Frontera caliente. El remisero asesinado en Salvador Mazza le había robado un cargamento de cocaína a un narco boliviano
SALTA. Rubén Vedia, el remisero de 42 años que había estado preso por robo a mano armada, fue asesinado el pasado sábado por dos sicarios a cien metros de la delegación de la Policía Federal Argentina (PFA) en la localidad fronteriza de Salvador Mazza, casi sobre el puente que conecta a la Argentina con la ciudad de Yacuiba, en Bolivia. Los atacantes dispararon siete veces contra Vedia y su hijo, de 15 años, que sobrevivió y permanece internado, herido en el tórax.
La brutalidad del ataque, con marcadas características mafiosas, condujo a un fuerte hermetismo oficial en torno a los datos sobre los avances investigativos. Y si bien el fiscal de la causa confirmó ayer que una de las hipótesis vinculaba el homicidio con el tráfico de drogas, en las horas subsiguientes esa línea formaba parte de un mapa con varias posibilidades sobre los motivos del crimen. Finalmente las dudas se disiparon: según informó una calificada fuente policial a LA NACIÓN, Rubén Vedia fue asesinado en su Fiat Siena, cerca de las 21.30 del sábado, por orden de un importante narcotraficante boliviano.
El crimen fue ideado al otro lado de la frontera, pero la mano de obra para llevarlo a cabo fue local. Los encargados de ejecutarlo fueron dos sicarios contratados en Tartagal, otra ciudad ubicada sobre la ruta nacional 34 afectada socialmente por el recrudecimiento de la violencia de los clanes locales.
Se trata de células o grupos que son contratados de forma aislada e inconexa por quienes manejan los extremos principales de la cadena del narcotráfico: es decir, los productores en las selvas y los carteles que la compran, fundamentalmente desde Brasil o Paraguay.
Rubén Vedia era un simple bagayero que trasladaba contrabando en el límite internacional. Pero, según los datos que surgen de la investigación policial, quiso ascender en la escala delictiva de la zona –donde apenas ocupaba el lugar de matón– y eso le costó la vida. La orden que tenían los sicarios, según los datos que manejan los agentes, era matar también al hijo adolescente del remisero asesinado. Este punto preocupa a los funcionarios porque el adolescente permanecía internado en el hospital de Tartagal, la misma ciudad donde fueron contratados los homicidas.
Rubén Vedia había sido condenado a cinco años de cárcel junto a dos cómplices por robo a mano armada en 2014.
Poco duró la libertad de Vedia tras salir de la cárcel: durante las últimas semanas de agosto de este año, se le encargó pasar una importante carga de drogas desde Bolivia hacia la Argentina y pudo ejecutar el pedido con eficacia. Sin embargo, cuando regresó a su casa –ubicada en el asentamiento Eva Perón de Salvador Mazza– tomó una decisión equivocada. Pensó que robaría esa carga y con eso podría esquivar las dificultades económicas que se presentan para todos los vecinos de las ciudades pobres del norte durante estos meses.
Así que Vedia habló con el dueño de la droga. Y dijo que le habían ‘mejicaneado’ el envío mientras cruzaba la frontera. El narcotraficante boliviano contrató desde su país varios investigadores que durante casi un mes y medio buscaron por todo Salvador Mazza al responsable de un robo que nunca había existido. No les tomó demasiado tiempo advertir que Vedia, con un segundo error garrafal, había certificado su propia muerte.
Todos en esa barriada pobre ubicada junto a las vías abandonadas del ferrocarril "Belgrano Norte" notaron un cambio. El remisero y exconvicto que arriesgaba su pellejo todos los días contrabandeando en la frontera dejó ver un muy rápido cambio en su estilo de vida, ostentando dinero, mientras vendía al menudeo la droga que había robado. Fue por eso que lo balearon en la cara cuando salía de su barrio el sábado durante la noche.
Actividad narco
En las fronteras del norte se viven días difíciles. Las restricciones de circulación de personas y también del contrabando irregular sistematizado por el coronavirus generaron nuevos movimientos en la dinámica delictiva de los carteles que tienen operaciones en la zona. Esto, sumado al paulatino crecimiento que ya atravesaban los clanes locales por el robustecimiento de la ruta brasilera, generó tal como explicaron funcionarios judiciales e investigadores federales un recrudecimiento de la violencia en la zona: prueba de esto es el homicidio del sábado cometido en la esquina de la delegación de la Policía Federal Argentina (PFA) en Salvador Mazza.
En esta zona, el narcotráfico terrestre se conjuga con el envío de avionetas desde las yungas bolivianas, según explican funcionarios judiciales, y la actividad delictiva es notoriamente constante, sin tregua. Durante las últimas horas, no muy lejos de la escena del crimen del remisero Vedia, en Salvador Mazza, una patrulla motorizada de Gendarmería Nacional persiguió a un traficante en el barrio "La Pista", y los agentes lograron interceptar el auto.
El informe oficial sobre este operativo imprevisto, indicó: "Al ser alertados por el intenso olor a nafta que emanaba del vehículo, los gendarmes observaron anomalías en la tapa de la bomba del tanque de combustible. Se constató que allí había siete paquetes, con un peso total de 7 kilos 172 gramos de cocaína".
En esa línea, cabe destacar que tampoco se ha detenido la circulación irregular de cargas millonarias de divisas que, tal como informaron investigadores de Gendarmería a LA NACIÓN, pertenecen a una red narco. Una de las señales de este nuevo fenómeno de circulación de billetes, confirman los investigadores, es la utilización de nuevas empresas fantasmas registradas como proveedoras de servicios esenciales. Los montos de las incautaciones en los operativos, tanto de mercadería, drogas y paquetes de dinero son millonarios y cada vez más frecuentes.
Los agentes federales siguen la pista del narcotráfico y el contrabando. El dinero secuestrado representa importantes capitales provenientes de negocios ilegales arraigados en las zonas de fronteras. Tres días atrás, el lunes pasado, y según un informe oficial, agentes del Escuadrón 20 de Orán, junto a integrantes del Grupo Delitos Económicos se desplegaron sobre el kilómetro 46 de la ruta nacional 50 descubrieron $3.485.000 –sin documentación de respaldo– escondidos en dos mochilas.
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