Sin condenas: María Marta García Belsunce y Nora Dalmasso: dos mujeres asesinadas, dos casos impunes por graves fallas de investigación
En los dos hechos, el paso del tiempo favoreció a los homicidas; la desaparición de pruebas científicas y las torpezas en la estrategia de ambas pesquisas fueron determinantes para que ambos crímenes se cerraran sin castigos
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Con cinco meses de diferencia, la Justicia dictó resoluciones que absolvieron a los acusados de los homicidios de María Marta García Belsunce y Nora Dalmasso, ocurridos hace 20 y 16 años, respectivamente. Dos crímenes impactantes, de honda repercusión social, terminaron sin castigo. Ambos ocurrieron en barrios cerrados y tuvieron a las familias de las víctimas en el centro de las sospechas. Los dos asesinatos quedaron impunes.
En el caso del asesinato ocurrido en el country Carmel, de Pilar, el Tribunal Oral N°4 de San Isidro consideró que no había pruebas para mandar a la cárcel a Nicolás Pachelo, el principal imputado. La fiscalía había pedido que lo condenaran a la pena máxima de prisión perpetua.
En cambio, en el proceso por el crimen registrado en el country Villa Golf, de Río Cuarto, el Ministerio Público de Córdoba directamente desistió de la acusación contra el esposo de la víctima, Marcelo Macarrón, que llegó al debate señalado como el supuesto autor intelectual del homicidio.
Los testigos que declararon en ambos juicios orales tuvieron que referirse a hechos ocurridos muchos años atrás, lo que derivó en las dificultades características para recordar detalles mínimos o precisos.
La diferencia entre ambos debates orales estuvo en que, en el juicio contra Nicolás Pachelo, la mayoría de los testigos ratificó lo expuesto al principio de la investigación. En este caso, los fiscales acusaron sobre elementos que había al principio de la investigación y que colocaban al vecino del country Carmel cerca de la escena del crimen en el momento en que María Marta fue asesinada, el 27 de octubre de 2002.
Durante más de tres años, los fiscales de San Isidro profundizaron pistas y ampliaron testimonios que estuvieron a disposición del primer responsable del expediente, el fiscal Diego Molina Pico, que se había inclinado por acusar al esposo de la víctima, Carlos Carrascosa, por el homicidio y a tres familiares por encubrimiento del asesinato.
Pero el paso de más de 20 años desde el crimen –en un caso en el que hubo dos juicios que terminaron con condenas y posteriores absoluciones–, atentó contra la posibilidad de que el tribunal que juzgó a Pachelo dictara un veredicto condenatorio. La absolución se produjo por mayoría, no por unanimidad.
Además del paso del tiempo, la inexistencia de pruebas físicas determinantes favoreció en ambos homicidios, favoreció a que ningún tribunal pudiera dictar una sentencia.
Ni la policía bonaerense ni la cordobesa lograron identificar a los autores de los homicidios de García Belsunce y de Dalmasso. Ambas investigaciones fueron imperfectas desde el momento mismo del hallazgo de los cuerpos. Esas deficiencias de las pesquisas policiales fueron potenciadas por los errores cometidos por los responsables de las investigaciones: el fiscal Molina Pico, en el caso de María Marta, y Javier Di Santo, a cargo del expediente por el crimen de Dalmasso.
A pesar de las fallas registradas al principio de las investigación de ambos homicidios, tanto Molina Pico como Di Santo siguen en funciones. El primero de ellos se desempeña como fiscal de Flagrancia del Departamento Judicial San Isidro, mientras que Di Santo continúa como fiscal de Instrucción en Río Cuarto.
Marcelo Hidalgo, uno de los fiscales que se sumó a la investigación del crimen de Dalmasso dos semanas después del asesinato e integró el equipo del Ministerio Público de Córdoba que acusó como autor del homicidio al pintor de obra Gastón Zárate, señalado como el “perejil” del caso, ascendió en la carrera judicial y, en la actualidad, se desempeña como fiscal de Cámara en la ciudad de Córdoba.
Molina Pico estuvo a pocos metros del cuerpo de María Marta en la casa del country Carmel, durante el velatorio. Más de un mes después ordenó la exhumación del cuerpo, luego de que un familiar de la víctima le avisara que tenía dudas sobre si el elemento que había arrojado al inodoro el mismo día del crimen era un soporte de estante –el famoso “pituto”– o un proyectil deformado.
