Fin del misterio: encontraron ADN de la sospechosa en la escena del crimen y en las uñas de la víctima
Rosalía Soledad Paniagua fue la autora material del homicidio de Roberto Wolfenson Band, el ingeniero asfixiado en su casa de La Delfina, un barrio cerrado de Pilar
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Se terminó el misterio. Un peritaje científico confirmó la hipótesis del Ministerio Público Fiscal de que Rosalía Soledad Paniagua fue la homicida de Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero asfixiado en su casa del country La Delfina, en Pilar, crimen ocurrido el 22 de febrero pasado.
Así lo informaron a LA NACION calificadas fuentes judiciales. En las últimas horas, el fiscal de Pilar Germán Camafreita Steffich, a cargo de la investigación, recibió el informe sobre el análisis de las muestras de ADN halladas en la escena del crimen y se confirmó que el patrón genético hallado debajo de las uñas de la víctima es compatible con el de Paniagua, una ciudadana que trabajó como empleada doméstica en la casa donde ocurrió el homicidio.
También se determinó que los tres cabellos encontrados en la habitación donde mataron a Wolfenson Band corresponden a la empleada doméstica detenida con prisión preventiva acusada de “robo calificado por el uso de arma utilizada de forma impropia en concurso real con homicidio criminis causae”.
Wolfenson Band fue estrangulado con un elemento fino en una de las habitaciones de la planta alta de su casa del lote 397 del barrio privado situado en Presidente Perón 1351, en la localidad de Derqui, en Pilar. Su cuerpo fue hallado poco después de las 16.20 del viernes 23 de febrero pasado. Cuando fue descubierto, el cadáver estaba “boca arriba, contra un rincón y con la cabeza debajo de un radiador”. Presentaba golpes en la cara, más precisamente en una ceja, la frente y hasta un corte en un pómulo, un fuerte impacto en la nariz y un corte interior producto de otro golpe en la boca, con una lesión en la parte interna de una de las mejillas. El crimen habría ocurrido 24 horas antes.
La última persona que vio con vida al ingeniero fue Paniagua. Una de las claves para imputarla y ordenar su captura fue la activación del teléfono celular de la víctima en la estación de Derqui, donde la sospechosa tomó el tren para ir a su casa de Williams Morris, en el partido de Hurligham.
“A las pruebas tecnológicas que permitieron la detención de Paniagua ahora se sumó una prueba irrefutable, que es el peritaje genético que confirmó la existencia de ADN de la sospechosa en la escena del crimen y debajo de las uñas de los dedos meñique y mayor de la mano derecha de la víctima. Esto indica que fue la empleada doméstica fue quien atacó al ingeniero asesinado”, sostuvo una fuente judicial.
También se confirmó que una muestra hemática levantada de una funda de una almohada es compatible con el ADN de Paniagua.
“Dos de los cabellos encontrados y analizados estaban al lado del cuerpo de la víctima. Los peritos que hicieron el análisis genético explicaron que el hecho de que se haya encontrado ADN de Paniagua debajo de las uñas de la víctima significa que, en su intento de defenderse, Wolfenson Band llegó a arañar a la su atacante”, sostuvo un detective judicial.
El peritaje genético fue hecho por especialistas del Laboratorio de Genética Forense del Ministerio Pública Fiscal bonaerense, situado en Junín.
El móvil
Las pruebas del robo abundan en el expediente: Paniagua no solo se llevó el teléfono marca Motorola de la víctima, también se apropió de un parlante con conexión bluetooth, auriculares y una menorá, el candelabro de bronce de siete velas símbolo del judaísmo, que vendió el mismo día del crimen en un negocio de San Martín dedicado a la compra de metales.
Según el expediente judicial, al que tuvo acceso LA NACION, la pareja de Paniagua, Miguel Ángel Villasboa, “en presencia de un testigo, dijo que el 22 de febrero pasado, a las 16, luego de buscar a Rosalía por la estación de trenes de Williams Morris y que ella le dijera que tenía un ‘candelabro para vender’ fueron en su auto hasta San Martín, donde en un negocio, después de pesar el metal, se lo compraron por 6000 pesos”.
