Es necesario poner en foco, también, al consumidor "no conflictivo"
Es hora de avanzar sobre el financiamiento del narcotráfico y atacar el consumo no conflictivo de drogas. Durante mucho tiempo el fenómeno ha sido encarado desde una lógica binaria basada en los conceptos articulados de adicción y lucha contra el narcotráfico. A la primera variable corresponde dar una respuesta estatal basada en enfoques de salud -para tender a recuperar al adicto-, y a la otra, un enfoque de lucha contra las organizaciones criminales. Refleja así razonablemente los criterios conceptuales que informaron y sostienen, con diferentes matices, las Convenciones de la ONU específicas sobre la materia de 1961, 1971 y 1988.
Así también evolucionó nuestra legislación, consolidada con la ley 23.737, que aplica aquellos principios de medidas curativas para quienes dependieran física o psíquicamente de las drogas a la vez que concentra en el aparato de seguridad y justicia la represión del tráfico y la venta de drogas.
La atención estatal está destinada tanto a proteger a los adictos como a perseguir y encarcelar a los traficantes. Pero en cierto sentido estos dos conceptos se han manifestado insuficientes para atender la dinámica del crecimiento del mercado del narcotráfico.
La forma de pensar el fenómeno hoy es entender que existe un consumo que entra en conflicto con la propia salud (el adicto al que hay que proteger y recuperar) y un consumo que entra en conflicto con la ley (el adicto delincuente que integra, por su dependencia, las estructuras del tráfico de drogas, o que simplemente incurre en otros delitos para acceder a recursos para comprar drogas); a eso se suman las organizaciones criminales.
Pero hay una masa no ponderada ni cuantificada de consumidores que son "no conflictivos": no llegan a ser adictos y mantienen una vida articulada en sociedad, trabajan, estudian, son padres o hijos y están fuera del radar del sistema de salud y del de seguridad, que se concentra en los traficantes. Estos consumidores son los que proveen la mayor cantidad de recursos al aparato del narcotráfico mediante la compra regular de estupefacientes.
Éste es el verdadero problema. Si lo que se intenta es hallar nuevos enfoques en una lucha que no se puede ganar (si la demanda sube año a año, la oferta subirá -si cae una banda, otra ocupará su lugar-), hay que apuntar a la responsabilidad del consumidor no conflictivo.
El autor fue subsecretario antidrogas
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