Di Santo era el responsable de la investigación del homicidio de Dalmasso cuando ingresaron 28 personas en la habitación de la planta alta del chalet del country Villa Golf y contaminaron la escena del crimen. Esta desprolijidad obligó a que se ordenaran análisis de ADN para todos los que estuvieron en el lugar del asesinato, con la víctima en la cama donde fue asesinada, para comparar con el perfil genético hallado en el cuerpo y la bata de Nora, con el objetivo de descartarlos como sospechosos.
Las investigaciones de ambos asesinatos comenzaron mal, siguieron de forma deficiente y concluyeron sin condenas, con los homicidios impunes.
Dichas imperfecciones provocaron demoras que favorecieron el paso del tiempo. Así se tardó 15 años en llegar al juicio oral por el homicidio de Dalmasso, que terminó con la absolución de Macarrón por la falta de acusación del Ministerio Público. El viudo había llegado al debate acusado de haber contratado a un sicario –por una suma no determinada de dinero– para que matara a su esposa mientras él jugaba un torneo de golf en Punta del Este. En la imputación, carente de pruebas, tampoco se identificaba al sicario.
Hubo que esperar más de cuatro años para conocer los resultados de los análisis de ADN elaborados por el FBI norteamericano con las muestras de sangre extraídas a las 28 personas que estuvieron en la habitación de la hija de Dalmasso para contrastarlas con los rastros de piel, vello púbico y semen hallados en el cuerpo de la víctima y el cinturón de la bata con la que fue estrangulada.
Todo ese tiempo jugó en favor del asesino de Dalmasso. Lo mismo ocurrió con el autor del homicidio de María Marta.
En ambos casos habría que sumar otros dos factores que favorecieron a los asesinos y que no tienen que ver con el viejo axioma de los detectives de homicidios que sostiene que el tiempo que pasa en la pesquisa para encontrar al autor de un asesinato es como la verdad que huye.
En los dos hechos, los responsables de las investigaciones no preservaron las escenas de los asesinatos. Es que para cualquier detective de homicidios la preservación del lugar de los hechos es tan importante como la asepsia en un quirófano.
Esta regla básica de la investigación no se aplicó en las pesquisas de los homicidios de García Belsunce y de Dalmasso. Por ejemplo, Molina Pico dejó que el cuerpo fuera sepultado sin que se realizara la autopsia.
Esto permitió que se borraran todas las pruebas físicas que el asesino pudo haber dejado en la escena del crimen y que el hecho pasara, al principio, como un accidente ocurrido en la bañera y no como un homicidio.
Si bien el marido de la víctima, Carlos Carrascosa, fue condenado a prisión perpetua por ser el autor del asesinato, la Cámara de Casación dictó esta sentencia sin escuchar a ningún testigo y modificó la resolución del tribunal oral que juzgó al viudo y lo condenó por encubrimiento.
Carrascosa terminó absuelto, luego que la condena a prisión perpetua fue revisada por cuatro tribunales.
En toda investigación existen pruebas testimoniales y pruebas científicas. Las testimoniales son subjetivas, pero las científicas son certeras”, afirmó un detective con muchos años de experiencia en la División Homicidios de la Policía Federal.
Si bien en el homicidio de Dalmasso no se preservó la escena del crimen, al fiscal Di Santo, el máximo responsable de la investigación en Río Cuarto, al menos le quedaron muestras de dos perfiles genéticos hallados en el cuerpo de la víctima que podrán ser comparados con los de algún sospechoso el día que la policía los encuentre.
Ante la imposibilidad de avanzar sobre Zárate, el fiscal Di Santo decidió acusar a Facundo Macarrón, el hijo de la víctima, que además de la muerte de su madre debió que enfrentar el escarnio de una imputación sin pruebas. Después de varios años, Facundo fue desvinculado del caso.
“¿Qué hicieron durante todos estos 15 años los sucesivos fiscales intervinientes? ¿Realmente se puede ser tan inepto o será que realmente nunca quisieron descubrir la verdad?”, expresó el hijo de la víctima en la misiva que hizo pública, al conocer la noticia de la prescripción de la causa penal.
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