Baleado por una mochila: el caso detrás de la marcha por la inseguridad en Adrogué
Los vecinos de Adrogué añoran esos tiempos en que esta localidad de chalets señoriales, calles amplias y bulevares arbolados era un oasis en el conurbano sur. En los últimos meses la inseguridad y la violencia se abatió sobre ellos como una maldición. Una ola de hechos delictivos, incluso a plena luz del día, los acecha. Cansados, y conscientes de la urgencia de hacer sentir fuerte su voz, el jueves pasado una multitud marchó frente a la Municipalidad de Almirante Brown para pedir más seguridad en la otrora tranquila cabecera del partido. Fue una de las tantas manifestaciones que, en lo que va del año, se multiplicaron en distintos puntos del conurbano, una situación que inquieta a los intendentes de la zona, más allá de su color político y de la grieta.
La manifestación fue encabezada por el doctor Rubén Mora, médico clínico que vive hace más de 20 años en Adrogué, y que hace casi dos semanas vivió en carne propia la angustia de saber que su hijo Agustín, de 16 años, había sido baleado en el pecho por un delincuente cuando regresaba de la maestra particular, simplemente para robarle el celular y la mochila.
Pasadas las 19 del viernes 14, Agustín volvía a su casa por la calle Canale al 1600 después de un par de horas de clase con la profesora particular que lo ayuda a preparar las materias que debía rendir. Iba con su celular en mano y la mochila colgada en uno de sus hombros cuando fue sorprendido por un delincuente armado. "Lo interceptó esta persona y le pidió la mochila y el celular", cuenta a LA NACION el doctor Mora.
Agustín se quedó paralizado. Y el delincuente, totalmente exaltado, insistió: "¡Dame el celular y la mochila!", le gritó, mientras le apuntaba al corazón. El delincuente tomó las cosas de Agustín y, aunque no encontró resistencia, le disparó en el pecho y huyó.
"Mi hijo me dijo que el delincuente hablaba con la voz muy pesada; seguro que estaba drogado. Tendría unos 40 años", explica Rubén. El médico recuerda que quedó congelado cuando recibió la noticia de que a su hijo lo habían baleado a tres cuadras de la clínica en la que él trabaja. "Mi esposa se enteró por teléfono y luego me avisó. Cuando me enteré me quedé frío, totalmente paralizado. Tengo dos hijas más, de 10 y 17 años, que estaban muy asustadas", explica.
Tras la detonación, Agustín sintió el olor a pólvora, vio que tenía sangre, se sacó la remera para comprimir la herida, allí donde había ingresado el proyectil; no perdió la compostura y tuvo la resistencia y la presencia de ánimo suficiente como para pedir auxilio. "Agustín no se traumó ni se shockeó. Atendió su lesión y, luego, pidió ayuda". Justo pasó un patrullero, en el que fue trasladado de inmediato hasta el hospital.
La bala ingresó en el cuerpo de Agustín y salió sin tocar ningún órgano. "Fue un milagro. Si lo hubiesen matado habrían arruinado a mi familia. Y por una mochila... es una locura", explica Mora. Apela a la memoria de su trayectoria y experiencia como médico y todavía no puede entender cómo la bala no tocó ningún órgano vital de su hijo. "Si le hubiese disparado desde diez centímetros más de distancia lo mataba. Creo que al no tener distancia suficiente la bala no tuvo mucha velocidad", aventura Rubén. El tiro fue a la altura del corazón, del lado izquierdo.
Agustín se recupera físicamente, pero el brutal ataque le dejó secuelas psicológicas. "Cuando está solo tiene como flashes en los que ve a la persona que lo baleó y se asusta", cuenta Rubén.
El delincuente aún no pudo ser identificado por la policía, que todavía analiza las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona, en una pesquisa que no avanza con la premura que esperan los vecinos de Adrogué.
Antecedentes
Una semana antes del caso de Agustín, otro joven, de 18 años, sufrió un asalto a mano armada que le costó la vida. "Le pusieron el arma debajo de la boca y le dispararon. Lo mataron, también por una mochila", cuenta Rubén.
El mismo día del robo a Agustín, y a unas seis cuadras del lugar, a un compañero lo asaltaron para robarle el celular. Fue una escena típica: dos motochorros lo interceptaron, uno bajó, le arrebató el aparato mientras el otro esperaba en la moto, se subió enseguida y se esfumaron.
El 11 de febrero pasado una jubilada fue arrastrada a la salida del Banco Provincia, en la calle Somellera; fue para robarle la cartera.
El jueves 20, en la plaza Brown, de Adrogué, se juntaron cientos de vecinos que marcharon para pedir justicia y más seguridad. "Hay mucha gente que nos conoce y que se angustió con lo que sucedió. Hay muchas víctimas de robo y gente que se siente insegura. Por eso en la marcha nos acompañó tanta gente", dijo el doctor Mora.
La marcha, en realidad, había sido convocada un mes antes debido a un incidente en el que un delincuente murió durante un asalto, a cuatro cuadras de la misma plaza. "Toda la cuadra tuvo asaltos. La estamos pasando muy mal", cuenta Fernanda, vecina del lugar.
Fuentes policiales afirmaron a LA NACION que "están desbordados" por la falta de personal y la gran cantidad de detenidos en comisarías sin que sus casos avancen judicialmente para concluir en un traslado a un penal. "Actualmente tenemos 29 detenidos y la Justicia no sabe qué va a hacer con ellos", cuenta una fuente policial. Un veterano e importante uniformado de la zona sostuvo que "la pérdida de los valores humanos es, en gran parte, el origen de los graves hechos delictivos que estamos viviendo estos tiempos", y admitió que los arrebatos ejecutados por "motochorros" son el tipo de delito más recurrente en el distrito.
Esta misma fuente afirma que mantienen una comunicación constante con los vecinos para actualizar medidas de prevención del delito. Aunque también reconoce que aún no han podido identificar al autor del disparo que casi sega la vida de Agustín.
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