Extorsiones y terror. La trama que terminó con la mezcla letal de cocaína con un sedante para elefantes
A fuerza de violencia y amenazas, los narcos contactaron a un trabajador que tiene acceso al carfentanilo, la sustancia de corte para rebajar la droga que vendieron en Puerta 8 y El Gaucho
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No es fácil vivir en una villa dominada por los narcos. Al riesgo constante de ser víctima de un asalto se suman las extorsiones de los “transas”, que exigen “aportes” de los vecinos. Esas contribuciones pueden cumplirse en forma de provisión de información considerada “de utilidad” para concretar algún golpe criminal, o incluso en “especias”. En este último caso, los narcos recurren a habitantes del asentamiento que trabajen en laboratorios o veterinarias para conseguir sustancias que utilizan para rebajar la cocaína.
Esta realidad no es desconocida por los policías. Sin embargo, en el caso de la droga letal, que causó 24 muertes, todavía no se investigó en profundidad cuál pudo ser la fuente de la sustancia tóxica empleada para “cortar” las dosis de cocaína de baja calidad que se vende en los asentamientos de los confines de Tres de Febrero. No se interrogó a los vecinos de Puerta 8 y El Gaucho para establecer quién trabaja en un laboratorio, en una farmacia, en un hospital, en una veterinaria o en un zoológico, todo lugar donde el carfentanilo -el opioide usado para estirar los contenidos de los sobrecitos que causaron la intoxicación masiva- podría usarse en forma terapéutica o ser atesorado legalmente.
Tampoco se investigó en otros asentamientos de la zona de San Martín, como Loyola, Sarmiento, Escalada, la 18 y Nueve de Julio, donde la banda, supuestamente comandada por Max Alí Alegre, alias Alicho, jefe del detenido Joaquín “El Paisa” Aquino, cuenta con lugares de acopio de droga y corte.
Todavía los policías no se abocaron a realizar la trazabilidad del carfentanilo. No establecieron si hubo algún robo no denunciado en laboratorios, veterinarias o zoológico. Los controles para ingresar de forma legal este derivado de fentanilo son estrictos. Pero tampoco se determinó si hubo robos o faltantes en otros países. Según fuentes de la investigación, funcionarios del Gobierno nacional indicaron que, desde hace cinco años no se importa, de forma legal y declarada, una partida de carfentanilo.
La principal hipótesis apunta a que la cocaína se habría cortado y fraccionado en otro lugar, posiblemente Loyola y, el supuesto dueño del alijo llevó la bolsitas con la droga rebajada a los transas de Puerta 8, Lanzone, El Gaucho y la 18. Esta presunción forma parte de la dinámica narco en los asentamientos de donde se instalaron las grandes bandas de traficantes que, hicieron de la violencia, la extorsión y las amenazas, herramientas para obtener todo tipo de sustancias.
De acuerdo a las características del carfentanilo, fuentes de investigación indican que el corte original se hizo en un lugar distinto del que se vendió y quien se encargó de la mezcla tuvo que manipular la sustancia con equipos de protección en manos, vías respiratorias y ojos.
Un trabajador de limpieza o de mantenimiento que se desempeña en un lugar con acceso a sustancias prohibidas o controladas, coaccionado por los narcos, pudo haber sido el proveedor involuntario de la sustancia tóxica que un dealer mezcló con cocaína, la fraccionó, en cientos de bolsas y la vendió entre el 1° de febrero a la noche en búnkeres de Loma Hermosa después del partido entre la Argentina y Colombia por las eliminatorias del mundial de Qatar y durante la madrugada siguiente.
Pero lo cierto es que por más que los policías se hubiesen esmerado en preguntarles a los vecinos quién aportó el carfentanilo, posiblemente sin saber qué era lo que entregaba al narco que eventualmente tiene amenazada a su familia, o para qué lo usaría, tampoco hubieran encontrado respuestas. La gente desconfía de los efectivos porque saben que, semanalmente, concurren a buscar las bolsas con el dinero de las coimas de los dueños del negocio del narcomenudeo.
