Estefanía Heit: "Sonia Molina miente pero igual nos acusan de monstruos"
En diálogo con LA NACION, la periodista de Coronel Suárez y su marido, Jesús Olivera, se defendieron de las acusaciones por el presunto secuestro, tortura y abuso de una mujer
Ella era –dice- "la Susana Giménez de Coronel Suárez". Trabajaba en el único canal de la ciudad. Su cara era conocida por todos los vecinos. Estaba acostumbrada a verse en la pantalla, siempre maquillada y bien arreglada. Pero ya no es ella la que sostiene el micrófono y hace las preguntas. Ahora le toca estar del lado del entrevistado, por una acusación en su contra que le cambió la vida. Una historia de terror que se replicó en todos los medios del país. La historia del secuestro, abuso y tortura de Sonia Molina .
Hay dos cosas que Estefanía Heit conserva aún estando en prisión: el cuidado de su aspecto y su constante manifestación de amor hacia Jesús Olivera, su marido.
Ambos se encuentran detenidos en la Unidad penal 4 de Bahía Blanca. El caso se dio a conocer en noviembre de 2012, cuando Molina se presentó ante la policía en un estado de salud delicado, al borde de la desnutrición. Allí denunció que se había escapado por la ventana de la casa de la calle Grand Bourg 1832, en Coronel Suárez, donde vivían Heit y Olivera y en donde, aseguró, la mantuvieron encerrada, la violaron, le dieron comida para perros, y la sometieron a reiterados tormentos.
En una entrevista concedida a LA NACION desde la cárcel, Heit y Olivera se defienden por primera vez, luego de un año de silencio. "Sonia Molina miente, dice cosas que no son, que no están comprobadas, se contradice de una nota periodística a otra y nadie dice nada. Nosotros somos los monstruos igual, no importa nada", lamenta la periodista, sentada en una habitación del penal junto a su marido, que no le suelta la mano.
A pesar de su maquillaje impecable, las ojeras delatan su falta de sueño. "Lloro todas las noches", asegura la mujer, que comparte celda con una ex policía.
Por su parte, Olivera, su marido y supuesto pastor, cuenta que convive con otros seis hombres en el penal y que, para no perder la cabeza, piensa todo el tiempo en su esposa.
Según explica Claudio Lofvall, uno de sus abogados, si bien al principio "se les imputaba a ambos la violación, tentativa de homicidio y privación ilegítima de la libertad de Sonia Molina, ahora las acusaciones cambiaron". Heit y Olivera llegan al juicio, que comienza en mayo , acusados de "reducción a la servidumbre, lesiones graves y estafa". Además, Olivera está acusado de abuso sexual.
¿Cómo es su situación a un mes del juicio? ¿Qué creen que puede pasar durante el proceso oral?
Heit: Es muy duro porque no sabés qué decir. Hay mucha susceptibilidad, con nosotros es todo acusación. Estamos determinados a mostrar nuestra verdad, que hay pruebas que la demuestran. Y no sólo palabras que no están comprobadas pero como son trágicas sirven para ganar el apoyo de la gente, como hizo Molina.
Olivera: Hace un año y medio estamos privados de la libertad. Esto nos cuesta mucho, nos duele, y más cuando se hablan tantas mentiras. Porque nosotros hablamos con papeles en la mano, y las demás personas dijeron cosas que ni están en la causa. Te genera incertidumbre, ¿Qué te asegura que ahora se hagan las cosas bien?. Mi esposa cree en la Justicia pero yo tengo muchas dudas.
Ustedes dicen que Sonia miente. ¿Por qué creen que se inventaría una denuncia tan grave?
