Frontera de sangre: el brutal Primer Comando Capital empieza a controlar el creciente contrabando de vinos argentinos
La actividad de una de las más peligrosas bandas brasileñas se vislumbra en Misiones con el aumento de los homicidios vinculados con el desvío ilegal de cargamentos de bodegas
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POSADAS.– El contrabando de vino a Brasil sigue creciendo a pasos agigantados, apuntalado por la debilidad del peso, consumidores brasileños cada día más aficionados a las marcas argentinas y el movimiento en un punto que se transformó en la nueva área “caliente” en Misiones, desplazando a la zona de Iguazú-Foz-Ciudad del Este: la frontera seca que separa a Bernardo de Irigoyen de la localidad brasileña de Dionísio Cerqueira, donde solo una vereda divide a ambos países. Allí existe una franja de cuarenta kilómetros de chacras que cambian de manos y que son adquiridas por los contrabandistas para facilitar el pase de la mercadería.
Una botella que, por ejemplo, en un supermercado argentino cuesta $2500, tiene un valor hasta seis veces superior en una góndola de Porto Alegre, Camboriú, San Pablo o Río de Janeiro.
Esos altísimos márgenes de ganancia empezaron a atraer a las mafias brasileñas, en especial a células del PCC (Primer Comando Capital) y del Comando Vermelho.
“El crecimiento del contrabando de vinos es explosivo y los altos márgenes de rentabilidad atrajeron a facciones o células de estas organizaciones criminales que tienen una gran espalda financiera”, señaló a LA NACION Mark Tollemache, encargado de la Receita Federal de Dionísio Cerqueira, organismo encargado del control de aduanas.
Según el funcionario brasileño, al creciente atractivo que tienen los vinos argentinos en el paladar brasileño, se sumaron dos factores que hicieron que el negocio explotara en la pandemia: la gente empezó a consumir más alcohol por el encierro y la diferencia cambiaria, que genera un margen muy alto de ganancia. “En 2018 y 2019 habíamos incautado 15.000 botellas cada año, en 2021 incautamos 227.000 botellas”, señaló Tollemache. Vender vino de contrabando se transformó en un negocio tan lucrativo que las exportaciones “en blanco” de bodegas argentinas casi no crecieron en comparación con los envíos a Chile, indicó Tollemache.
Crímenes y sicarios
En el último año la localidad de Bernardo de Irigoyen se vio convulsionada por cuatro crímenes que se sospecha que están vinculados al tráfico de vinos. El más impactante fue el asesinato del comerciante Rafale Antunez de Oliveira, que fue baleado en noviembre pasado por un motociclista mientras a bordo de su camioneta estaba detenido frente a un semáforo en rojo. Al lado de la víctima viajaba su hijo de 13 años que presenció el asesinato.
Una ejecución similar ocurrió en mayo de 2021, cuando sicarios mataron a Juan María López, un abogado entrerriano que se dedicaba al negocio del vino.
El último crimen fue el de Diego Pimental, quien tuvo una discusión mortal con Adilson Zang, un brasileño radicado en Bernardo de Irigoyen.
Pimentel increpó a Zang porque su sobrino, que se dedicaba al contrabando de vino, había desaparecido –situación en la que permanece–y en ese momento recibió un disparo. El hecho fue captado por las cámaras de seguridad.
Esa violencia criminal estaría asociada a la presencia de las grandes bandas brasileñas. Según fuentes de la Policía de Misiones, el PCC, una de las organizaciones más famosas, funciona con una suerte de sistema de “franquicias” para cometer delitos en determinadas zonas.
Algunas de estas células, sospechan tanto la Receita Federal brasileña como la Policía de Misiones, se dedican al negocio del vino con creciente interés a partir de los jugosos márgenes de ganancias. “El problema es que van a ir desplazando a los contrabandistas chicos y medianos y en ese proceso pueden producirse más hechos de violencia”, señaló Tolemmache a LA NACION.
En 2018 la Argentina exportaba por la vía legal unas 30 millones de botellas a Brasil y hoy está en cerca de 35 a 38 millones de unidades, mientras que en Chile los envíos subieron de 40 millones a más de 100 millones de botellas.
Sin dudas el atractivo y la calidad internacional del vino argentino y la debilidad del peso hacen que sea un producto atractivo traspasando cualquier frontera. No siempre en forma legal.
“Existe también un negocio de contrabando a Uruguay, donde hay un público de alto poder adquisitivo y el margen de ganancia puede superar el 400 o 500 por ciento”, señaló Javier, un emprendedor del vino que cerró su vinoteca en la zona sur del conurbano y empezó a vender el producto por redes sociales. Los sitios de ventas online son uno de los canales preferidos para colocar en Brasil el vino argentino. Sobre todo, los canales de origen asiático.
Entre la ley y la realidad social
Misiones es una provincia con un 90 por ciento de frontera con Paraguay o Brasil y apenas un 10 por ciento de “borde” que limita con Corrientes. Los investigadores conocen que en las zonas limítrofes el contrabando se transformó en un modo de vida cotidiano.
“Hay una olla social a presión y se nota que la tensión va creciendo. En esas circunstancias, el contrabando actúa como una forma de atenuar ese peligro creciente”, explicó a LA NACION un funcionario de la Policía de Misiones, quien señaló la sospecha sobre la actividad en la zona de facciones del PCC, que se mueven en la frontera seca entre Irigoyen y Cerqueira.
“Necesitamos que otros organismos también colaboren más con los controles de los despachos que salen de las bodegas”, señaló el funcionario policial.
Fuentes consultadas por la nacion señalaron que las bodegas mendocinas, sanjuaninas o salteñas despachan sus productos a Misiones sin hacer demasiadas preguntas, por más que, por la cantidad, se intuya que la mercadería luego pasará en forma clandestina a Brasil. Algo similar sucede con el contrabando de soja, que explotó por la pandemia y la desigualdad cambiaria.
La diferencia es que mientras el contrabando de soja se realiza en canoas y tiene por epicentro a la localidad de El Soberbio y otras cercanas en el río Uruguay, el vino se trafica por la frontera seca.
Las localidades de Puerto Iguazú y Bernardo de Irigoyen, principalmente, pero todas las de la frontera misionera con Brasil, han visto cómo se multiplicaron las vinotecas que apuntan fundamentalmente al consumidor brasileño.
Un repaso al sitio web del supermercado Zona Sul de Río de Janeiro permite observar que vinos argentinos de una franja intermedia pueden alcanzar valores de $15.000. En los últimos meses, la nacion recorrió esas góndolas y observó que los productos de las bodegas argentinas ocupan un espacio prioritario. Cuando un importador brasileño compra el vino argentino sus dólares se convierten en $120. Pero cuando un comprador va a comprar vino argentino a la frontera, sus dólares valen entre $210 y $220. Y no paga aranceles ni otros impuestos.
En esos márgenes de ganancias se intercaló un mercado negro que es controlado en la frontera por las más peligrosas bandas brasileñas.
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