Tras la crisis desatada por el vendaval de intoxicados que atestaron las guardias de los hospitales del corredor noroeste del conurbano y que obligó al Ministerio de Salud provincial a decretar la alerta epidemiológica por el peligro de circulación de una sustancia letal, los policías bonaerenses que hacían la recaudación semanal dejaron de concurrir a Puerta 8, a El Gaucho y a villa Lanzone, y pidieron a los narcos que les lleven la plata fuera de la villa, según pudo saber LA NACION.
El verdadero jefe de la banda
La necesidad de los narcos de contar con un proveedor que trabaje en algún laboratorio quedó expuesta en una conversación telefónica entre Max Alí Alegre, alias Alicho, y su jefe de seguridad, Blas Gómez, alias Gordo Blas. Según fuentes de la Justicia federal de San Martín, Alegre sería el verdadero dueño del alijo de cocaína contaminada que mató a 24 personas. Alicho es el jefe de la banda que integraba Joaquín Aquino, alias El Paisa, detenido al día siguiente del fallecimiento del primero de los 24 consumidores que compraron la droga adulterada en alguno de los puestos de venta de El Gaucho y Puerta 8.
En aquella charla, Alegre le preguntó al Gordo Blas: “¿Vos te ves atrás de la feria? … Con este muchacho del laboratorio...”
-“Sí, a veces sí”, respondió Gómez.
-“No te veas ahí nunca más, ni ahí ni donde estaban. Busquen otro punto. Ahora se tiene que mudar urgente”, ordenó Alicho.
-“Si me llama ¿qué hago?”, preguntó el Gordo Blas.
-“Decile que no se vean en el mismo lugar, porque quema”, concluyó Alicho, según consta en la desgrabación telefónica realizada en julio de 2017, que figura en el legajo 130 de la causa 3486, que terminó con la condena de Alegre a nueve años de prisión por tráfico de drogas.
Tres años después de esa sentencia, la Justicia allanó el calabozo de Alegre en el penal de Villa Devoto y secuestró el teléfono celular que supuestamente utilizaba para comandar la banda desde prisión.
Gómez recibió dos condenas, una por tráfico de drogas, como Alegre, y otra a prisión perpetua por el asesinato de Walter Maximiliano Peralta, un integrante de la banda al que mataron, en 2017, porque supuestamente se habría quedado con dinero de la venta de cocaína.
En esa misma causa, “el Paisa” Aquino fue condenado a seis años de prisión y hace un año fue beneficiado con la libertad condicional. Así volvió a Puerta 8, a villa Lanzone y a la villa 9 de Julio para tratar de recuperar el terreno perdido ante los grupos comandados por Javier Alejandro Pacheco, alias el Rengo, y Miguel Ángel Villalba, alias Mameluco.
Las coimas y la dinámica de las esquinas
Cada uno esos búnkeres o esquinas recaudan un millón de pesos por día. Un policía cobra la coima para tres dependencias de la zona. Otro uniformado retira el dinero para el comisario de la seccional con jurisdicción en cualquiera de los asentamientos. Los pagos de las coimas corren por dos canales distintos. Uno va para los jefes y el otro para titular de la comisaría.
Aunque cambien los operadores debido a los ajustes de cuentas entre las bandas que pelean por dominar el territorio, la dinámica narco en las “villas encadenadas” de San Martín y Loma Hermosa se mantuvo a través de los años, con pequeñas modificaciones, relacionadas especialmente con la irrupción de los chicos-sicarios y la forma de procesar la droga.
Esa cadena de distribución en los barrios como Puerta 8 y El Gaucho, en Loma Hermosa; 9 de Julio, la 18, Sarmiento, Escalada, Carcova, Korea, Loyola y La Rana, en San Martín, comienza cuando el proveedor mayorista llega y les pasa la bolsa con cocaína a los “transas” o esquineros.