Heit: En realidad yo creo que la denuncia en principio no fue grave. Lo que la hizo grave fueron las declaraciones de la fiscal [María Marta Corrado, hoy diputada Provincial por el Frente Renovador] y del ex intendente [de Coronel Suárez, Ricardo Moccero]. Corrado encajonó un sumario contra los dichos del intendente que no fueron comprobados. Él dijo que había videos que probaban las torturas y la violación. Sonia habló de abusos totalmente violentos que después resulta que no existieron porque el médico no lo constata, sólo constata un moretón en uno de los labios de la vagina. Es más, ella dijo que tragó lavandina, que la quemaron con lavandina, eso no consta. No consta la comida para perros ni el excremento de perros. Si hubo algo de eso, deberían haber quedado rastros en su cuerpo. Ella no tuvo ninguna secuela. A la semana estuvo totalmente recuperada, sólo se le suministró suero, no estuvo en terapia intensiva…
Olivera: Una persona que dice que estaba a punto de morir tiene que estar en terapia intensiva.
¿Se imaginaban que ella iba a denunciar todo esto?
Olivera: Si hubiésemos sabido que íbamos a terminar acá...
Heit: "Era una persona sumamente capaz, la veíamos como la ve la gente. Con cosas que no nos cerraban pero que nunca podía llegar a hacer esto".
¿Pero ella estuvo viviendo con ustedes en su casa?
Heit: Ella no vivía ahí pero sí teníamos contacto. Hemos compartido cosas. Formábamos parte de una asociación que existe aunque se haya dicho que no. Hoy en la causa consta que existe una ONG en la que trabajábamos con chicos discapacitados. Había proyectos de alcance nacional, reconocidos por Unicef e incluso por el Concejo Deliberante de Coronel Suárez. Suárez es una localidad chica, la gente sabe lo que se hace y lo que se deja de hacer. Nosotros habíamos brindado esa información, pero la fiscal nunca llamó un solo testigo nuestro. Los testigos que figuran en la causa son personas ligadas a Sonia Molina. Los ex patrones, un ex novio, un cliente, la familia.
¿Ustedes vieron el deterioro de su estado físico? ¿Tenían contacto a diario?
Heit: Nos veíamos de vez en cuando, porque ella supuestamente trabajaba cama adentro en una casa de familia. Días antes de denunciarnos fue a una entrevista laboral y la señora la vio en perfecto estado de salud, limpia, perfumada y bien hablada.
Olivera: Y bien vestida.
¿Y ustedes sabían dónde estaba parando Sonia?
Heit: Creíamos que ella trabajaba en una casa de familia. Nosotros decimos eso y la fiscal llama a la señora y la señora dice que nunca fue a trabajar, pero fue en varias oportunidades y ella la vio en perfecto estado.
¿Alguna vez durmió en la casa donde vivían ustedes?
Heit: Sí, ella se quedaba. No los tres meses consecutivos. El colchón que dicen que tenía pis de perro donde yo se supone que la envolví con un nylon, ese colchón nos los presto un amigo de mi papá. Esa habitación estaba casi vacía porque íbamos a montar un canal virtual para la ONG. Entonces no tenía muchos muebles. Sí cosas en el placard. Y Sonia nos pidió que le guardáramos algunos papeles, fotos, cuestiones familiares.
Se dijo que ustedes la manipularon para que vendiera su casa de Río Colorado dos veces
Heit: Nosotros hablamos con documentación en la mano, con hechos concretos. La causa de estafas nunca se cerró. Ella sigue imputada. Ella puede venir a la cárcel tanto como nosotros. Esa causa no está relacionada con la nuestra. Nunca hablamos de la venta de la casa. Ella dijo que había llamadas telefónicas donde me reclamaba el dinero. Las llamadas telefónicas están en la causa pero la fiscal no constata las fechas. Las llamadas son del 2011, antes de la venta de las viviendas. Entonces ella no podía reclamarme el dinero por teléfono porque no existía la venta de la vivienda.
La vida en prisión
Durante el primer tiempo de detención, Heit y Olivera estaban en distintas cárceles. Luego consiguieron que él fuera trasladado desde Saavedra a la cárcel de Villa Floresta, en Bahía Blanca, donde hoy están alojados los dos, en distintas unidades.
