Fútbol y narcotráfico. Detuvieron a un exbarra de Newell’s por matar a un rival dentro de la hinchada
Guillermo Sosa, alias Ojito, tenía pedido de captura desde octubre del año pasado por el asesinato de Nelson Saravia, otro personaje “pesado” de la hinchada leprosa, cometido en medio de una puja entre facciones que responden a la Banda de los Monos
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ROSARIO. Guillermo Sosa, conocido en el ambiente narco como Ojito o Chupa, uno de los referentes de Los Monos en la tribuna de Newell’s, fue detenido por ejecutar a otro rival dentro de la hinchada el 23 de octubre pasado, en un conflicto en el que se mezcla la venta de droga y las tensiones internas dentro de la barrabrava.
Sosa fue detenido por agentes de la brigada de Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) en Villa Gobernador Gálvez. Tenía pedido de captura desde el 23 de octubre pasado, cuando se produjo el crimen de Nelson Saravia, un personaje de peso dentro de la hinchada leprosa, que está dividida en tres facciones que suscriben a la banda de Los Monos.
Saravia lideró la barra de Newell’s por un tiempo luego de que fuera detenido el jefe de la hinchada Diego Ochoa, alias Panadero. Chivo, como lo apodaban, fue baleado en 2016 y en agosto pasado su casa fue blanco de un ataque a tiros, pero un mes después las balas acabaron con su vida dentro de su casa en San Nicolás al 3700, en el barrio Alvear.
Para los investigadores, el crimen de Saravia se inscribió en “una guerra” dentro de la barra de Newell’s, que actualmente está dominada por la banda de Los Monos a través de tres sectores que reciben órdenes de Máximo Ariel Cantero, alias Guille, desde el penal federal de Marcos Paz, como publicó LA NACION el 18 de setiembre pasado.
La violencia extrema en torno a la barra de Newell’s está ligada de manera estrecha al mundo criminal que administra el narcotráfico. La llegada de Los Monos a Newell’s dejó solamente sangre. Hay temor de que los reacomodamientos políticos en ese club activen el sicariato para solucionar las tensiones internas en la barra, como ocurrió en 2016, cuando se produjeron cinco crímenes.
Ese año Cristian D’Amico, exvice de Newell’s, fue baleado cuando iba en su camioneta junto a su hijo de diez años. Le dispararon más de una decena balas pero ninguna hirió a él ni al niño, que había ido a practicar al predio de Malvinas. Otro dirigente del club, Claudio “Tiki” Martínez, había sufrido dos ataques a balazos en su departamento del centro de Rosario. Martínez, que era uno de los vicepresidentes, se alejó de la conducción política de Newell’s.
Uno de estos grupos que regentea Cantero fue el que atentó contra la casa del hermano de Cristian D’Amico, quien perdió las elecciones el año pasado. La investigación apunta a que este ataque estuvo organizado por un hombre que tiene un extenso historial delictivo: Brian Sprío, alias “Pescadito”, un hombre con un prontuario abultado que es cercano a Guillermo Sosa.
Pescadito Sprío fue condenado a 28 años de prisión por haber participado en el triple crimen de Villa Moreno, una masacre contra un grupo de chicos ajenos al mundo del narcotráfico que se produjo el 1º de enero de 2012. En agosto de 2015, dos años después de ser sentenciado, Sprío salió en libertad tras ser absuelto por el beneficio de la duda. En ese momento, según señalaron fuentes policiales, Sprío comenzó a hacer pie en la barra de Newell’s.
El año pasado se alió a Sosa, que según fuentes del Ministerio de Seguridad es oriundo de Villa Gobernador Gálvez, donde maneja una red de búnkeres de venta de droga.
Sprío mantiene contacto fluido con Cantero. El cabecilla narco también da órdenes a otros integrantes de este sector que están presos en la cárcel de Piñero, a 25 kilómetros de Rosario, como Daniel Delgado, alias Teletubi, sentenciado a 21 años de prisión. Delgado fue condenado junto a Cantero, acusado de haber organizado 12 ataques a residencias de jueces y edificios judiciales en 2018.
También está preso otro que comulga con esta facción, Leandro Vinardi, conocido como Pollo, condenado a 13 años por otro asesinato narco. Estar en la cárcel no impide a esos convictos de tramar crímenes y atentados. Las celdas son oficinas del crimen.
A este sector, la conducción de la barra le sirve como una suerte de “marca”, según señala un investigador. Ellos dominan las extorsiones en el centro de Rosario, donde todos los viernes recorren cuevas financieras de la city rosarina para cobrar un “impuesto” paralelo a la venta de dólar blue, a la vieja usanza de la mafia napolitana. También realizan aprietes a dirigentes sindicales, como ocurrió con el gremio de los peones de taxis: en una causa judicial se detectó que Horacio Boix, ex secretario general de esa entidad, pagó a miembros de ese grupo satélite de Los Monos para que atentara contra seis dirigentes de una lista contraria.
Después del receso por la pandemia, se apartó del primer plano de la barra de Newell’s uno de los testaferros del líder de Los Monos: Aldo Sosa, conocido como “Gatito Chemea”, un empleado de planta permanente de la Defensoría del Pueblo de Santa Fe, según confirmó para LA NACION. La otra facción, liderada por Sprío y Ojito, hizo pintadas en el centro de Rosario en las que se ligaba a Sosa con el vicepresidente D’Amico. “No a la presidencia narco-Chemea”, decían los grafitis.
Según el expediente que tramitó el juez federal Marcelo Bailaque, Sosa aparece en los registros como propietario de 90 por ciento de un BMW 120D que usaba Cantero cuando estaba en libertad. El mismo porcentaje posee en una embarcación, La Venenosa, que fue adquirida por el mandamás de Los Monos. Y figura como accionista del barco El Pajarito –bautizado así en homenaje a Claudio Cantero, alias Pájaro, quien era líder de Los Monos hasta su asesinato– que ambos habrían adquirido en 2012, entre otros vehículos.
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