Fábrica Sabino Navarro. La usina de armas de Montoneros donde se producían las granadas halladas en Palermo
Durante la primera mitad de los años 70 funcionó, de manera clandestina, en un taller de Villa Domínico, partido de Avellaneda; el final del líder de la organización y el origen de la columna disidente que también llevaba su nombre
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El incendio en el piso 15 de Salguero 2200 dejó a la vista, entre las cenizas del presente, huellas del pasado más violento de la Argentina. Además de las paredes chamuscadas por el fuego, quedó al descubierto una habitación que parecía un viejo aguantadero, uno de los puntos clandestinos de abastecimiento de armas y municiones de los que, en los primeros años de la década del 70, se valían las organizaciones guerrilleras. Allí estaba, en colgados de las paredes, listos para ser tomados y usados, decenas de viejos fusiles y, también, armas de puño con silenciadores, los que se utilizaban en las operaciones especiales, como los secuestros extorsivos con los que los subversivos obtenían fondos para financiar la lucha armada, y también material para ataques por asalto a mayor escala, como munición de morteros y granadas de mano de tipo fragmentario, como las icónicas SFM-4 y SFM/G-5, que despedían cientos de esquirlas metálicas tras la detonación de alto poder, con lo que sembraba muerte y destrucción.
Es objeto de una febril investigación en marcha la revelación de qué hay detrás de tamaño hallazgo, realizado de forma fortuita tras un incendio que, hasta ahora, no se sabe si fue intencional o provocado. Lo cierto es que el material hallado retrotrae la memoria a los 70 y, puntualmente, a Montoneros. Es que las granadas tenían la inscripción “Fábrica Militar José Sabino Navarro”, una de las usinas de producción de armas clandestinas de la agrupación guerrillera que llevaba el nombre de quien fue uno de sus primeros líderes.
“El Negro” Sabino Navarro, nacido en Corrientes en diciembre de 1942, comenzó a fraguar sus ideas políticas revolucionarias desde la adolescencia, cuando llegó a Buenos Aires después del derrocamiento de Perón. Tras realizar el servicio militar comenzó a trabajar en la Deutz-Cantábrica y se afilió a Smata, adonde llegó a ser delegado. A mediados de la década del 60 se involucró en los congresos revolucionarios peronistas y en la lucha armada. Tras el asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, en 1970, entra en contacto con Montoneros. Y después de las muertes de Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, tras un enfrentamiento con la policía en William Morris (actual partido de Hurlingham), se convierte en el líder de la organización.
En 1971, fue trasladado a Córdoba para encarar la reestructuración de la Columna Sur de Montoneros, desarticulada tras la Toma de La Calera, un pueblo de Córdoba. Pero tras un par de golpes fallidos, en julio de 1971, fue perseguido por tierra y aire por personal del Ejército entre Río Cuarto y el Dique Los Molinos. Cercado, y sin posibilidad de escapar, se mató con un tiro de un revólver calibre 38. Le había dicho a su compañero de fuga, “el santafesino” Jorge Cottone, que no quería caer vivo. Desde ese momento, su nombre se convirtió en mito entre las filas de Montoneros.
Su nombre fue, también, al que apeló una facción disidente de Montoneros, surgida del debate que creció, entre 1971 y 1972, entre miembros de la organización que estaban detenidos (la mayoría, por la toma de La Calera) y pretendían discutir los objetivos y la representación de la acción revolucionaria, tanto a nivel estratégico como táctico.
La mayoría de esos disidentes eran cordobeses y santafesinos. Estaban presos en la cárcel de Resistencia, Chaco. Dentro del penal (y afuera, también) habían comenzado a exponer sus divergencias con respecto al derrotero que la conducción de Montoneros le imprimía a la organización.
Concretamente, los disidentes pretendían discutir la falta de crítica hacia la burocracia sindical que sostenía el movimiento peronista (y que hacía que Montoneros se apalancara en el “movimientismo”) y el concepto de “la lucha armada como fin y no solo como medio” que abrazaban muchos de los miembros más dogmáticos de la columna sur de la organización. Los disidentes, entonces, planteaban una estrategia de tres ejes: clasista, alternativista y revolucionaria.
Se las arreglaron para preparar, dentro de las celdas, un documento que hicieron llegar a sus compañeros en libertad en trozos de cartulina verde. Lo pusieron a disposición de la conducción para generar el debate. Pero los capos de Montoneros se negaron a dar la discusión, directamente. De tal modo, la Columna Sabino Navarro se escindió y operó de manera independiente hasta, al menos, 1975.