Según explicó una calificada fuente judicial, en algunos casos el dueño de la droga aporta la cocaína ya cortada o rebajada, que el vendedor minorista deberá fraccionar en bolsas o dosis que tienen la presentación similar a la que se secuestró en los allanamientos realizados en los búnkeres donde los consumidores dijeron haber comprado la droga que resultó letal.
En otros casos, el dueño del alijo de cocaína entrega dos bolsas: una contiene la cocaína en forma de piedra o tiza, y la otra guarda el “embrollo” o sustancia de corte. En esta etapa, el “transa” recibe ambas bolsas, las lleva a un lugar seguro -puede ser un búnker o una casa dentro del barrio, en medio de los pasillos de la villa- y procede a realizar el corte o mezcla para rebajar la cocaína y obtener más cantidad de dosis y, en consecuencia, una mayor ganancia.
El mayorista ya tiene calculada la cantidad de dosis que se obtienen al fraccionar la cocaína y rebajarla con el “embrollo”. Por tal motivo, sabe que el “transa” debe entregarle una determinada cantidad de dinero. Si el “transa” puede recaudar más por la venta de ese alijo ya rebajado, la diferencia se convierte en ganancia para ese dealer. Por este motivo, los “transas” agregan su propia sustancia de corte al “embrollo” original para poder obtener más dosis en el fraccionamiento.
En esta etapa, justamente, habría ocurrido la contaminación o envenenamiento de la cocaína en Puerta 8. Según confiaron calificados investigadores del tema a LA NACION, el “transa” que recibió la droga y el “embrollo” por separados le agregó sus propias sustancias de corte, entre ellas, el carfentanilo que pudo haber obtenido de la extorsión a un vecino que, por su trabajo, tuviera acceso a ese poderosísimo opioide, 10.000 veces más fuerte que la morfina y usado para anestesiar a animales de gran porte, como elefantes y rinocerontes.
La “receta”
Cada “transa” que opera de esta forma cuenta con una licuadora, balanzas de precisión, un recipiente para mezclar y bolsas que hacen con rollos de papel film o de nylon que adquieren en librerías o negocios de venta de cotillón de la zona. Además, cada dealer aplica su método particular de cierre de las bolsas. Algunos realizan costuras, otros hacen termosellado y lo más habitual es que las bolsas se cierren con un nudo.
Un veterano investigador policial explicó que la licuadora se utiliza para romper la piedra de cocaína, no para mezclar la droga con la sustancia de corte. “Alcanza con dos golpes cortos de la licuadora para moler la piedra. Después, se mezcla con el ‘embrollo’ y se coloca en las bolsitas”, explicó.
Los peritajes realizados en las dosis halladas en los puestos de venta de Puerta 8 y El Gaucho mostraron que la mezcla tenía una contaminación despareja y no homogénea de carfentanilo. Esto significa que esa mezcla se hizo de forma manual.
Dicha circunstancia también avalaría la presunción de que el corte de la cocaína se efectuó en un mismo lugar y, desde allí se llevó al segundo punto de venta. Por la cantidad de víctimas fatales e intoxicados -a pesar de la magnitud de la tragedia, acotada por la potencial extensión que pudo haber tenido-, los investigadores presumen que la droga envenenada se vendió en un solo turno, de ocho horas.
“Si se hubiera vendido en la jornada completa habría más gente fallecida. Es muy posible que el carfentanilo no hubiera sido la única sustancia de corte. No hay que descartar la posibilidad de que el ‘transa’ hubiese sumado ese elemento como algo novedoso, a modo de experimento, o que lo haya usado porque fue lo que tenía a mano, o que incluso se tratara de una contaminación dolosa para sacar el medio a una banda rival”, explicó el policía que, hasta hace unos años, trabajaba en esos barrios.
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