Los detectives policiales lograron ubicar al empleado de la casa de compra de metales que atendió a Villasboa, que recordó la “operación” y, al ser exhibida una foto del memorá de la víctima, lo reconoció. Pero sostuvo que ya no lo tenían en el local porque una vez por semana se llevan todos “los metales”. Además, en la casa de Paniagua, el 24 de marzo pasado, en el allanamiento donde fue detenida la sospechosa, se secuestró un parlante bluetooth marca Thonet & Vander rojo, que fue reconocido por Graciela Orlandi, la pareja de la víctima, como el que había sido sustraído de su casa.
La sospecha negó ser la asesina y haber robado “el botín”. Dijo que el autor del crimen era una persona de nombre Félix, que mantenía una relación con Wolfenson Band. Sostuvo que ese jueves 22 de febrero fue golpeada por el supuesto asesino y que perdió el conocimiento. Agregó además que cuando despertó estaba maniatada y con una cinta en la boca en la planta baja, entre el lavadero y la cocina.
“Paniagua sostuvo que, por el golpe, sangró. Pero los peritos que trabajaron en la escena del crimen confirmaron que no se levantaron rastros de manchas hemáticas donde la sospechosa dijo haber estado maniatada”, indicó una de las fuentes del caso.
La empleada doméstica también afirmó que, cuando recuperó el conocimiento, el supuesto homicida le lavó la cara y le espetó: “Paraguaya de mierda. ¿Cuánto querés? Llevate el teléfono celular, el candelabro, el parlante y los auriculares”.
Pero el resultado de los peritajes genéticos, para los investigadores, descartan la presencia de una tercera persona en la escena del crimen y barren de plano la palabra de Paniagua y la presencia del supuesto Felix en la casa de la víctima.
¿Qué pasó con el teléfono celular del ingeniero?
El aparato móvil marca Motorola de la víctima, clave para identificar a la sindicada asesina a partir del trabajo de análisis hecho por la Unidad Fiscal Especializada en Investigaciones de Ciberdelito (Ufeic) del Departamento Judicial de San Isidro, conducida por el fiscal Alejandro Musso, nunca apareció.
En su declaración indagatoria, Paniagua sostuvo: “Antes de salir del barrio, saqué el teléfono del señor para prenderlo, no podía prenderlo, pensaba que me iban a revisar en la guardia, pero pasé, no me revisaron. Solo anotaron que me fui. Saqué el teléfono para prenderlo, pero no podía, tenía el patrón [la clave de seguridad]. Tenía miedo, no sabía si sacarle el chip o no”.
Según su relato, tras tomar el colectivo 228F y llegar a la estación de trenes Derqui, volvió a tomar contacto con el aparato. “Crucé la calle y paré a una chica y le pregunté si tenía algo para abrir el teléfono, sacar esto [el chip]”, recordó. La secuencia quedó filmada por una cámara de seguridad. Los detectives policiales y judiciales consideraron que, en realidad, Paniagua intentó vender el celular. Pero como no pudieron ubicar a la testigo, la hipótesis nunca se pudo confirmar. Solo quedó la versión de la empleada doméstica.
Una vez en el andén, cuando se sentó, dijo que quiso revisar el teléfono del “señor”, pero no pudo. “Le saqué el chip, lo logré. Lo dejé en la estación”, afirmó.
Pero para los investigadores fue otra mentira. “Paniagua dijo haber arrojado el chip de la víctima en el andén, pero al observar las secuencias fílmicas no se advierte dicho accionar. Sumado a que el sábado 24 de febrero a la 1.20 se activó la línea telefónica del ingeniero asesinado”, explicó el fiscal Camafreita Steffich en el dictamen donde solicitó la prisión preventiva
En ese momento, el aparato móvil estaba en poder de la acusada, como ella mismo lo reconoció. Paniagua sostuvo que se descartó del teléfono el domingo 25 a la noche. Fue cuando miraba, junto con su pareja, las noticias por TV. Villasboa le señaló el celular y le preguntó si era el de su “patrón”. Ella no respondió. Se levantó y lo rompió. Después lo tiró a la basura y sacó la bolsa de residuos a la calle, a la esquina de su casa, según su versión.
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