Es el ejercicio del poder, y no tanto del sexo
El FBI define como violación grupal a aquella que es cometida por tres o más atacantes. En toda actuación grupal sexual con una víctima, es muy común observar una dinámica compatible con una conducta llamada "de contagio", que permite a sus integrantes distribuir la responsabilidad del crimen en otros miembros y así actuar con una supuesta libertad.
En los Estados Unidos, alrededor de un 20% de los ataques sexuales son realizados por un grupo. Más allá de las consideraciones de tipo jurídico, el objeto de todo análisis psiquiátrico forense es hacer hincapié, una vez más, en la psicocriminogénesis grupal, interpretando el acontecer psíquico que motiva a un grupo de personas a atacar sexualmente a una víctima. Pero el análisis forense debe partir siempre explorando la personalidad de cada individuo en un momento dado para entender por qué su instinto pudo vencer los límites morales individuales y hacer desaparecer su empatía hacia el otro.
Se observan situaciones donde ser autores de un hecho sexual grupal pareciera fortalecer una identidad grupal, y en estos casos, se destaca con frecuencia un personaje líder, que ejerce la ferocidad mayor con la víctima indefensa y es objeto de admiración y de festejo.
Pero a no engañarse: en la práctica forense de muchos años se observan violadores con disfunciones sexuales, e inclusive impotentes, y es ahí donde prevalecen las lesiones que pueden conducir a la muerte de la agredida.
La agresión sexual es, desde la experiencia acumulada, más un ejercicio de poder sobre la libertad de la otra persona -y poder hacer lo que uno desee con ella- antes que la satisfacción de un deseo sexual imperativo, para cuyo desahogo existen múltiples opciones que no configuran un delito.
Finalmente, un tema que se relaciona con la psiquiatría preventiva: en el estudio psiquiátrico de múltiples agresores sexuales, resalta en sus biografías, en un altísimo porcentaje, que ellos mismos han sido víctimas, a su vez, de abusos sexuales en su niñez, por lo que el tratamiento precoz de todas estas personas es imperativo, antes de que se conviertan en predadores improbablemente rehabilitables.
El profesor Dr. Andrés Mega es psiquiatra y psicoterapeuta, psiquiatra forense (R) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
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