Fernando Farré: "Estuve a punto de pedir yo mismo que me condenaran a perpetua"
En una entrevista con LA NACION en la cárcel de San Martín, dijo que se siente "arrepentido", aunque niega haber matado a su esposa a sangre fría o de manera premeditada. Igualmente, dice que sabe que es "la cara del femicidio en la Argentina"
Por momentos, Fernando Farré habla de sí mismo en tercera persona. Como si no hubiese sido él quien apuñaló 66 veces y degolló a Claudia Schaefer, su esposa y madre de sus tres hijos. Dice estar arrepentido. Pero niega una y otra vez haber planificado el crimen. Se preparó para recibir a la prensa; tanto, que deja pocos resquicios para que su versión pueda ser cuestionada. Según su visión, no cometió un homicidio a sangre fría, como lo definieron en el juicio las fiscales Carolina Carballido Calatayud y Laura Zyseskind. Sostiene que en el momento del asesinato, el 21 de agosto de 2015, su salud mental “no estaba en un buen estado”. Y cuando habla, en la cárcel, del femicidio por el cual fue condenado a prisión perpetua la semana pasada, se refiere al “hecho irreparable”.
“Asesiné a mi mujer, sí, pero no fue un crimen a sangre fría ni premeditado. No me perdono. Estoy arrepentido. Es un hecho irreparable”, dijo hoy a LA NACION este contador público y licenciado en administración de empresas de 54 años al que un jurado de 12 ciudadanos comunes encontró culpable del homicidio ocurrido en el country Martindale, en Pilar.
Farré recibió a LA NACION en la pequeña oficina del subjefe de Vigilancia de la Unidad 46 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), donde está alojado. Sólo hay una mesa y tres sillas. Todos los muebles son de madera. Por una ventana entraban los rayos de sol de la mañana cuando comenzó la entrevista.
El hombre que, estando en la cárcel, comenzó a estudiar Sociología tenía preparados unos apuntes para evitar olvidarse de cuestiones que se debatieron en el juicio oral y público y que pretendía cuestionar. Pretendía que la conversación no se corriera del eje trazado en su borrador. En esas anotaciones sostenía, por ejemplo, que Gabriel Calfat, un testigo que afirmó que Claudia Schaefer tenía miedo de que él la matara y que en alguna oportunidad la había visto golpeada, había dado un “falso testimonio”. “Declaró así por remordimiento o por buscar fama”, interpretó.
También aprovechó para quejarse de que los medios de comunicación hubiesen entrevistado a los jurados que lo condenaron. “Está mal que los entrevisten, que nunca hayan estado aislados. El jurado no debe ser influenciado por la prensa. Cuando se conoció el veredicto, el juez [Esteban Andrejin] pidió un aplauso para el jurado… Confío en el juicio del pueblo, pero un juez no puede arengar así”, afirmó Farré, quien sostiene que en el juicio hubo una errónea interpretación de los hechos y de la autopsia.
“Sandra Schaefer, su cuñada, recibió una amenaza telefónica. La Justicia sostiene que la comunicación se hizo desde un teléfono a nombre de su hermano Alejandro”, le preguntó LA NACION. Él contestó: “Que comprueben si fue mi hermano. No creo que haya sido así. Estoy en contra de cualquier tipo de amenaza”.
Estoy en contra de cualquier tipo de amenaza
Farré habla con orgullo de sus estudios universitarios en la cárcel. Cuenta que ya aprobó siete materias de la carrera de sociología y espera un traslado al pabellón universitario de la Unidad. Recordó, como si se tratara de un honor, que cuando llegó al penal de San Martín lo primero que le dijeron fue: “Acá nunca tuvimos un preso que hablara cinco idiomas”.
En el cuaderno de apuntes anotó los nombres y teléfonos de algunos de los periodistas que lo entrevistaron el viernes pasado para la televisión. También tenía un recorte de una nota del diario Clarín de la que había remarcado las declaraciones de Calfat en el juicio, aquellas que tanto cuestiona.