Aun cuando postulaba la acción política a través de publicaciones y revistas de propaganda, y proclamaba el acercamiento a las bases obreras peronistas, a las que decía representar en la lucha revolucionaria, la Sabino Navarro no desdeñaba la lucha armada. Eso permite deducir que mantenía células activas y listas para las operaciones, para lo cual necesitaban de sitios convenientemente disimulados donde atesorar arsenales. Podría ser simple coincidencia, pero eso parece el aguantadero descubierto anoche en el corazón de Palermo tras un incendio en altura.
La obtención de las armas
Con respecto al origen del armamento, Montoneros solía obtener fusiles y pistolas a través de robos en armerías y de golpes comando a destacamentos y puestos militares. También adquiría armamento con los fondos recaudados a través de golpes delictivos, como secuestros extorsivos de directivos de importantes empresas o asaltos a entidades bancarias y financieras.
Pero con el avance de la lucha armada también consiguieron capacidad para fabricar, de forma semiindustrializada en talleres propios, armas de todo tipo. Entre ellas, granadas de mano y de lanzamiento por disparo de fusil, muchas de ellas, copias de modelos soviéticos, como, por ejemplo, las SFM-4 y SFM/G-5 encontradas anoche en el piso 15 del edificio de Salguero 2244, en Palermo.
Dado que la doctrina militar de Montoneros comprendía que sus “teatros de operaciones” estaban en centros urbanos de alta concentración industrial (de hecho, muchos de sus integrantes provenían de las fábricas del cordón del conurbano o de los sectores automotrices de Córdoba), el armado de talleres clandestinos de producción de armas fue una consecuencia natural de la pretensión expansiva de la organización en la lucha guerrillera.
Distintas publicaciones dan cuenta del alcance de esos esfuerzos de producción de armas por parte de las facciones subversivas. Entre las armas que se fabricaban de manera clandestina figuran:
- Granada de mano SFM-4, en instalaciones detectadas en Carapachay, partido de Vicente López
- Tromblón Lanzagranadas SFM-4
- Granada tipo Energa G 70 A, de carga hueca y aptas para perforar blindajes y mampostería
- Lanzagranadas SFM-LG22-MP, producto de la Fábrica Militar José Sabino Navarro
- Espoleta de tracción SFM/ET-1
- Explosivo plástico C-2, producido en establecimientos clandestinos de Rosario, Lanús y Villa Dominico
- Granada tipo Strim SFM/G-40, antipersonal
- Pistolas ametralladoras “Monto” y “Yarará”, basadas en las suecas Carl Gustav, y producidas en partes en talleres de Mar del Plata, Florida, Don Torcuato, Garín, Villa Ballester y la Capital.
Reseñas históricas (incluidas las notas de las defensas de los jefes militares de la última dictadura en la causa 13/84, el histórico Juicio a las Juntas), también dan cuenta del tipo de armamento que usaban las organizaciones guerrilleras y de su probable origen.
Así constaba en la causa 13(84. “El arsenal utilizado por estas organizaciones provenía básicamente del robo a unidades militares, a funcionarios policiales e, incluso, a comercios dedicados a tal actividad. Existe constancia en autos de una larga nómina de hechos de este tipo que parece innecesario reproducir en este punto, bastando, a título ilustrativo, con recordar que, según el informe del Estado Mayor General del Ejército, agregado a fojas 322/323 del cuaderno de prueba de la defensa del procesado [general Roberto Eduardo] Viola, en su período de actuación, estas bandas consumaron 2438 robos de armamentos y. explosivos y, según el informe de idéntica fuente, agregado a fojas 781 del mismo cuaderno de prueba, en el copamiento al Batallón 121 “San Lorenzo”, provincia de Santa Fe, los elementos subversivos sustrajeron 170 fusiles FAL, 5 fusiles FAP, 3 MAG, 27 pistolas calibre 11, 25 mm., 5 escopetas, 3 fusiles Mauser, 2 pistolas ametralladoras, 10.200 municiones [de distintos calibres], cargadores de FAL, mientras que en el intento de copamiento del Regimiento de Infantería de Monte utilizaron fusiles FAL, pistolas ametralladoras Halcón, escopetas Itaka, granadas de mano SFM-4 y pistolas calibre 11, 25 mm y 9 mm., entre otros.
La defensa de Leopoldo Fortunato Galtieri, según surge de su cuaderno de pruebas, destacó que los subversivos obtenían adiestramiento teórico y práctico para el uso de esos armamentos. Citó, al respecto, algunos textos, como ser:
- Manual Popular de Caños Incendiarios del Ejércitos Montonero”
- Reglamento de Uso del Lanzagranadas SFM/LG22MP
- Cartilla sobre Seguridad y Armas de uso Defensivo
- Manual de Identificación de los elementos de la granada SFM/G5
- Cartilla sobre Explosivos y Armas Químicas
- Manual de Instrucción de las Milicias Montoneras (que incluía una cartilla sobre armamentos e instrucciones básicas de tiro y portación de armas, y un curso breve sobre fabricación de explosivos caseros
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