En Madariaga. Absolvieron a policías acusados de torturar y matar a un peón en una seccional, pero condenaron al comisario
Un tribunal de Dolores dio por probado que hace 11 años a Damián Sepúlveda lo golpearon y simularon su suicidio, pero solo condenaron al jefe de la seccional por no haber evitado los apremios ilegales
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Después de once años de lucha, los familiares de Damián Sepúlveda salieron devastados de los tribunales de Dolores. Consternados y confundidos por el ambiguo fallo de los jueces.
De la sentencia se deduce que dieron por probado que al peón rural, que tenía 27 años, lo torturaron hasta la muerte en la comisaría de General Madariaga al mediodía del 13 de enero de 2013. Pero el Tribunal en lo Criminal Nº2 de Dolores solo condenó al jefe de la seccional bonaerense por “omisión de evitar la tortura”. Los jueces absolvieron a los dos policías imputados por “omisión imprudente de evitar la tortura” y lo mismo hicieron con los dos que estaban procesados –sin prisión preventiva– por “tortura en concurso real con homicidio agravado”. Entre ellos, a Mauricio Daniel Díaz, un oficial que, según afirma la familia de la víctima, tenía algo personal contra Sepúlveda.
La segunda autopsia reveló que Sepúlveda fue sometido a golpes y apremios ilegales hasta que, finalmente, hicieron pasar su muerte como un suicidio, como si se hubiese ahorcado con su propia remera.
Según hizo constar la policía en el libro de entradas de la seccional, al peón lo habían arrestado porque estaba borracho y haciendo ademanes con un cuchillo en la calle.
La madre y las hermanas de la víctima afirman que Sepúlveda fue entregado a su familia con más de 60 golpes, un hematoma intracraneal, fractura del quinto arco costal, fractura de tabique nasal y signos de haber sido arrastrado para ser “izado por mano extraña”, como se comprobó en la segunda autopsia. En la primera necropsia, realizada por un forense retirado de la Policía Científica bonaerense, se avaló la teoría inicial del supuesto suicidio.
Aunque a Sepúlveda lo torturaron hasta la muerte en la comisaría en un lapso de dos horas, los jueces consideraron, en un fallo unánime, que solo Néstor Serafini, que era el jefe de la comisaría aquel verano, debía recibir una pena de dos años de prisión de ejecución condicional e inhabilitación especial de seis años para desempeñarse en cargos públicos por haber omitido los letales apremios ilegales dentro de la dependencia policial de la que era el máximo responsable funcional. No irá preso.
Mauricio Díaz y Alcides Gabriel Montenegro –el otro acusado de las torturas seguidas de muerte– fueron exculpados, al igual que Guillermo Gastón Formentini y Walter Javier Soto.
“Con mucho dolor, indignación e impotencia les comunicamos que, lamentablemente, la sentencia no fue la que esperábamos. Es muy triste ver cómo personas –si así podemos llamarlas– que torturaron y asesinaron a un chico de 27 años sin ningún tipo de escrúpulos quedan absueltos. Pero lo más increíble es ver que la Justicia misma se contradice al condenar a una persona por omisión de la tortura”, afirmaron los familiares del peón rural, que adelantaron que apelarán el fallo.
Aquel verano, once años atrás, en Madariaga, ciudad situada a tres horas de Buenos Aires y cercana a Pinamar donde todavía se ven gauchos a caballo en las calles, el policía Mauricio Díaz arrestó una vez más a Sepúlveda. Según la familia del peón, “se la tenía jurada”.
No era su primer encontronazo. En 2008, un escopetazo con bala de goma disparado por Díaz dejó a Sepúlveda rengo durante varias semanas. Desde entonces, corría cada vez que se cruzaba en la calle con Díaz, lo que le valió el infame apodo de “el Cobarde”. Pero a veces Díaz lo alcanzaba y Sepúlveda terminaba incomunicado en la comisaría.
El peón no tenía antecedentes penales, pero sí un historial de contravenciones: en cinco de las siete había intervenido el mismo policía. La última vez que Díaz se llevó detenido a Sepúlveda fue el 13 de enero de 2013, cuando lo metió vivo al calabozo y lo sacó muerto argumentando que se había suicidado.
Con su lucha, la familia del peón logró una segunda autopsia, que probó, además de múltiples lesiones, que Sepúlveda había sido colgado por un tercero intentando simular el suicidio. Esperaban que por los delitos de “tortura en concurso real con homicidio criminis causae”, los cinco policías acusados fueran condenados a prisión perpetua. Pero se fueron con las manos prácticamente vacías.
Aquella mañana del 13 de enero de 2013, Díaz y su compañero Montenegro subieron a Sepúlveda al patrullero porque, según declararon después, lo habían visto borracho empuñando un cuchillo en el cruce de las calles 8 y 21. Lo llevaron al hospital municipal, donde un médico apenas lo vio y dejó constancia de que tenía “aliento etílico”.
Alrededor de las 11, el libro de guardia de la comisaría registró el ingreso de un NN (persona sin identificación) a pesar de que Sepúlveda era un “visitante” frecuente. Lo siguiente fue el aviso al padre de que su hijo se había ahorcado en uno de los calabozos con la remera que llevaba puesta.
“Desde el principio hubo miles de irregularidades. A Damián lo detienen alrededor de las 10.30 y muere entre las 12 y las 12.40, pero a mi papá recién le avisaron a las siete de la tarde, viviendo a ocho cuadras de la comisaría. Tuvieron todo ese tiempo para armar la escena del suicidio”, afirmó Anabella Taborda, una de las siete hermanas de la víctima que, junto a Teresa, la mayor y también miembro de la policía bonaerense, asumieron el reclamo de justicia.