El régimen les permite tres visitas semanales, entre las 8 y las 16. La pérdida de intimidad y los horarios impuestos les cuesta, pero su amor es a prueba de barrotes, aseguran.
"Es muy duro esto. Ella es mi esposa. Uno no se casa para ver a su mujer tan pocas veces", dice Olivera, aferrado a la mano de Heit.
A Estefanía le tocó compartir su celda con otra mujer, una ex policía. "Ella me dio ropa, frazada, me atendió, me contuvo, porque no hay una noche que no me ponga mal por esta situación. Es muy difícil de superar sobre todo cuando te hacen tanto daño a vos y a tu entorno…", dice Heit entre llantos.
Tenemos que mantenernos fuertes por nuestras familias y por nosotros.
Olivera está en la misma celda que otros seis hombres a quienes considera ahora sus amigos. Por las noches, para no volverse loco en el encierro, cierra los ojos y piensa en su esposa.
"Tenemos que mantenernos fuertes por nuestras familias y por nosotros. Esto es lo que somos, es un amor genuino. Acá, en el encierro, no se puede fingir", afirma Heit.
Durante el día, ella trabaja en el área de control junto con las oficiales del servicio penitenciario, y él en mantenimiento. Además, crearon una biblioteca y juegos didácticos para los hijos de las personas detenidas.
"Nos robaron todo"
Heit y Olivera denuncian que desde que están en prisión, su casa fue robada en reiteradas oportunidades. Aseguran que se llevaron papeles de investigaciones que Heit realizaba para su trabajo y toda la ropa que tenían. Hasta desaparecieron tres de sus cinco perros.
"Hay cuatro denuncias de vecinos diciendo que hubo robos en la casa. La policía nunca entró a verificar", asegura ella. Olivera agrega enseguida que en los robos "no hubo forcejeo en las puertas".
En referencia a los vecinos, Heit comenta: "Durante la época en la que supuestamente Molina estaba secuestrada en nuestra casa, ninguno de los vecinos escuchó nada. Es una persona a la que supuestamente se la torturó con destornilladores, martillos, patadas y se la violaba sistemáticamente. Se la agarraba de los pelos, se le pegaba con palos. Tanta violencia ¿nunca fue escuchada por los vecinos que sí escucharon ruidos de la vivienda cuando estaba sola y sí lo denunciaron?".
Críticas a la investigación
Heit asegura que Molina mintió en su denuncia pero que "nunca se marcaron las contradicciones". "Ella da dos versiones diferentes sobre cómo se escapó. Primero dice que saltó una tapia, después dice que dos y después tres tapiales. Hay cinco versiones diferentes de por qué llegó a Coronel Suárez, todas las dio ella durante la investigación. Hay un montón de cuestiones que ponen de manifiesto que hay contradicciones en la causa", denuncia la periodista.
Además, sostiene que la fiscal Corrado y el ex intendente Moccero "se empecinaron" con ellos. "Una fiscal no puede usar nuestras caras para hacer un spot político, para ganar las elecciones, como si fuéramos criminales hasta que se demuestre lo contrario", dice Heit, en referencia a un spot de campaña en la que Corrado se postuló para diputada por el Frente Renovador. En dicho video aparece Heit.
"Derecho a la defensa: todo proceso judicial no es otra cosa que una manifestación del principio de igualdad de los individuos ante la ley", dice Heit, leyendo un papel resaltado con amarillo que extrajo del montón de textos que trajo a la entrevista. "Igualdad jamás tuvimos", sostiene.
"Un intendente no puede decir que había videos y resulta que después no los hubo y que no pase nada", insiste Heit.
Según el abogado Lofvall, el único video que existe y que forma parte de la investigación "fue filmado con el celular de Heit y ella misma se lo entregó a la policía".
Heit y Olivera explicaron que ellos filmaron ese video para probarle a Molina cómo actuaba en determinadas ocasiones. "Ella llegaba y decía que estaba endemoniada, que escuchaba voces, se golpeaba la cabeza, se pellizcaba", dice la periodista.
