan situaciones de descuido de sus víctimas, tanto en propiedades como en vehículos.
El año pasado, en poco más de siete meses y hasta el cierre de la primera quincena de agosto, se habían denunciado 72 robos y hurtos entre Pinamar y Cariló. En el mismo período del año en curso la cifra se elevó a 104, incremento que acompaña también una mayor intensidad en el movimiento turístico e incluso de residentes permanentes.
La mayoría de los hechos son similares: los delincuentes aprovechan ventanas o puertas abiertas y se llevan todo lo de valor que encuentran cerca. En menor número de hechos, violentan aberturas o incluso se exponen a que suenen las alarmas, seguros de que tendrán un mínimo margen de tiempo para escapar.
El esclarecimiento de estos ilícitos es, por cierto, bajo y, por ende, son muy pocos los aprehendidos y detenidos. Fuentes policiales y judiciales consultadas por LA NACION afirman que los pocos que están tras las rejas cayeron en flagrancia, por rastros que permitieron identificarlos o mientras intentaban comercializar parte del botín mediante sitios web o redes sociales.
Los delincuentes aprovechan las dificultades topográficas, en particular en Cariló y sus densos y oscuros bosques, para actuar y escapar casi sin riesgos de ser capturados. En estas localidades, según confían en el ambiente, saben que en cada vivienda ocupada hay mucha tecnología “fácil de portar y de altísimo valor”.
Entre las víctimas aparecen incluso figuras de la política. Se pudo conocer LA NACION, hace muy poco se cometió un robo en propiedad de una destacada figura del Frente de Todos. Los ladrones ingresaron en la vivienda y se llevaron todo lo que pudieron. Quienes estaban en la casa, familiares y amigos de esa dirigente política, actual precandidata a diputada nacional, ni se enteraron hasta horas después. El caso es uno de tantos que aún no pudieron ser esclarecidos.
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