Hieren de gravedad a la hermana de un testigo clave en una causa narco
En un ataque a balazos desde un auto hirieron de gravedad a una abogada, que es la hermana de un testigo clave en la investigación que llevó a la cárcel a Esteban Alvarado, uno de los narcos más importantes que amplió el negocio ilegal tras la caída de Los Monos.
Mariana Ortigala, de 41 años, hermana de Rodrigo, fue atacada a las 9, cuando salía de su casa en el barrio residencial Bosque Azul de la localidad de Roldán, en las afueras de Rosario. Cuando la mujer estaba por subirse a su auto apareció un auto ocupado por hombres, que comenzaron a dispararle. Los atacantes usaron 15 balas calibre 9 milímetros. Tres de los proyectiles impactaron en el cuerpo de Ortigala y le provocaron serias lesiones. Fue internada en terapia intensiva en el hospital de Emergencias.
Según los primeros peritajes, se contabilizaron alrededor de 12 balazos en el auto y al menos tres tiros que impactaron en el tobillo, fémur y cintura de la víctima. Ortigala es abogada y se dedica a la venta de inmuebles en esa zona residencial.
Fuentes judiciales explicaron a LA NACION que aún no hay ningún detenido por este hecho pero se sospecha que estaría relacionado con Alvarado, ya que el hermano de Mariana Ortigala fue quien perjudicó con sus declaraciones al narco.
En julio pasado el frente de un edificio en Servando Bayo 1085, donde trabaja, Rodrigo Ortigala fue atacado a balazos. Sin embargo, con el correr de los días los investigadores consideraron que los disparos no estaban dirigidos a Ortigala, sino a otro vecino de nombre Leo, que le debía dinero a Los Monos. La policía encontró un cartel que decía: "Pagá Leo".
Rodrigo Ortigala fue clave para que fuera detenido Alvarado, que hasta presentarse como arrepentido había sido su jefe en la banda narco. Por eso, el testimonio de Ortigala fue determinante para que los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra avanzaran, junto al Organismo de Investigación, para desmantelar un clan narco, que había ejecutado al prestamista Luciano Maldonado, cuyo cadáver apareció el 11 de diciembre de 2018 en una colectora de la autopista Rosario-Buenos Aires. Junto al cuerpo había un cartel de cartón escrito con birome azul que decía: "Con la mafia no se jode".
Esa leyenda era la que dejaban como sello los miembros de Los Monos en los ataques a balazos contra la casa de funcionarios judiciales y jueces. Con ese artilugio, que después volvió a usar pero de manera más sofisticada, Alvarado pretendía que culparan e investigaran a Los Monos en los crímenes y amenazas que había cometido. Esas pistas falsas las sembraba con la ayuda de altos jefes de la policía que hoy están detenidos, como los hermanos Martín y Marcelo Rey, y los comisarios Cristian Di Franco y Luis Quebertoque, entre otros.
La clave para develar esta trama fue un teléfono Iphone 8 que Alvarado tiró al lago del embalse Río Tercero, cuando el 1° de febrero de 2019 se vio cercado por la Policía, tras estar casi dos meses prófugo. Los efectivos pudieron recuperar el aparato que había caído al agua, pero en los peritajes no consiguieron obtener la información del aparato porque tenía archivos que estaban encriptados.
Tras ser autorizado por la justicia, Un oficial de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE) viajó a Nueva York con el Iphone 8 de Alvarado,. En la empresa Celibrity lograron desbloquear y recuperar los mensajes y audios del sistema Telegram. Era el que usaba este hombre, que aparece sospechado de ser actualmente uno de los principales jugadores del narcotráfico en Rosario.
Alvarado no hablaba por teléfono ni usaba Whatsapp, sino Telegram, que estaba configurado para que los mensajes se borraran a pocos segundos después de ser enviados. Pero esos audios se pudieron recuperar. Alvarado se jactaba de usar ese sistema de mensajería: "Yo no hablo por teléfono; en la put... vida me van a agarrar".
Los mensajes de Telegram pudieron ser recuperados el 29 de abril pasado. La información de ese teléfono fue clave para que los fiscales ordenaran la detención de cuatro policías, entre ellos dos jefes de la Policía de Investigaciones (PDI), como los hermanos Martín y Marcelo Rey, la comisaria Jorgelina Chávez y Pablo Báncora.
En la investigación de Schiappapietra y Edery se develó el entramado que montó Alvarado, con la ayuda de los policías, para desviar hacia Los Monos la investigación del crimen de Maldonado y tres ataques que sus hombres realizaron contra edificios y la casa de una funcionaria de la fiscalía, que llevaba adelante una pesquisa sobre los bienes de este supuesto narco. A esta contadora le habían dejado días previos al ataque la cabeza de un perro dentro de una caja en la puerta de su casa.
Primero, Alvarado plantó en la escena del crimen de Maldonado ese cartel. En las primeras horas la causa se orientó hacia Los Monos, pero luego se enfocó en Alvarado, que hacía poco más de un año había salido en libertad condicional de una cárcel de la provincia de Buenos Aires, tras estar cinco años preso.
Luego, planeó el atentado contra la especialista en análisis económico de la fiscalía, que vive en pleno centro de Rosario. Los policías le enviaron fotos del frente de la casa. El 31 de enero dos hombres en moto realizaron ocho disparos contra esa vivienda, ubicada a la vuelta del Monumento a la Bandera. Seis balas entraron por la ventana y pasaron a 60 centímetros de un familiar de la funcionaria.
Los atacantes abandonaron la moto que usaron en el atentado a dos cuadras de allí. Y corrieron unos 200 metros hasta subirse en calle Mendoza a un VW UP color gris. La maniobra parecía extraña. Pero tenía un sentido.
Alvarado, según los audios de Telegram recuperados de su teléfono, quería inculpar de ese atentado a Leandro Olivera, alias Chulo y sicario de Ariel Cantero, alias Guille, líder de Los Monos, y a Rodrigo Ortigala, quien había formado parte de la banda de Alvarado, y que a principios de año se presentó a declarar en la fiscalía como testigo de identidad reservada.
Ortigala, quien era propietario de un VW UP color gris, similar al que participó del atentado, fue quien reveló parte del funcionamiento de esta organización narcocriminal.
La misión de Alvarado y los policías era que Chulo y Ortigala fueran acusados como los autores de ese ataque. De esa manera, el foco saldría de la figura de Alvarado.
Además montó otra maniobra, con escuchas telefónicas que incriminaban a Olivera y a Ortigala, a través de teléfonos espejos. Los mensajes eran falsos. Bancora, uno de los policías aliados a Alvarado formaba parte del nuevo Organismo de Investigación del Poder Judicial, y se desempeñaba en el área de las interceptaciones telefónicas y procesamiento de escuchas.
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