“Nosotras vivimos en Mar del Plata y cuando llegamos a la noche a Madariaga no nos dejaron ver el cuerpo –explicó–. El comisario Serafini nos dijo que hacía poco tiempo que había llegado al pueblo y que no podía hacerse responsable de sus subalternos porque no los conocía. Con Tere nos volvimos a Mar del Plata con las manos vacías y sin poder ver a nuestro hermano, por eso hasta último momento tuvimos esperanzas de que él no fuera el muerto, de que todo fuera un error”.
Maniobra homicida
Pese a que la primera autopsia –realizada en la asesoría pericial de Lomas de Zamora por Alfredo Romero, un retirado de la Policía Científica– avaló la versión del suicidio, la familia de Sepúlveda no se quedó de brazos cruzados y convenció al fiscal del caso, Juan Pablo Calderón, de ordenar una segunda autopsia con peritos que no pertenecieran a la misma fuerza sospechada.
Virginia Creimer, por entonces titular de la Dirección de Coordinación de Institutos de Investigación Criminal y Ciencias Forenses de la Procuración General, encontró unos 60 hematomas, hundimiento de cráneo y una costilla fracturada. También “manifestaciones externas de putrefacción”, lo que probaba la intención de que el cuerpo se descompusiera para impedir el nuevo examen.
Pero, sin dudas, la conclusión más contundente, y la que determinó el cambio de carátula de “averiguación de causales de muerte” a “torturas seguida de muerte”, fue descubrir que la víctima, una vez inconsciente por los golpes sufridos en la cabeza, fue arrastrada para luego ser colgada, en una maniobra homicida que en la jerga forense se conoce como “izamiento por mano extraña”, es decir, la simulación de un suicidio.
“En el peritaje que hizo la Gendarmería en la comisaría de Madariaga, un gendarme de la misma contextura de mi hermano, que era alto y grandote, intentó repetir los dos nudos que supuestamente había hecho Damián en la remera para suicidarse, y no había manera física de hacerlo. Además, mi hermano tenía una disminución motriz en una mano, así que era imposible que lo hubiera hecho. Los propios policías no sabían qué decir”, recuerda Anabella.
El tiempo que Sepúlveda no estaba alambrando campos para ganar el sustento lo usaba en la construcción de una nueva casa, donde pensaba llevar a su madre, de quien se había separado a los 14 años cuando dejó Mar del Plata para vivir con el padre en Madariaga. Según sus hermanas, era un chico sano, que amaba los caballos y que estaba ilusionado con el bautismo de su sobrino Simón, del que iba a ser el padrino.
“Tuve que ir a buscar el cuerpo de mi hermano a La Plata tres meses después de que lo asesinaran para reconocerlo y traerlo a Mar del Plata. Yo, que soy enfermera hace veinte años y estoy acostumbrada a ver muertos, aún no me puedo sacar esa imagen de mi cabeza. Ninguna persona merece morir de la manera en que lo hizo mi hermano ni aunque fuera el delincuente más grande del mundo. ¿Por estar borracho se merecía semejante paliza? Nosotros nunca hicimos apología contra la policía porque mi hermana trabaja en la misma institución, pero estos abusos se tienen que terminar, ellos se sienten con poder, se manejan con impunidad. Queremos justicia para que no vuelva a pasarle a nadie más”, exige Anabella.
El debate
El juicio comenzó el 8 de marzo pasado, en los tribunales de Dolores. En el banquillo enfrentaban la pena máxima Díaz y Montenegro, acusados de ser coautores del delito de tortura en concurso real con homicidio criminis causae. Formentini (que era el oficial de servicio de la seccional de Madariaga) estaba procesado como partícipe necesario y Serafini y Soto (que era el jefe de turno), por “omisión imprudente de evitar la tortura”.
Entre los testimonios más relevantes de los más de treinta testigos y la decena de peritos que pasaron por el tribunal se destacan los vecinos de Madariaga que contaron que la noche anterior a su crimen, Sepúlveda había comido una pizza en su casa con una pareja de amigos, después fue a un baile de carnaval y, por último, tomó una cerveza de camino a su casa. Incluso, el comerciante que le vendió la botella momentos previos a su detención declaró haberlo visto “tranquilo”. Algunos de los testimonios coincidieron en que la víctima tenía miedo a la policía, en particular, a los agentes imputados, que solían hostigarlo en la calle.
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM), en su calidad de “mecanismo local de prevención de la tortura”, fue veedora del juicio y acompañó a la familia de Sepúlveda desde el comienzo de la investigación, denunciando demoras en la producción de pruebas y contradicciones en los testimonios de los policías, que al principio declararon como testigos.
Gendarmería hizo una reconstrucción de los hechos y se exhibieron los resultados de la reautopsia del cuerpo, que acreditó que Sepúlveda había sido brutalmente golpeado, sobre todo en la cabeza, en la nariz y en la región dorsal, y que había sido colgado por un tercero intentando simular un suicidio.
“Los policías siempre estuvieron libres; solo tres fueron exonerados de la fuerza (Montenegro, Díaz y Formentini). Mi papá se los ha cruzado en las calles de Madariaga, ellos andan como si nada, no estuvieron presos ni un día”, se lamenta Anabella Taborda, una de las siete hermanas de Sepúlveda que insistirá con su reclamo para, al fin, obtener justicia.
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