Y Olivera detalla: "Cuando terminaba nosotros le contábamos lo que había hecho y ella decía que era mentira. No fue una vez, fue varias veces. Por eso esa vez decidimos filmarla. Es más, se lo mostramos, ella declara que se lo mostramos.Nosotros le dimos el video a la policía".
"Dicen que el video es violento porque le hacemos preguntas: '¿quién sos?', '¿cómo te llamás?', '¿de dónde venís?'. Cualquier persona evangélica si mira el video lo entiende. Le pedimos a la fiscal que llamara a un especialista, un pastor, un licenciado en teología. Que analizara el video de una forma más objetiva", añade Heit.
"Parece que el morbo es más creíble que el sentido común, que la realidad. Uno muestra la realidad, las contradicciones, lo que se hizo mal, y dicen que es estrategia. Pero ella muestra el morbo y no comprueba nada y es creíble", lamenta la periodista. "Sonia Molina miente, dice cosas que no son, que no están comprobadas, se contradice de una nota periodística a otra y nadie dice nada. Nosotros somos los monstruos igual, no importa nada", agrega.
"La Susana Giménez de Coronel Suárez"
Heit vivió en carne propia el refrán que dice "pueblo chico, infierno grande". Para la gente, pasó de ser "Fanny", la más conocida periodista de Coronel Suárez, a la autora de una historia de terror, luego de la denuncia de Sonia Molina.
"Nunca me imaginé todo esto. Me enteré de las acusaciones cuando lo llamé a mi jefe y me dijo que el intendente había salido a dar una conferencia de prensa sin que se terminara el allanamiento. La policía me increpaba mientras allanaba mi casa, me decía que era un monstruo. Pero nunca sospeché que esto iba a llegar a esta instancia, que yo iba a estar encerrada 14 meses, porque la verdad es que me parecía ilógico lo que estaba contando Sonia. Eso nunca sucedió adentro de mi casa", cuenta Heit.
"Molina se fue y volvió a Río Colorado y la familia sabía que estaba en Coronel Suárez y nadie la llamó. ¿Cómo puede ser que en seis meses habló una sola vez con su mamá y dos veces con su hija? Y ningún familiar, tan preocupados que estaban, la fue buscar", plantea Heit. "Ni las amigas aparecieron durante seis meses y después dicen que llamaron a Coronel Suárez para averiguar quién era Estefanía Heit y les decían que no me conocían. Imposible, Yo era conocida dentro de mi ámbito, era la Susana Giménez del pueblo, digamos", sostiene.
No todos la condenaron. "Hubo compañeros que se acercaron, hablaron con mi familia, intentaron mantener un contacto", cuenta Heit. "Cuando empezamos a tomar dimensión de lo que estaba pasando, familiares nuestros recibieron amenazas, nuestros amigos eran catalogados de sectarios, entonces decidimos canalizar todo a través de nuestros familiares y que el resto de las personas intentaran no acercarse porque no queremos esta exposición para ellos", relata.
A la espera del juicio
Heit y Olivera no imaginan qué puede pasar en el proceso oral que comienza en mayo. "No tenemos garantías de nada", aseguran. Pero para Estefanía, "la verdad va a salir a la luz". La esperanza de recuperar la libertad los lleva a imaginar cómo sería su futuro, siempre juntos.
"No volveríamos a Suárez. Sólo buscaríamos a nuestros perros pero después nos iríamos. Es un pueblo chico, no tenés muchas oportunidades y salimos sin nada, necesitamos rehacer nuestra vida, y necesitamos hacerlo en un lugar donde no te estén mirando. Un lugar en el que no nos juzguen a nosotros ni a nuestros hijos en un futuro", dice Estefanía, otra vez con lágrimas en los ojos. Olivera la toma de la mano y le acaricia la espalda. Cuando concluye la entrevista, aprovechan hasta el último segundo para besarse y abrazarse, antes de que los guardias del servicio penitenciario los lleven a cada uno a su respectiva celda.
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