Dice no recordar nada del homicidio. Afirma que se enteró de la cantidad de puñaladas con las que había matado a su esposa cuando llegó a la cárcel y vio una nota en la TV. Pide que se entreviste al médico psiquiatra Enrique De Rosa, que fue su perito de parte, para que explique que en el momento del crimen él pudo haber sufrido un “brote psicótico” o una “locura temporal”.
–A una semana del veredicto, ¿cree que la sentencia fue justa?
–Esperaba una condena a perpetua. Estuve a punto de pedir yo mismo que me condenaran a perpetua. Para mí, la prisión perpetua tiene que ser hasta el final. Yo a mi mujer le saqué 50 años de vida, le quité la posibilidad de estar con sus hijos, con sus nietos, familiares y amigos. Asesiné a la madre de mis hijos. Estoy arrepentido. Es un hecho irreparable.
Para leer sus apuntes, Farré usaba un par de anteojos de marco negro. Por momentos, para responder, se los sacó. Quería hablar con insistencia de la relación de amistad y sentimental que Claudia mantenía con un compañero de trabajo. Como si allí hubiese algún tipo de explicación, una forma de justificar lo injustificable.
Niega que la carta dirigida a sus hijos que leyó antes de que el jurado entrara a deliberar para definir su futuro haya sido una estrategia defensiva de su abogado, Adrián Tenca.
“La carta no fue un intento de conmover al jurado. Fue escrita hace un año. No la escribí para el jurado. Yo le dije a mi abogado que iría al juicio si podía leer la carta para mis tres hijos, Quizás en algún momento puedan tener una copia de esa carta. Estoy vivo para no provocarles otro dolor a ellos”, sostuvo, con voz pausada.
Espero que mis hijos hayan escuchado algo del juicio y que se hayan enterado de que su padre está vivo
Explicó que en estos 22 meses nunca llamó a sus hijos porque está sin teléfono y no tiene un número dónde llamarlos (los chicos viven, desde el día del crimen, con su tía Sandra, la hermana de Claudia). “Mi familia, que es la que podría haber ido a visitarlos, todavía no se ha podido revincular con ellos por decisión de los jueces. Espero que hayan escuchado algo del juicio y que se hayan enterado de que su padre está vivo. También deseo que mis padres, antes de morir, puedan volver a ver a sus nietos”, dijo.
Para insistir con la explicación de que no planificó el homicidio utiliza el mismo argumento que Tenca: “De haberlo planeado hubiese contratado un sicario. Si hubiera sido planificado no lo hubiese hecho delante de mi madre y de dos abogados. Es absolutamente ridículo”.
–Usted dice que no planificó el homicidio, pero fue usted quien, en un momento determinado, tomó los dos cuchillos de cocina con los que mató a su esposa.
–No lo recuerdo. No hay un por qué para un acto irracional. No fue un hecho a sangre fría.
Intentó explicar que pudo haber sufrido un desdoblamiento de la personalidad: el cuerpo en un lugar, la mente en otro. Contó que estaba mal porque había sido echado del trabajo [era gerente general de una importante compañía multinacional de productos cosméticos] y estaba a punto de perder a sus hijos. “Se subestima un brote psicótico”, insiste…
Además de estudiar, hace tareas administrativas en el taller de carpintería del penal. Piensa que sus hijos deben “estar muy tristes por lo que pasó”. Así lo dice: “Lo que pasó”. No dice ni homicidio ni asesinato, lo define como lo “que pasó”.
“Este fue un desenlace inesperado”, dice. Lo mismo había escrito en la carta. Y, como hizo en las entrevistas de TV, afirmó estar dispuesto a “ser colgado del Obelisco”. Lo dijo así él, que dice saber que es “la cara del femicidio en la Argentina”.
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